En una noche que contenía algo de insomnio, no encontré ninguna programación cultural que se saliera de la prensa rosa, películas triviales con la misma trama de corte americana o banalidades. Así que me tuve que resignar a no encontrar nada mejor que poner el Festival de Viña del Mar, donde vi 2 horas de completo aburrimiento con Marco Antonio Solís y sus clásicos cebolleros. Sin embargo, pronto me tocó observar y escuchar la rutina del humorista Edo Caroe. Admito que me eché unas risas en la soledad infinita de mi desvelo. Porque encontré ingeniosa la rutina, pese a contener temáticas que, pese a lo trillado, lo dicho sigue siendo risible y simple en nuestra cultura…o al menos eso último pensaba.
Durante mi despertar en la mañana, veo en las redes sociales como los políticos empezaron a explotar en contra del humorista, afectado como si el mundo les hubiera caído encima. La Secretaria General de las JJ.CC llamó «machista y facho» a Caroe, debido al chiste sobre Camila Vallejo. Columnas enteras aludiendo a la pérdida de la esperanza en la cultura chilena, en la manutención del discurso neoliberal, entre tantas otras cosas.Yo prefiero opinar de esa política, de la economía, no de lo que sucede en un festival, y lo que sucede con los dirigentes del país. A eso prefiero darle gravedad.
Les soy sincero. La gravedad expuesta por la clase política ante la rutina de Edo Caroe me da más risa que la rutina. Y prueba de que manera, mi pseudo-tesis del doble estándar del chileno, expuesta al principio de mi columna anterior.
Que quede claro desde el principio. Soy apartidista, un ser que no ha sentido ninguna identificación por un partido político, pues ser apolítico me parece una mera utopía inexistente que muchos quieren en su vida como una alternativa que desconoce realidad. Sin embargo, la visión conservadora de la derecha, me ha causado un gran desdén y una gran aversión a su proyecto político. Y últimamente me he sentido identificado mucho más que en años anteriores por la izquierda, pues pese a que sus principios, por lo menos en los partidos políticos han sido poco menos que olvidados, no puedo negar que es la única vía para eliminar la visión de un poder económico y político por sobre la sociedad, donde imperan las visiones retrogradas de siglos atrás que causan conflicto entre las personas.
Continuando, escuché y conozco el chiste que criticó la señorita Catalina Salazar (Secretaria General de JJCC), no niego que el chiste fue grosero y todo eso. Pueden decir lo que quieran, porque en verdad fue así, y si su opinión va más allá, nadie es quien para prohibírselo, en esta sociedad que tanto ha costado liberalizar y romperle el cascaron de la conservaduría. Pero el tema va por otro lado. Ese fue un chiste, y no pasa mas allá. Una mera conjunción de oraciones hiperbolizada, jocosas, hechas para ser ridícula, pues esa es la idea. Una comedia simple y que no tiene porque tener menoscabo real. El humor comenta la temática real mezclando con absurdo, exagerado, ridículo. Esa es la gracia.
Pero si nos fuéramos mas allá, digamos que me extraña que casi nunca (y espero que sea casi, porque tengo esperanza en que alguna vez lo haya hecho) he visto a la dirigenta de la «Jota», criticando a shows como Morandé con Compañía, el programa de Mega que ha aplicado sexismo, xenofobia, y ciertos tintes «fachos». Y eso que es un programa que existe desde algo menos de 2 décadas. Bueno, que se puede esperar de una institución que pidió durante años una AC, y ahora a ojos vendados apoya un mecanismo de proceso constituyente que solo considera a la AC como opción, y no como algo que debiera ser.
Por otro lado, veo que la gente pierde confianza, pierde esperanza en este país por solo un mero chiste. La columna del señor Pablo Ibarra refleja esa pérdida de confianza ante una simple humorada.
Yo creo que es cierto. En este país no quedan esperanzas para la cultura, así como se sigue con manutención del discurso neoliberal, donde se responsabiliza de todo al Estado en pos del crecimiento del mercado, porque muchos lo hacen, como el mismo señor Ibarra en la columna: «Hay un Estado neoliberal» del 28 de agosto del 2015, donde critica al mercado manejado por el capital trasnacional y comenta la situación de las PYMES, pero donde al final se cae todo diciendo, y cito: «El enemigo es el Estado chileno al servicio de unos cuantos. Manejado por viles empleados que, además de robar nuestros recursos, se quedan con nuestros impuestos, nuestro trabajo, nuestra vida y sueños.» El tema nuevamente es otro. Porque eso ha ocurrido desde hace mucho tiempo.
La misma prensa rosa con sus polémicas estúpidas, como esta misma, que no estaría comentando de no haberse vuelto tan contingente por algo tan simple como un chiste, el financiamiento a través del rating, el nulo fomento a la ciencia y la cultura, el poco cuidado con museos o tesoros nacionales, entre otras cosas, han causado que el chileno se sienta «bicho raro» ante la verdadera cultura, y chaquetee creyendo ser defensor de esta, aunque nunca haya visitado un museo, ido a una conferencia de política o visto algún documental.
Así también, el discurso neoliberal aunque no lo queramos, es protegido incluso por nosotros mismos. El ejemplo puesto del mismo señor Ibarra, refleja esto. Podrás ir con tus mejores intenciones a la defensa de organizaciones intermedias, pero si criticas al Estado con hechos y de forma seria, y no con humoradas y sátiras, como lo hizo Caroe, cooperas en empequeñecerlo a la vista de todos, y permites que las trasnacionales, el capital extranjero y las familias dominen a su pinta, inclusive por sobre el Estado.
Sinceramente, la gravedad que han puesto a este tema me da risa. Así también, debo considerarme, viendo todo lo que escrito un grave ante el tema. Pues pese a hablar (o procurar hacerlo) del otro lado de la vereda, también he contribuido a un drama innecesario.
El humor pues, es burdo, insulso, e imbécil, y esa es su lógica. Los chistes de Edo Caroe sinceramente no eran una razón de porque molestarse, pues no representan más que una comedia basada en política. Es un humorista, y una persona como todos nosotros. Yo prefiero opinar de esa política, de la economía, no de lo que sucede en un festival, y lo que sucede con los dirigentes del país. A eso prefiero darle gravedad.
Ojalá el Rafa Araneda me de gaviota de plata por esta conversación pseudo-política, de la que no me siento orgulloso de participar. Cumple todos los requisitos de una presentación de humor. Es hiperbolizada, burda, insulsa, imbécil y da risa. El monstruo igual me hubiera devorado.
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