La capacitación SENCE vía franquicia tributaria no es mala

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En resumen, si bien hay carencias y debilidades (en qué área del quehacer humano no las hay, por lo demás), no se puede despreciar sin más a los grandes esfuerzos que se han hecho (exitosamente) para reforzar la influencia de la capacitación en el desarrollo de las empresas y en el fortalecimiento del potencial de empleabilidad para nuestros trabajadores y trabajadoras.

Es cierto, los ejecutivos de SENCE nunca dijeron que la capacitación que gestionaban vía franquicia tributaria fuese mala. Sin embargo, si majaderamente lo decía su Ministra del Trabajo, Evelyn Matthei, y siguió insistiendo durante su campaña presidencial, es porque, seguramente alguien le dijo aquello.

¿Quién se lo dijo? En realidad da lo mismo a estas alturas. En mi opinión lo clave es que en ningún momento, los personeros de SENCE salieron a aclarar y corregir tales reiteradas afirmaciones. Ergo, compartían el juicio y, con ello, se han estado negando técnicamente a sí mismos todo este tiempo. Mala cosa.

Es importante no olvidar que la capacitación es un tema técnico, es una herramienta fundamental del maletín de instrumentos para la gestión del trabajo de las personas y, por lo mismo, no es asunto opinable desde lo intuitivo, sino desde las evidencias, o las investigaciones.

Durante los años 2002, 2003 y 2004, SENCE desarrolló, a través de centros especializados, diversos estudios destinados a monitorear precisamente la utilidad (o inutilidad) de la Franquicia Tributaria para la Capacitación. Hubo estudios cualitativos y otros cuantitativos. Estudios nacionales y estudios regionales. Se auscultó desde muy diversas perspectivas y, en todos los casos las conclusiones fueron dos: (1) Era más conveniente capacitar que no capacitar, es decir, valía la pena; y (2) había mucho espacio para incluir mejoras. Es decir, la capacitación en Chile NO es mala, pero, evidentemente, es mejorable.

En lo cuantitativo por ejemplo, hubo un estudio realizado por GeoConsultores, y otro realizado por la Universidad de Chile, que coincidieron en dos conclusiones fundamentales: (1) Los trabajadores que, en condiciones comparables, se capacitaban, mejoraban sus remuneraciones más rápido que quienes no lo habían hecho durante el mismo periodo; (2) la inversión que realizaban los empleadores en capacitar a su gente, la recuperaban en menos de dos años, lo que hace que tales acciones les resultaban plenamente rentables. Es decir, la capacitación vía franquicia tributaria era conveniente para ambas partes y, por extrapolación, para el país. Transcurrida una década desde tales estudios, si asumimos que las exigencias de calidad son una base de sobrevida para cualquier empresa, y que SENCE ha hecho bien su trabajo de fiscalizar a las OTECs, tales indicadores solo pueden haberse potenciando, reduciendo los tiempos de incrementos de remuneraciones y de recuperación de la inversión.

Incluso se analizó el efecto de la capacitación, a partir de las respuestas a cuatro preguntas de la Encuesta CASEN (2000 y 2003). Dado el diseño de las preguntas, no se podía distinguir si la capacitación correspondía o no a la franquicia tributaria pero, si asumimos a esta opción como el mayor motor e impulsor de la capacitación en nuestro país, su influencia no puede ser irrelevante. Cito un párrafo de ese informe: “En definitiva, … puede afirmarse que el impacto de la capacitación en general aumenta de manera importante los ingresos de las personas, probablemente en el orden del 15%” (2004).

En lo cualitativo, los estudios fueron (en la época) esencialmente de carácter regional, destinados más que a medir efectividad, asunto ya observado a nivel nacional, a identificar espacios de mejoramiento para reforzar la pertinencia en el uso de la franquicia tributaria. Este aspecto era, y en mi opinión, sigue siendo, un factor crítico dado que la FT debe estar siendo ocupada por no más del 25% del potencial anual.

Los resultados fueron muy críticos, en cuanto a asegurar pertinencia y calidad de la oferta. Por mi lado, agrego la carencia de una demanda adecuada, factor en que hay una tremenda tarea (deuda) pendiente por parte de las OTICs, creadas en su oportunidad precisamente para esta finalidad, para apoyar a la inmensa cantidad de pequeñas y medianas empresas que no tienen en sus planillas a especialistas en materias de capacitación.

En resumen, si bien hay carencias y debilidades (en qué área del quehacer humano no las hay, por lo demás), no se puede despreciar sin más a los grandes esfuerzos que se han hecho (exitosamente) para reforzar la influencia de la capacitación en el desarrollo de las empresas y en el fortalecimiento del potencial de empleabilidad para nuestros trabajadores y trabajadoras.

Estos afanes de mejoramiento, que se han arriesgado en las últimas semanas con decisiones extrañas, como las comentadas en mis dos columnas anteriores (“¿Sabe SENCE de e-learning?”, a propósito de haber reducido a $2.000 el valor hora franquiciable; y “Una extraña vuelta atrás del SENCE”, al incrementar a 16 horas el mínimo que debe tener un curso de capacitación para acceder a la FT), han sido permanentes desde la creación de este servicio público. Parte del desarrollo nacional, claramente tienen que ver con este instrumento de gestión y ayuda financiera.

Por eso me molesta que SENCE haya guardado un silencio cómplice cada vez que, producto de los afanes de la política eleccionaria, los ninguneaban sin consideración alguna. En especial cuando todos los argumentos para rebatir seria y fundadamente los tenían, mejor que nadie, en su propia casa. En la época de tales investigaciones, el Departamento de Estudios publicaba los resultados de todas y cada una de las investigaciones que concretaba. Desconozco si esa actitud de divulgación se mantiene o no. Bueno, en realidad en SENCE ya no existe el Departamento de Estudios.

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Foto:  talcahuanofotos / Licencia CC