En los últimos días se ha reactivado el debate sobre la legalización de las drogas en los diferentes medios de comunicación. El día sábado, en una entrevista en el diario La Tercera, el ex presidente Ricardo Lagos abrió el debate hacia una posible legalización de las drogas.
Lo que desencadenó este debate en los países latinoamericanos, fue en la pasada VI Cumbre de la Américas en Cartagena de India, cuando fue debatida la propuesta del Presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, de avanzar en la necesidad de pensar en nuevas políticas anti-drogas, entre ellas la legalización.
La propuesta, que ya se estaba gestando antes de esta Cumbre, fue vista con rareza, especialmente porque venía de un presidente conservador y uno de cuyos pilares en campaña fue la promesa de poner “mano dura” contra el crimen organizado. Pero con el transcurso de este debate, se empezó abrir la idea de una posible salida a la gran violencia que se produce en Guatemala y los vecinos países centroamericanos, producto del comercio y trasporte de drogas.
La idea de este ex general derechista era poder generar el debate en la pasada VI Cumbre de las Américas para tener un respaldo, especialmente porque esta lucha contra las drogas no la resuelve cada país individualmente, sino que se necesita una política anti-drogas en conjunto con la región para poner fin a la violencia producto del narcotráfico.
Este trajo inmediatamente las críticas de Estados Unidos y Colombia, que argumentaron que con la legalización de las drogas no se ponía fin al crimen organizado ni la violencia de los cárteles en la región, pero si se podía abrir a otras alternativas para la lucha contra el combate de las drogas.
Pero si nos centramos en el contexto nacional, nuestro problema no es la violencia, como en otros países de la región, sino el consumo de drogas en la población.
La mayoría de las estadísticas nos ubican en los primeros lugares en el consumo de distintas drogas a nivel latinoamericano e incluso mundial (5° en cocaína, ONU 2011). Pero la más preocupante de todas estas cifras, es que, según este mismo organismo, nuestros estudiantes son los mayores consumidores de drogas en la región. Y la percepción de riesgo frente a esta práctica bajo 10 puntos en la última década.
En cuanto a la violencia, si bien hay grandes problemas relacionados con el microtráfico, su manifestación más evidente también se vincula al consumo: casi el 70% de los delitos de mayor connotación son por o para injerir drogas (Paz Ciudadana).
Tanto en el contexto latinoamericano como en el nacional, creo que el problema no radica en la violencia, sino en los altos niveles de consumo que hay en la población y que está destruyendo a nuestra juventud con una enorme carga de dolor familiar y social asociado a la droga.
Y cuanto a la violencia, no se combate con más violencia impuesta por los Estados respectivos, sino que el verdadero combate es contra la desigualdad y la pobreza y pasa por tener, también, una verdadera política pública para educar y fortalecer a la población y las familias contra las drogas.
Comentarios
14 de mayo
Yo no creo que las políticas públicas tengan que tratarse de «fortalecer a la población y las familias contra las drogas». Creo que lo mejor que puede hacer un gobierno en cuanto a políticas públicas es educar y concientizar a la gente al respecto para que puedan tener una opinión debidamente fundada al respecto. El cannabis por ejemplo, está tipificada como una droga dura, tal y como lo es la cocaína o la heroína cuando es bien sabido que sus componentes provocan muy poca adicción y que su consumo puede traer varios beneficios. Sin embargo, se sigue penalizando tanto su consumo, su porte, y su cultivo. Hay otras drogas que si son legales y matan a mucha gente todos los años: alcohol y tabaco.
Este debate es sumamente interesante pero hay que saber diferenciar en cuanto a materia de drogas se trata.
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15 de mayo
Igual como ha ocurrido cuando se han aplicado “leyes secas”, las mafias y carteles se sustentan en la ilegalidad del producto transado, lo que entre otras cosas les permite controlar áreas, donde vender a cualquiera, incluidos menores de edad, donde sea y cómo sea. Eso, les permite entonces, hacerse de una clientela fácil, cautiva, potencial ¿Dónde? Entre los niños y jóvenes.
Irremediablemente, eso deriva en relaciones de dependencia entre los capos que controlan los barrios, y sus clientes consumidores que se disponen (con tal de acceder a drogas) a la acción criminal, como soldados, burreros, microtraficantes, asaltantes, etc.
Si además, tomamos en cuenta la calidad del producto transado, es claro que en medio de la ilegalidad, no existen espacios ni instancias para exigir mejor calidad, por parte de esos consumidores –libres o cautivos-.
Entonces los jóvenes más pobres, que son la demanda cautiva creada, consumen drogas de mala calidad que finalmente los destruyen a edad temprana.
En medio de la ilegalidad, en las áreas que controlan las mafias, no hay espacios para ninguna clase de política pública, ni para hacer campañas de prevención en cuanto al consumo, ni para evitar la venta cerca de escuelas, ni mucho menos para exigir productos de calidad, rotulados, naturales, etc. Tampoco se pueden aplicar impuestos a la venta –destinando lo captado para prevención- .
La ilegalidad, es el campo de cultivo perfecto para asegurarse una demanda cautiva. En ese sentido, es claro que hay una relación clara entre consumo, criminalidad e ilegalidad.
Legalizar permite desbaratar a la mafias y re destinar los recursos. En vez de metralletas para una guerra perdida, se puede invertir en educación, prevención.
Antiguamente, el flagelo era el alcohol. Y ese flagelo se hizo más nocivo cuando los gobiernos, pretendiendo obtener resultados positivos, aplicaron leyes prohibicionistas o secas. Y entonces, las mafias, hacían lo que querían, y la gente tomaba hasta colonia.
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