El pasado dibuja los hechos de hoy y colorea los escenarios del mañana. Lo que pareciera una frase más, hoy se torna una evidencia alarmante para nuestras vidas.
En menos de 48 horas la estrategia comunicacional del gobierno ha dado tumbos entre dos metáforas lingüísticas: la nueva normalidad y el retorno seguro. Ambas lanzadas y repetidas hasta el escarnio por el Presidente y los suyos.
Ambas estrategias se han desbordado, espoloneado y hundido en un duelo tan innecesario como inverosímil. Mientras contemplamos este espectáculo por televisión cada vez más angustiados y asfixiados en nuestra realidad física o social.
El futuro se avecina sin luces de claridad. Una nueva normalidad se parecerá a un paradigma extraño, en formación, donde sus pilares colectivos estará más próximos al control violento de lo colectivo y la intrusión en las individualidades ya sea por asepsia o por apropiación.
En 1854 John Snow logró mapear geográficamente el contagio de cólera en Londres y con esto ayudó a asentar las bases de la epidemiología moderna. La estrategia de Snow causaba resistencia en la comunidad científica jugada por la teoría miasmática a la fecha. Sin embargo la fuerza de los argumentos centrados en la manera como se distribuían y transitaban las personas no daba lugar a estrechas convicciones de los médicos del Londres victoriano quienes, semana a semana, lanzaban frases de optimismo a la población, tratando de aliviar el malestar y con ello “ganar tiempo”. Snow, como ocurre también con los sismólogos, supo que no se puede ganar tiempo, pero se puede identificar objetivamente cómo prepararse para el antes y el después de la crisis, aún cuando no podamos dimensionar su impacto y composición inicial.
El pandemia que vivimos tiene como elemento central a un virus nuevo del que no sabemos siquiera cuál es la fisiopatología, cómo actúa, si produce infección respiratoria, o altera la coagulación, o que su impacto es cerebral, renal.
La distopía es el ahora y el mero voluntariado mediático de las autoridades les hace aparecer cada vez más alejados de su centro, incluso de la propia realidad.
La abducción indica que estamos frente a un modelo caótico de realidad, es decir, requerimos de un proceso de razonamiento mediante el cual se construyan explicaciones para observaciones sorprendentes, esto es, para hechos novedosos o anómalos, como el virus que enfrentamos. Este tipo de razonamiento es clave en la construcción de diagnósticos en medicina, una disciplina que no posee leyes generales como la física.
Esta misma abducción está ausente en la construcción de narrativas que informen y faciliten el diálogo entre los ciudadanos. Al contrario, fuerza no solo a la autogestión económica de los hogares, cada vez más abandonados a su suerte lo que incuba una explosión social violenta, sino que también fuerza la ansiedad en los balcones y frente a las pantallas, los episodios de intolerancia crecen exponencialmente contra el otro, sin necesidad ya de la sola diferencia con excusa de los agresores. Ese optimismo individualista al que echan mano las autoridades, como fuego fatuo, ya no es capitalismo sino sólo hiperactividad, trauma, cansancio.
El resultado es una expectación por el futuro desganada y depresiva, autoexplotada y desprovista de toda protección social. Más lejos, en verdad más lejos todos de las expectativas individuales que promovimos en el pasado, ese de pocos meses atrás, pero también cada vez más lejos de las necesidades colectivas que veníamos construyendo.
El futuro se avecina sin luces de claridad. Una nueva normalidad se parecerá a un paradigma extraño, en formación, donde sus pilares colectivos estará más próximos al control violento de lo colectivo y la intrusión en las individualidades ya sea por asepsia o por apropiación. Cuidarnos solos, más solos que nunca antes. Lo que quedará, será la relación policial de unos contra otros.
Las narrativas de las autoridades chocan y se dislocan entre sí, optimistas, autodestructivas y vacías. No quedará sino responder con un pesimismo militante.
Pesimismo laborioso, contemplativo, cínico si se quiere ante el absurdo de los erráticos mensajes individualistas, desde arriba. Un pesimismo desde abajo, horizontal y colaborativo, para momentos en que no pareciera quedar espacio para conceptos como felicidad, ternura o tristeza, pues la angustia y la ansiedad devoran los sentimientos profundos y se arrojan sin más a las emociones rotas en su cadena genética, imposibles hoy de mapear o anticipar en sus impactos, algo así como la fisionomía de un virus, que no es vida, sino su opuesto.
Comentarios
28 de abril
Porque,tanto pesimismo, los que crecimos con un pedazo de pan con mantequilla al desayuno …. Creo que teniendo ese mismo pan con mi familia podemos salir adelante, así como lo hicieron en su tiempo los veteranos… Una nueva constitución
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28 de abril
Hola Anysur gracias por tu comentario. Siento el pesimismo, pero siento que es coincidente con el estado de las cosas actual. Esperemos que el pan con mantequilla y el té caliente nos salven o al menos, nos brinden el consuelo de volver siempre al hogar donde crecimos. Un abrazo.
28 de abril
Hay días que me abruma el pesimismo igual que Ud., después de todo somos seres sensibles, nos abruma la contingencia y el futuro. Me abate la idea que a pesar de tener hoy un inmenso potencial tecnológico y de conocimientos , que conocemos que todos estamos hecho de los mismos materiales y no hay gente con sangre azul, que hay una conciencia de un mundo finito y frágil y una idea más o menos compartida que aparte de esta no hay otra, siempre apostemos los dados por la destrucción, el conflicto, la muerte. En lo doméstico, estoy seguro que después que transcurran estos momentos de pandemia en que vivimos aislados, con una contención obligada, volveremos a lo nuestro como dice Serrat después de la fiesta en el cerro, el que odia a su odio cultivado con esmero, el que destruye, a la destrucción del trabajo de los otros, el que ama el fuego y el saqueo a lo suyo, y el que trata de imponer por todos los medios un espúreo pensamiento único, a sus esfuerzos.
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28 de abril
Gracias J.A. Por tu sentido comentario. Habrá que arar mucho campo para que ese esfuerzo pase de rutina a regeneración. Existen los pilares de un nuevo ciclo, ahí están, cómo oportunidades. Pero esto nada asegura que las decisiones individuales y colectivas sean las indicadas. He ahí este pesimismo militante. La acción de muchos como tú podrá cambiar el curso de esto. Un abrazo