La ley existe, establece derechos, los procesos de implementación serán paulatinos, pero lo único que va a asegurar su cumplimiento es la voluntad de las personas, como tú o como yo
La ley TEA N° 21.545, luego de muchos años de tramitación entró en vigencia 10 de marzo de 2023, buscando resguardar la inclusión social de las personas autistas, eliminar toda forma de discriminación, concientizar a la sociedad sobre el autismo y asegurar la igualdad de oportunidades en los ámbitos de salud, educación y social.
Durante el desarrollo de esta columna voy a llamar “Ley de Autismo” a la Ley TEA, porque todas las personas TEA “Con Trastorno del Espectro Autista” son personas autistas.
Igualmente dejo a su disposición información de la OMS respecto al TEA: https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/autism-spectrum-disorders
En el camino hacia la Ley de Autismo, miles de personas autistas han sufrido por décadas una despiadada discriminación social, ya que como comunidad en su conjunto, por más “inclusivos o inclusivas” que nos declaremos, nuestros actos nos delatan.
Año tras año, mes tras mes, día tras día nos hemos enterado de casos de estudiantes autistas que han sido víctimas de bullying y discriminación en escuelas y colegios públicos y privados, sancionados por tener crisis en el aula, familias estigmatizadas por exigir el respeto de los derechos de sus hijos o hijas, madres cuidadoras sobrepasadas y muchas veces catalogadas como “histéricas” por demandar el respeto de los derechos de sus hijas e hijos, y me refiero al cumplimiento de lo establecido en las normas vigentes.
Grupos de Whatsapp de comunidades autistas que colapsan cuándo se acerca marzo, por las centenares de preguntas sobre colegios “con buen PIE (Programa de integración escolar)”, “donde traten bien a las y los niños”. Tristemente esas son las dos consultas más reiteradas, en otras palabras, es una búsqueda desesperada e incesante de un espacio donde las y los estudiantes autistas puedan ser educados sin sufrir.
Puede ser por falta de experiencia, de voluntad, de ideas o incluso de tiempo para adaptarse y capacitar al personal educativo y auxiliar escolar, pero muchas veces las normas que regulan el funcionamiento de los equipos de integración escolar, el abordaje de crisis, de inclusión, etc. Quedan muy lejos de su aplicación real en las aulas, aun existiendo los medios económicos, el presupuesto destinado para ello.
Lamentablemente una y otra vez nos hemos enterado por la prensa de prácticas escolares poco éticas o definitivamente violentas y discriminatorias para con estudiantes autistas, mucho ha de tener que ver con el hecho de que hasta hace poco tiempo, en varias de las carreras universitarias ligadas al área de la educación no se incluían ramos sobre neurodivergencia. Como si las personas neurodivergentes nunca hubiesen existido. (Neurodivergencia: https://childmind.org/es/articulo/que-es-la-neurodiversidad/ ). También hay quienes piensan que por ser autistas o neurodivergentes, las y los niños deben estudiar sólo en escuelas especiales, sin entender que ello depende de las necesidades de apoyo que cada uno requiera y que el “incluir” es “hacer parte”, abrir espacios para todas y todos.
Para las y los adultos autistas es igualmente difícil. Generalmente los obstáculos para encontrar trabajo son monumentales, el acoso laboral o mobbing termina por destruir sus ilusiones y muchas veces su futuro. Hay pocos médicos especializados en tratamiento de adultos autistas y los precios de las consultas y tratamientos son impagables. Los espacios para los adultos autistas con mayores necesidades de apoyo son mínimos, muchas y muchos deben permanecer en sus casas sin mayor actividad ni tratamiento, y no estoy hablando del siglo pasado.
Paradójicamente, en un sinnúmero familias cuyos miembros se consideran personas “inclusivas”, se adopta una posición de inercia cuando se cruza una persona autista en su camino, prefieren evadir que educarse y educar a sus hijas e hijos sobre autismo, ignorando por completo su responsabilidad social.
El autismo nunca estuvo tan en la palestra como durante el último período del proceso de tramitación de la Ley (Ley TEA N° 21.545). A pesar de la ignorancia de muchos y muchas profesionales de los medios de comunicación, se logró visibilizar parte de la problemática que someramente he mencionado.
Hoy la esperanza esta puesta en que la sociedad abra los ojos, noten que el mundo es diverso y que en ello está su riqueza, que eduquen a sus hijas e hijos, que les importe, es lo que hace la diferencia entre ser o no ser una sociedad o una persona “inclusiva”, porque no sacamos nada con tener una Ley de Autismo si no hay voluntad de inclusión en la sociedad, en las escuelas, empresas, en la calle, en universidades y jardines, etc.
La ley existe, establece derechos, los procesos de implementación serán paulatinos, pero lo único que va a asegurar su cumplimiento es la voluntad de las personas, como tú o como yo.
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