Cualquiera que haya estudiado un mínimo de antropología cultural sabrá que las sociedades humanas se constituyeron gracias al control de la sexualidad, a los tabúes y a cierta represión de los instintos animales. Tanto la primitiva organización del clan como la posterior estructura familiar, surgieron como resultado directo de las normas comunitarias con respecto al ejercicio del sexo. Las prohibiciones están en el origen mismo de todo grupo humano, ya que sin una jerarquía de valores colectivizada es imposible regular las complejas interacciones cuya reglamentación permite la conformación de un cuerpo social orgánico. Los tabúes sexuales corresponden al primer escalón de dicha jerarquía por pertenecer al nivel biológico-corporal de las normas culturales. Esta necesidad de limitar la satisfacción de los impulsos sexuales para el mantenimiento del orden social, ha sido observada de manera transversal tanto entre las tribus más sencillas de Papúa Nueva Guinea como entre las más refinadas civilizaciones del continente europeo.
Pensemos por un momento en nuestras sociedades posmodernas. ¿Cuáles serán las consecuencias sociales de eliminar todo control de la sexualidad, volver irrelevantes los tabúes y suprimir toda represión de los instintos animales? Ya podemos observarlo en las enormes dificultades que padecemos a la hora de establecer vínculos afectivos estables y duraderos, en la confusión de las identidades, en el aumento de las parafilias, en la anomia social desatada, en la escasa identificación con el propio grupo familiar, así como en la soledad, la apatía y el nihilismo que nos corroe por dentro.Tanto la primitiva organización del clan, como la posterior estructura familiar, surgieron como resultado directo de las normas comunitarias con respecto al ejercicio del sexo.
Quizás entonces nos acordemos de lo ocurrido hace mil setecientos años con la decadencia moral de Roma y su triste final. Fue el cristianismo, con su férrea y exagerada contención de los impulsos, quien puso fin al libertinaje romano. La historia siempre se repite porque la piara jamás aprende. ¿Se acerca la hora del Islam? De una cosa estoy seguro: este barco se hunde. Luego la dialéctica de ideologías en contradicción se encargará de golpear el tablero y acabar con la fiesta. Es la patética y reiterativa narración de los excesos humanos que conocemos como Historia.
Comentarios
28 de septiembre
Yo no le compro a la gente que es muy liberal en materias sexuales. Creo que son unos cartuchos que tratan de aparecer como liberales, ademas creo que en materia de sexualidad la gente siempre ha sido despota. No respetan, quieren imponer cosas, antes era el rollo con el machismo, habia que ser machista, hoy es lo opuesto y hay que serlo tambien. Siempre quieren ser la ultima palabra, obligar a todo el mundo a pensar y hacer lo que ellos quieren. Que no me digan machista porque sé lo que es el bullying, y veo con estupor que los mismos que eran los campeones del machismo hoy son los campeones de la supertolerancia, de alguna forma siempre quieren ser el que mee más lejos.
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28 de septiembre
Tú lo has dicho estimado. Es la eterna historia de los excesos. A veces se nos impone uno, otras veces se nos impone el contrario. Jamás hay justicia y equilibrio, sólo ideologías hegemónicas que van cambiando de signo y color con el paso del tiempo.
01 de octubre
El nihilismo y cierto animalismo desatado es una práctica que atrae a todo tipo de individuos, quizás ofrece un escape al instinto bestia que todos llevamos dentro, es una suerte de recreo del cerebro primitivo que convive con el otro más evolucionado, pero a muchos les ocurre que se agotan en sus excesos, porque el ambiente que han creado se torna demasiado nauseabundo y lo bizarro satura hasta el más desatado, y entonces, como paradoja se intenta volver a lo que en esencia somos, humanos, seres más evolucionados, productores de pensamientos, creadores, animales capaces de contener sus instintos, capaces de volver el cerebro primitivo a su lugar y mirar en perspectiva su rol en la naturaleza. Quizás los mejores sean aquellos que no necesitan pasar por esas experiencias, y resisten firmes las amenazas, bulling y toda clase de coerciones de quienes están de fiesta.
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