En medio de las celebraciones del Bicentenario, se lanzará la nueva campaña de Chile, para nuestro posicionamiento internacional.
En una nota anterior dejé ver los riesgos del Slogan elegido, “Chile hace bien”, que se presta fácilmente para la ironía. Curiosamente, la ironía no llegó desde los críticos, sino desde la propia campaña que celebra que Chile hace (las cosas) bien, cuando por un error de la agencia creadora, en una de su pieza gráficas centrales apunta a que “nuestro país es el destierro más árido del mundo”.
En esta nota quiero destacar otra de las piezas gráficas: el iceberg. Quizás algunos ya lo olvidaron, pero en Exposición Universal de Sevilla, la primera en que participó Chile luego que asumiera el gobierno el establishment emergente de la Concertación, el símbolo de nuestro pabellón fue un iceberg. Hace casi veinte años el motivo detrás del congelado símbolo, fue que necesitábamos separarnos del “tropicalismo” latinoamericano, que teníamos que hacer ver que nosotros éramos mejores que nuestros vecinos, más parecidos a Europa. Fue la elección consciente y clara de un grupo de ideólogos, publicistas y, hoy, lobbistas, políticos y tecnócratas, para diseñar la narrativa de un país. El iceberg actual, el de “Chile hace bien”, es probablemente el símbolo del cierre de ese ciclo.
La narrativa propuesta está gastada, no es empática ni sensible, es poco creativa, casi por cumplir. Autocomplaciente, cae en el mismo error en que cayó la campaña presidencial de la Concertación: adularse a sí misma, la propia obra realizada, más que hablar del nuevo país que somos. Son los narradores oficiales, los guardianes del discurso felicitándose a sí mismos.
La campaña “Chile, hace bien” se pagará con el dinero de todos los chilenos. No es una campaña privada. Se presentó recientemente a la Comisión de Relaciones Exteriores del Parlamento, donde el mayor comentario, según informó El Mercurio, fue que había que darle más presupuesto.
En el año del Bicentenario, donde debiera estar presente la preguntas sobre nuestra identidad pasada, pero sobretodo la presente y futura, cabe preguntarse sobre la representatividad de la campaña. ¿Cómo se decide qué es lo que Chile quiere proyectar al mundo? En la Constitución el uso de los símbolos patrios es casi absurdamente restrictivo. ¿Cómo se explica en ese contexto el uso de la “imagen país” hacia el mundo? ¿Quiénes la deciden, quiénes se sientan a la mesa a decidir la narrativa oficial de Chile
Para que haya unidad nacional, representación y sentido de pertenencia de todos, participación y cariño por nuestras instituciones y su gente es probable que haya que renovar y ampliar la mesa, pero sobretodo abrir las puertas y ventanas de la casa común.
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