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¡Tú eres un delincuente!

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Debemos entender que personas como Herrera, Larraín y muchas otras miles que consideran que sus actos no son regulados por el derecho, normalizan conductas que, para el resto de los ciudadanos si son delictuales o, al menos, son reprochables socialmente.

Si uno busca el concepto de delincuente, a la primera fuente que debe recurrir es al diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la que lo define como aquella persona “que delinque”. Luego, delinquir es la acción u omisión por la cual una persona comete un delito, es decir, infringe una norma de carácter penal con la consecuente sanción privativa o restrictiva de libertad que esta trae aparejada. También podemos ir a disposiciones de derecho internacional y ver que, por ejemplo, las Reglas de Tokio definen la palabra “delincuente” como aquél que se encuentre “sometida a acusación, juicio o cumplimiento de una sentencia, en todas las fases de la administración de la justicia penal”. Esta conceptualización es importante para lo que pretendo desarrollar más adelante.

Ayer domingo, muchos de nosotros estuvimos pendientes del clásico Universidad de Chile v/s Colo-Colo. Como buenos hinchas apoyamos a nuestros equipos, gritamos y sufrimos por nuestros colores. Independiente del resultado deportivo, me interesa resaltar en esta columna lo que sucedió con posterioridad al pitazo final. Mientras los jugadores de Colo-Colo celebraban su triunfo y los de la Universidad de Chile debían soportar la amargura de la derrota, Jason Silva, jugador de Colo-Colo, decidió de manera irresponsable patear y pisotear un lienzo de la barra de Universidad de Chile. Craso error. Inmediatamente fue detenido por personal de Carabineros pues supuestamente se habría infringido la Ley de Violencia en los Estadios.

Luego de esto, vinieron las declaraciones de los jugadores, y entre ellas me quiero detener en las realizadas por el arquero de Universidad de Chile, Jhonny Herrera. Esta persona, al ser consultada por lo sucedido con Jason Silva, señaló que la actitud de este “era típica de un delincuente”. Sin tapujos ni filtros, el arquero de la Universidad de Chile remeció el ambiente futbolero con esas declaraciones, generando la explosión de las redes sociales, quienes enrostraban una y otra vez el prontuario del jugador azul, el que, entre otros delitos, incluye la condena por el manejo en estado de ebriedad con resultado de muerte de la adolescente Macarena Casassus durante el año 2009, un manejo en estado de ebriedad que le costó la revocación de la suspensión condicional del procedimiento por el mortal atropello y además una formalización por la falsificación de su licencia de conducir, todo lo cual lo mantiene actualmente enfrentado a la justicia, con una audiencia fijada en una fecha venidera.

Técnicamente, y si nos acogemos a las definiciones revisadas anteriormente, Jason Silva podría calificarse como un delincuente, en el sentido amplio (muy amplio) de la palabra. Con mayor razón, Johnny Herrera también puede ser calificado como delincuente, considerando el listado de delitos por los cuales se encuentra formalizado en la actualidad y la condena a 41 días de pena remitida por la muerte de Macarena Casassus. En parte, el mismo comportamiento de Herrera lo tuvo el Presidente de Renovación Nacional, Carlos Larraín, hace algunas semanas señalando que a su hijo se le quería dejar “como si fuera un criminal”. Todos sabemos que Martín Larraín se encuentra formalizado por homicidio simple por omisión. Técnicamente, él también es un delincuente. Dicho todo esto, surge la pregunta central de esta opinión: ¿Qué hace que ciertas personas señalen con el dedo a otros como delincuentes y no reconozcan que sus actos también son delictuales? Dicho de otra forma, ¿por qué para el señor Herrera, Jason Silva es un delincuente, pero él no lo es?

Desde mi punto de vista, estas preguntas pueden ser respondidas de la siguiente forma. Debemos entender que personas como Herrera, Larraín y muchas otras miles que consideran que sus actos no son regulados por el derecho, normalizan conductas que, para el resto de los ciudadanos si son delictuales o, al menos, son reprochables socialmente. Realizan mentalmente un proceso de disociación de su conducta con los parámetros legales y sociales existentes en la comunidad, lo que los autoriza moral y éticamente a indicar con el dedo a quien sí es delincuente y a rechazar cualquier ataque en su contra por considerar que su manera de actuar no fue “tan lesiva para la sociedad” (como si matar fuera algo bueno o permitido). Esto implica que tales personas no cuentan con una conciencia de delito, es decir, no tienen la capacidad de comprender que, primero, cometieron una conducta delictual y, segundo, no son capaces de entender las consecuencias negativas que tuvieron sus actos. Conclusión: terminan justificando su actuar ante la sociedad como “ataques sin fundamento”.

Este nivel de abstracción respecto del propio comportamiento implica, por ende, acusar al otro y estigmatizarlo, buscar que sea reprochado por la sociedad en su conjunto. Eso, mientras quien acusa claramente no ha tenido a la vista su pasado ni su comportamiento previo. Desde este punto de vista, acusar al otro y no ver las propias faltas es un acto extremadamente injusto y discriminador. Resulta dañino para la vida en sociedad y nos separa entre los «buenos» y los «malos» en una estructura que implicitamente concibe la existencia de un «enemigo».

Por mi experiencia como litigante penal y en el sistema penitenciario, he conocido a cientos de personas privadas de libertad, delincuentes que cumplen su pena recluidos en alguna cárcel de Chile. En este escenario, he conversado con decenas de personas que, sin caer en exageraciones, tienen más conciencia de delito que el señor Herrera. Sin embargo, ellos están presos y otros se encuentran libres en la comunidad, acusando a otros para así expiar las propias faltas. El problema de este tipo de personas es que al no tener la conciencia de que sus actos pueden llegar a ser o son derechamente ilícitos, los siguen cometiendo pues para ellos son normales de acuerdo a sus propias pautas de conducta, teniendo siempre más de alguna excusa en el bolsillo para utilizarla en el momento adecuado.

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Foto: Chileazul

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Comentarios

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07 de abril

Yo creo que la Ley que asigna los castigos, introduce una rebaja de condena muy alta al tomar en consideración, por ejemplo, la intachable conducta anterior. En homicidios producidos en accidentes de tránsito u otros, producto de negligencia en que no hay intención, ocurre esto, pareciera entonces que yo, que no tengo antecedentes penales, pudiera darme la libertad de cometer mi primer delito y esperar una pena muy baja y no pagar con cárcel. Este es el mensaje que recibimos del actuar judicial, ¡ PÉSIMO!.

07 de abril

Una pregunta: ¿esta percepción es parte del ser humano como sujeto que califica a otro, lo cual da para un análisis más profundo de nuestra sociedad, o es producto de los mensajes erráticos que entrega nuestra justicia?

Catherine Vera

08 de abril

No creo que en estos casos sea necesario hecharle la culpa a la sociedad por el actuar de una persona que en manera reiterada comete una misma falta, arrebatando una vida incluso debido a esto.

Creo que muchas personas con una relativa «normalidad» mental estaría sintiendo un profundo sentimiento de tristeza y angustia al saber que mató a otro ser humano, pero por el contrario, Herrera se comporta como si en vez de un accidente hubiera solo pisado a una hormiga. u.u

Cristóbal Miranda

08 de abril

Una precisión. JH no iba en estado de ebriedad. Su alcoholemia marcaba 0.3 y en esa época la ley especificaba un mínimo de 0.5 para considerar al conductor «bajo los efectos del alcohol».
MC, por otra parte, tenía 0.9 y cruzó por un paso no habilitado.
Lo que le ocurrió a JH fue un lamentable accidente, que podría haberle ocurrido a cualquiera, causado por la imprudencia del peatón, causa principal de los atropellos ocurridos en Chile. Cualquier persona con criterio puede darse cuenta de eso, lo que no incluye a los tribunales, claro.

Catherine Vera

08 de abril

Una precisión… En el caso de JH hubo peritos que proyectaron hasta 0,56 de alcoholemia en el momento del accidente…

En todo caso cualquier persona con criterio también puede darse cuenta que manejar a más de 150 km/hr con un par de copas en el cuerpo aumenta las posibilidades de un accidente fatal… Y si se tiene un accidente con esos funestos resultados también cualquier persona con dos dedos de frente busca rehabilitarse, en vez de seguir conduciendo curado, como lo ha hecho JH en ocasiones posteriores al 2009.

08 de abril

«El hecho me afectó y lo voy a recordar toda mi vida. Tengo que aprender a vivir con ello», finalizó.

Eso dijo JH en el juicio por haber asesinado a Macarena el 2013.

Atropello a Macarena el 2009 ¿Cuando le marco el alcotest en Quintero el 2012, 1,6? Dios, que traumatizado se quedo que siguio manejando borracho.

No olvidemos el detallito ademas que JH atropella a Macarena y se larga del sitio del suceso, pese a que en ese momento le exploto el airbag. No se detuvo, lo detuvieron.

Y el detallito que en Quintero manejaba con licencia fraudulenta.

Cualquier persona con criterio se da cuenta que lo ocurrido a Macarena no le habria pasado a nadie que estuviera sobrio, atento y manejara a la velocidad permitida como dicta la ley y el sentido comun. 150 km/h hasta donde todos sabemos, no se permite ni sobrio ni borracho ni de ninguna manera.

Por favor, no defienda a ese sujeto.

Cara de Raja igual que este web

08 de abril

Eres un saco de wea, ojalá desmembren a tu hermana como lo hizo con la pobre niña, csm

Francisco Ignacio Pinto

08 de abril

anda a dar clases de moral a otro lado progre del barrio lastarria

rodrigo reyes duarte

08 de abril

Te equivocas en varias cosas José. sólo esbozaré una: Herrera no fue condenado por manejo con alcohol en el caso cassasus. Fue absuelto. Y sólo condenado por cuadidelito. En suma el tribunal dijo que había dolo ni había alcohol en la sangre de Herrera, pero si la había en la víctima.

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