La maternidad en la discapacidad, desde la voz en primera persona. Me permití hacerles llegar este escrito, porque sin lugar a dudas, me consideró «una mujer y punto».
Soy madre en situación de discapacidad severa de una beba prematura de 30 semanas, que actualmente tiene dos años y seis meses. Una nena más bella que el sol, mi persona favorita en el mundo, la que día a día me enseña la riqueza de la maternidad, por sobre las dificultades a las que se nos condiciona solo por el hecho de poseer una discapacidad, sin dejar de hacer mención a que no la elegimos, ni depende de nosotros, pero que, sin embargo, define y determina lo que podemos y » no podemos hacer» y lo permitido o «anulado», en nuestras vidas.
Uno de mis mayores anhelos era ser madre, pero desde pequeña se me inculcó que no podía así que, desde siempre se transformó en una utopía, que añonaraba y observaba desde a lo lejos.Quiero plasmar en mi historia porque una madre, mujer, una profesional, que ama con todo su ser a su hija y que, pese a ser «persona con discapacidad», jamás renunciara a luchar por ella y hacerla feliz.
El año 2006 ingresé a la carrera de Trabajo Social, en la Universidad Católica del Maule y dos años después, en 2008, y a raíz de mi condición, tuve una lesión medular que me ocasionó tetraplejia y dependencia de un ventilador mecánico para respirar y hablar. Después de 2 años hospitalizada, logré retomar mi carrera universitaria y el 2015, después de una larga relación quedé embarazada, pesé a que estaba en tratamiento anticonceptivo hace ya bastantes años y que el padre de mi hija no podía ser padre por un accidente en su juventud.
Sin ninguna probabilidad de procrear, bajo todo pronóstico de «no poder», nació Fernandita.
Por ello, me consideró una «mujer y punto», independiente de mi discapacidad y de vivir en un país que recién se esta interiorizando en temáticas de diversidad; un país sin ninguna política de Estado que valide y represente la maternidad asistida para madres que no contamos con la movilidad y capacidad de nuestras manos y piernas para cuidar un bebé, pero que somos tan madres, tan mujeres como cualquiera otra. Un país donde aún preexisten los prejuicios de referirse a la discapacidad como enfermedad o asexuados. Un país donde visualizar una realidad tan cotidiana como la maternidad desde lo diverso es casi un estado de demencia, o simplemente te silencias por la angustia, o crees lo que te hacen creer, hasta tal punto de hacerte ver como un factor de riesgo para tu hija/a solo por ser diferente.
Las madres con dependencia severa, por lo general deben institucionalizar o dejar a sus hijos en manos de familiares, pasando por alto que en ocasiones no existe red familiar, pero que quieres seguir junto a tu bebé, poder criarlo y acompañar çada etapa de su desarrollo. Esto lo que quiero plasmar en mi historia, una madre, mujer, una profesional, que ama con todo su ser a su hija y que, pese a ser «persona con discapacidad», jamás renunciara a luchar por ella y hacerla feliz.
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