Escribo estas líneas con la satisfacción de haber presenciado y participado en los comicios históricos para levantar las figuras públicas que redactarán la nueva Constitución Política de Chile, proceso en el cual se vieron catapultados ciertos aspectos que la organización política tradicional todavía no termina de digerir pese a las grandes señales proporcionadas por el Estallido Social en 2019 y el consecuente proceso plebiscitario de 2020, y que hoy en día han logrado colocar en los escaños del hemiciclo a los grandes victoriosos: los agentes políticos independientes de partidos.
El día de hoy, todos los miembros de la política tradicional institucionalizada se encuentran realizando sus respectivos mea culpa a través de sus plataformas mediáticas disponibles, sin embargo para todo aquel que recuerde estos discursos le parecerán un tanto repetidos los análisis en que han derivado. “No alcanzamos a leer el malestar”, “la gente está cansada de los repertorios ideológicos infranqueables”, “nuestro partido está siendo interpelado a una renovación de rostros a partir de las bases ciudadanas”, y un largo etcétera de enunciados que intentan una suerte de redención poco creíble a estas alturas. Poco creíble debido a que el Estallido Social representó una revuelta espontánea de una masa de gente hastiada de los abusos, de ver cómo se precariza su vida mientras una porción mínima de la población goza de grandes privilegios sólo por el mérito de su casta, y ante lo cual sólo deben esforzarse en continuar reproduciéndola. Poco creíble en tanto el plebiscito consecuente de la revuelta manifestó clara y arrolladoramente que la ciudadanía deseaba una convención constitucional, la cual representaba la opción más cercana a la asamblea popular constituyente que los partidos políticos habían negado y vetado a la población; una convención que requiriera que cada escaño fuese votado públicamente, sin anteponer ni disponer una porción prefijada a los agentes políticos institucionalizados.Debemos de dejar de reproducir una cuantificación de la vida, es decir, dejar de posicionar el análisis socio-político a partir de la esfera hegemónica que plantea que absolutamente todo es cuantificable
Yendo al grano, y conciente de que esta reflexión representa sólo un punto de vista del panorama complejo que ha acontecido y acontece, estimo necesario –y es lo que me anima- prestar atención a las representaciones acerca del poder que pudiesen estar circulando entre la ciudadanía, y que pueden estar estimulando un entusiasmo progresivo de participación política, teniendo como hito histórico la revuelta social, pese a la concurrencia disminuida obtenida en estas últimas elecciones en comparación al plebiscito previo.
En primer lugar, quiero señalar la modificación fáctica de reproducir ideas políticas a la cual se vio enfrentado el proceso eleccionario posterior al Estallido Social. Esto debido a que desde ya hace algún tiempo, y previamente a la pandemia, las formas de informarse y comunicarse se han volcado hacia el ciberespacio, hacia plataformas y canales que principalmente se encuentran en la red de redes, internet, y que sin duda son trascendentales para comprender la(s) organización(es) contingentes a la(s) que ha acudido la población precarizada. Ciertamente, a partir del desfavorable escenario sanitario mundial, esta población ha tenido que volcarse aún más en la utilización comunicativa e informativa presente en el ciberespacio, y por cierto, las retrógradas maneras de realizar campaña política también han tenido que reinventarse rápidamente para captar adhesiones y votos. No obstante, pareciera ser que los asesores ingenieros socio-políticos no contaban con que particularmente las redes sociales se encuentran estructuradas de forma más homogénea, ya que otorgan la posibilidad de que la gente se exprese y se manifieste contrargumentativamente respecto a los programas políticos que defendiera tal o cual candidato, y que eventualmente estas contrargumentaciones –aspecto ineludible de un diálogo democrático- arrastraran la adhesión de algún grupo de personas que no necesariamente son integralmente condescendientes a posturas e idearios rígidos. En ese sentido, pareciera ser que no se alcanza a captar lo que Manuel Castells ha denominado como autocomunicación de masas, y la horizontalidad comunicativa que esto conlleva y la contribución que esto plantea a la distribución del poder.
En segundo lugar, insto a prestar atención a la crítica implícita sobre la manera clientelar de realizar política. Estimo que la población precarizada no es ni ingenua ni ignorante, como frecuentemente se le quiere hacer parecer, respecto a las redes clientelares bajo las cuales actúan los partidos políticos, y en que en su seno poseen membresías apernadas por décadas sin que necesariamente hayan realizado una contribución real al territorio que representan. Miembros que logran integrar fácilmente a familiares, amigos, personas a las cuales se les debe algún favor, o simplemente a gente por simpatía, en algún cargo público. Miembros que poseen enlaces fraudulentos con el empresariado, o con narcotraficantes –la narcopolítica-. A partir de esto creo que debe ser leída la denominada “oxigenación de la política”, y no como se suele manifestar constantemente: un simple llamado a presentar rostros nuevos o jóvenes con nuevas ideas. Complementariamente, se debe leer a través del prisma del malestar sobre el poder que se manifiesta a partir de los distintos tipos de capitales que puede llegar a poseer un agente político: capital económico –del cual se habla usualmente-, capital social, capital cultural, y capital simbólico. Generalmente correlativos entre sí, ya que el capital económico suele llevar aparejado un alto nivel de capital cultural –institucionalizado al menos en estudios formales-, y capital social expresado en una amplia red de contactos. Así, pareciera ser que la sociología de Pierre Bourdieu tampoco es estimada, y en ese sentido quisiera también traer a la palestra el hastío con la tecnocracia, con la creencia de que los expertos todo lo pueden y deben decidir. El escaño dispuesto a Giovanna Grandón, la “tía Pikachu”, y la gran diversidad de procedencias de los candidatos independientes es una gran muestra y enseñanza de ello.
Por lo demás, como pareciera ser lugar común actualmente, se requiere dejar la planilla de cálculos a un costado, sin que necesariamente esto requiera una anulación de la misma, sino brindarle el espacio necesariamente requerido. Con esto, me refiero sobre todo a que debemos de dejar de reproducir una cuantificación de la vida, es decir, dejar de posicionar el análisis socio-político a partir de la esfera hegemónica que plantea que absolutamente todo es cuantificable, lo cual de ningún modo es cierto. Todo aquel cientista social conoce que existen sólo ciertos aspectos de la sociedad y de sus elementos que se pueden reducir a números, y valga la redundancia, esto siempre implicará una reducción de la complejidad social. Se suele olvidar que somos seres simbólicos y que le damos sentido a nuestro entorno.
Por último, me es necesario expresar que la renovación de agentes políticos si bien es necesaria, debiéramos concebir y empezar a acostumbrarnos a la idea de que tal renovación debe ocurrir cada cierto tiempo, por lo menos hasta que tengamos la posibilidad idílica de una democracia directa. De momento sólo puedo decir: ¡Bienvenida sea la diversidad de los independintes!
Comentarios
22 de mayo
Interesante será ver cómo se construye una Constitución desde el punto de vista de la victimización. Los constituyentes construyeron sus candidaturas en base a mostrarse como víctimas de múltiples situaciones, algo que esta muy de moda, pero ¿es suficiente? Y más aún ¿ese sentimiento es duradero como para estructurar una sociedad?.
Si el Estado tendrá como norte evitar que alguien (más bien los que ahora se sienten así) crea que es abusado, ¿como lo hace sin, por lo pronto, usar las herramientas de poder que típicamente se le confieren? Porque el «enemigo» Identificado por casi todos son los empresarios, y casi nadie más…Por ejemplo , que se presume muy complejo, el actuar de las policías. Probablemente se le limitará al máximo su capacidad, por lo que algún grupo de poder local (llámese narco o similar) tendrá un poder brutal. Por lo mismo, el rol del Estado en si será una duda que quizás tomara muchos años en resolverse.
Cuando una Constitución es incapaz de cubrir la realidad en su conjunto, esta condenada a ser cambiada pronto. Por las señas de sectarismo y utopismo observadas, se le presume corta vida
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