En los últimos meses, y a raíz de la evidente crisis de representación que sufre el sistema político, se ha iniciado un debate al interior de la Concertación acerca de la necesidad de reformular y refundar esta coalición política. Con el propósito de empezar a concretar esta reestructuración, los presidentes de los cuatro partidos del conglomerado decidieron elaborar para el 5 de octubre (rememorando el triunfo del NO) una serie de propuestas a debatir, con el fin de crear un nuevo proyecto político consensuado que, entre otras cosas, permita abrir la coalición hacia otros sectores de la izquierda política.
Más allá de la forma en que se empezará a llevar a cabo esta reestructuración – ya que sin duda resulta absolutamente debatible la pertinencia de iniciar la reformulación de un referente desde las cúpulas partidarias y no desde las bases sociales- los principales desafíos de la Concertación en este proceso serán, por un parte, desarrollar un proyecto político para el país de aquí a los próximos 20 años distinto a lo que fueron sus administraciones desde el retorno a la democracia, y absolutamente opuesto a lo que ofrece la derecha. En segundo lugar, generar confianzas y credibilidad en los grupos políticos de izquierda que actualmente no pertenecen a la Concertación.
Respecto al proyecto político a desarrollar, éste debe distanciarse profundamente aquel que primó desde los primeros años de la transición y que nunca pudo superarse completamente. Este modelo transicional consistió en la adecuación a una estructura institucional heredada del régimen autoritario- que impedía una profundización democrática y aseguraba las reformas económicas estructurales implantadas en los 80-, y en una apuesta por una transformación gradual del sistema político y económico heredado, principalmente a través de acuerdos políticos con la oposición. Bajo este modelo de política consensuada se obtuvo avances importantes como la eliminación de ciertos enclaves autoritarios, y se logró compensar en parte las desigualdades producidas por el modelo neoliberal a través de políticas focalizadas. Sin embargó, en 20 años no se consiguió establecer una nueva Constitución legitimada socialmente, ni tampoco recuperar derechos sociales cooptados por el mercado como la Salud, la Educación y la Previsión.
Es por esta razón que el nuevo proyecto a elaborar debe ser menos temeroso y mucho más ambicioso y desafiante. Esto significa asumir que el modelo económico implantado por la dictadura ha sido nefasto para amplios sectores de la sociedad y extremadamente lucrativo para unos pocos, y que el modelo político es absolutamente poco representativo y excluyente. En ese sentido, el programa debe apuntar a que la economía vuelva a estar supeditada a la política y no de forma inversa como ocurre en la actualidad, y a que el Estado adquiera un rol central en las actividades económicas y productivas del país como un ente no sólo regulador y subsidiario, sino que proveedor de servicios y garante de derechos. En otras palabras, el nuevo referente debe apostar a devolver al estado su rol dirigente y a la política su carácter central. Esto sin lugar a dudas, puede implicar la necesaria separación de ciertos sectores que actualmente forman parte de la coalición.
A nivel institucional, el nuevo proyecto debe tener como prioridad sacar adelante una nueva Constitución que sea consensuada socialmente, en la cual se terminen definitivamente los vestigios dictatoriales- como son algunas leyes orgánicas y el sistema electoral binominal-, y se garanticen ciertos derechos sociales y mayores espacios de participación ciudadana en la toma de decisiones. Sin la formulación de un nuevo pacto social será imposible avanzar en muchos aspectos fundamentales como son la necesaria reforma tributaria, un nuevo trato con los pueblos originarios, y un desarrollo ambientalmente sustentable.
Otro desafío importante para la Concertación es la incorporación de fuerzas políticas de izquierda que no forman parte de la coalición. La principal dificultad en este aspecto es generar confianza y credibilidad en estos grupos, quienes legítimamente y basándose en lo que fueron los gobiernos concertacionistas, pueden mostrar escepticismo frente a este nuevo referente. Una manera de reducir esta desconfianza es definir desde un inicio un método de selección de candidatos basado en primarias abiertas en que puedan competir todos los grupos de izquierda, pertenezcan o no a los partidos de Concertación. Además, y lo más complejo de todo: los cuatro partidos de la Concertación deben asegurar un sistema de renovación de elites, ya que indudablemente este ha sido uno de los factores críticos del actual problema de representatividad. Varios de los movimientos políticos se retiraron del conglomerado por la existencia de “carteles” al interior de los partidos que han impedido que se desarrolle una real competencia al interior de éstos, y han mantenido los espacios de toma de decisión en un grupo reducido. Si esta situación no cambia, difícilmente los grupos que un momento abandonaron la concertación se sumarán al nuevo referente, por mucho que programáticamente tengan concordancias. Una posible fórmula para avanzar en ese sentido sería iniciar una democratización profunda de las estructuras partidarias internas facilitando y promoviendo la incorporación de nuevos líderes a la escena política. La incorporación de cuotas de género también podría ayudar a esta renovación.
En síntesis, el éxito de esta refundación depende, en primer lugar, de la capacidad de los partidos concertacionistas de crear un proyecto social alternativo al neoliberal que sea democrático e inclusivo, que en un futuro cercano le otorgue al país una institucionalidad política realmente democrática, y permita terminar con las grandes desigualdades sociales. Y en segundo lugar, de la voluntad de los partidos de hacer las transformaciones necesarias para generar la confianza de los grupos políticos de izquierda ajenos a la Concertación lo que pasa fundamentalmente por una renovación interna. Si es que las propuestas presentadas no apuntan hacia cambios profundos, tanto programáticos como institucionales, y se quedan en modificaciones cosméticas la idea de refundar la concertación no pasará de ser una declaración de buenas intenciones. En el escenario actual la ciudadanía simplemente no aceptará propuestas timoratas.
* Rodrigo Silva Jerez, Cientista Político. Miembro www.portalepicentro.cl
@rsilvaje
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Foto: Dream the rest away
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