Si el Presidente inicio su mandato con casi la mitad del país terremoteado, la mandataria electa recibirá el Estado en el suelo. Una dura tarea tendrá el nuevo gobierno para intentar reconstruirlo y levantarlo.
Hace un tiempo era recurrente escuchar la frase “las instituciones funcionan”. Hoy, tras casi cuatro años de gobierno de la Alianza podríamos decir de manera más campestre “que las instituciones funcionan pero como las reverendas”.
El daño que el gobierno hizo en la credibilidad de las instituciones es comparable a un terremoto dentro del Estado. Encuesta o estudio que realice el INE será puesto en tela de juicio; las mediciones de pobreza serán poco creíbles; cualquier sistema computacional como el del Registro Civil serán la burla de los ciudadanos; las leyes serán revisadas varias veces para buscarle la letra chica característica en este gobierno; los jueces seguirán siendo vistos como los protectores sólo de los más ricos; y las alcoholemias jamás serán consideradas como elementos válidos después de la tomada al hermano del presidente.
Es impresionante el daño realizado al Estado. Incluso ayer, cuando se intentó manipular la democracia no entregando ni las más mínimas condiciones para que la gente del mundo rural pudiera asistir a sufragar: «la gente más desposeída no vota por la derecha, mejor dejémosla en la casa y así deslegitimamos el proceso por la baja votación», fue la consigna de maquiavélicos asesores.
El Presidente Piñera puede subir su popularidad o bajarla. Este hecho en su última etapa estará marcado por el resultado del litigio con Perú, pero su capítulo en la historia va a ir más allá de la CEP o Adimark, pues aparecerá como el causante de uno de los terremotos más grandes en la credibilidad de nuestra institucionalidad.
Si el Presidente inicio su mandato con casi la mitad del país terremoteado, la mandataria electa recibirá el Estado en el suelo. Una dura tarea tendrá el nuevo gobierno para intentar reconstruirlo y levantarlo.
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