Al escuchar y leer, al tratar de entender y comprender al ministro de Educación, Gerardo Varela, sobre sus dichos sobre los bingos y el asistencialismo, cuya explicación fue que son palabras sacadas de contexto y que no representan lo que él quería decir, se me vienen tres imágenes y quisiera compartirlas.
La primera es sobre los problemas de infraestructura que sufren muchos establecimientos educacionales en el país, de todos los niveles. La educación media la estudié en Coronel, comuna al sur de Concepción, una zona carente de recursos y con altos índices de desempleo y pobreza. Allá se inició el primer “movimiento pingüino”; las filtraciones en las paredes, techos y pisos fueron los reclamos iniciales de los alumnos de los “liceos acuáticos” en Lota, Coronel y Tomé. Luego se sumarían las demandas de mejora de la educación y más tarde se expandió a un movimiento nacional que busca el cambio integral sobre la materia. Lamentablemente acá no hubo bingos, rifas ni completadas que pudiesen sumar la cantidad necesaria para arreglar las falencias de algunos edificios que el mismo Mineduc mandató a construir, así que se debió molestar a la cartera a cargo para que solucionara este tema. Ni el sostenedor, alcalde o Intendente tenían los recursos necesarios, sino el centralismo de Santiago que reaccionó después de algunos meses de tomas y protestas.
La segunda es mi participación en un bingo, en diciembre del 2017. Este fue para pagarle el tratamiento de cáncer a un familiar, ya que la póliza de la isapre no cubre todas las prestaciones necesarias ante las enfermedades catastróficas. El resultado del bingo fue un dinero insuficiente pero necesario para la realización de unos exámenes que debía realizarse. Lamentablemente, para enfermedades de alto costo los bingos no son una herramienta suficiente para cubrir los copagos y menos para solicitar una atención adecuada, oportuna y de calidad en pos de sanar y mejorar la vida de una persona.El problema no es Varela, el problema es de cierta parte de la elite chilena que vive en otro país, medio desarrollado y medio nórdico, que escriben las reglas del juego para todos los demás, queriendo borrar con el lápiz la realidad presente
La tercera imagen es sobre los dichos del actual Presiente Piñera, en donde indica -en su campaña electoral- que él no cree en la Gratuidad en la Educación Superior y que uno, en la medida de que le “vaya bien en la vida” deba pagar los altos costos de una educación librada al mercado, desregulada en lo curricular y no fiscalizada en lo que corresponde al lucro. La educación superior debía costearse con becas y créditos, siendo ambas herramientas parte de una batería de asistencialismo para aquellos que, por sus medios directos, no pueden hacer frente a los aranceles. ¿Cuantos bingos no serán necesarios para pagar una colegiatura, una matrícula y el proceso de tesis?
Varela no está equivocado, porque su cosmovisión se encuentra estructurada en que “la educación, como lo salud y la seguridad, son tanto derechos como bienes económicos», por ende, los que pueden pagar su educación de calidad, con una buena infraestructura, sin gotera ni problemas en los pisos y los que deben recurrir al Estado para adquirir las prestaciones básicas en las que se compromete mediante el pacto social en el cual nos encontramos insertos.
De hecho, en su cosmovisión, una buena parte de la población vive del asistencialismo del Estado, donde la ciudadanía recurre cuando, por motivos personales, de mercado o regulación, no ve satisfechas sus demandas. Claramente, su cosmovisión debe suponer también que la mayoría de los chilenos recibe el sueldo mensual porque se lo merece, porque quiere ganar el mínimo y tener una pensión paupérrima, o porque quizás fueron flojos y por ello el monto de capitalizado en sus cuentas individuales es bajo, que muchos alumnos optan a ciertas universidades de dudosa calidad porque eligen libremente y no por un resultado de hasta donde alcanzó el bolsillo y el puntaje, tras recibir una educación mediocre en metodología pedagógica y contenidos, o bien aquellos que hacen fila en los consultorios a las siete de la mañana porque no desean desembolsar para un plan privado de salud. “La solución para la educación no es la gratuidad ni la prohibición del lucro —y menos de la selección y el copago—, sino que el desafío es cómo seguir atrayendo inversiones, competencia y talento a un sector que la requiere con urgencia. Esto se logra con libertad para organizarse, libertad para financiarse y libertad para educar”, escribiría también en la columna de El Libero.
El problema no es Varela, el problema es de cierta parte de la elite chilena que vive en otro país, medio desarrollado y medio nórdico, que escriben las reglas del juego para todos los demás, queriendo borrar con el lápiz la realidad presente y que por alguna razón cree contar con cierta libertad de palabras, que en el ánimo, en el fondo y en la manera son nefastas para un gobierno que trata de correr la cerca de su universo desde una derecha que cree que todos pedimos asistencialismo (a la que corresponde el Ministro) hasta un centro desdibujado.
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