Las redes sociales son la nueva plaza pública de discusión, el ágora de los griegos. De ello no cabe duda.
Sin embargo, lo que aún nos falta es tomar decisiones en base a las preferencias de aquellas personas que opinan y buscan incidir en la política y lo público desde el teléfono.
Y es que el teléfono se ha convertido en una extensión nuestra; es nuestro mensajero, nuestro aliado, nuestro compañero de viajes, nuestra cámara y también nuestra billetera.
Entonces, ¿por qué no ser también nuestro voto?
Es un arma de doble filo; cada vez más personas se suben a las redes sociales para comentar y participar de la vida de los demás, pero esto no es universal. Existe un porcentaje importante de personas que no entienden el uso de una red, las repercusiones y huellas que tienen las interacciones. Derechamente a otros no les interesa estar porque ya tenemos suficientes aplicaciones que nos quitan/diseñan el tiempo como para tener otra que nos lleve a la posibilidad de votar.Lo que aún nos falta es tomar decisiones en base a las preferencias de aquellas personas que opinan y buscan incidir en la política
Otro riesgo de que el voto por redes sociales sea factible es que la masa que quienes la usen sean ideológicamente sesgadas, no representen necesariamente a la comunidad y se vean influencias por una idea sin mayor cuestionamiento, lo que volvería engorroso y torpe el sistema de decisión por redes sociales.
Sin embargo, vamos hacia allá, caminando a paso firme: gobierno y oposición, personajes públicos, parlamentarios, alcaldes, personas de influencia dan su opinión por redes sociales y esta es compartida y retuiteada por miles de personas. El tema es el cómo se va a gestionar la participación ciudadana en tiempos digitales mediante las herramientas que la tecnología, cuando un tuit, un post, una foto o un gif tiene mayor impacto que un discurso eterno ante las cámaras, cómo era hasta no muchos años.
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