“Señor Ministro, le pido un favor. Mire, yo creo que la fortaleza debiera tenerla usted, no flaquear ahora delante de la gente, porque provocó un sentimiento encontrado en ellos, se asustaron mucho más. Si hay que darles esperanzas, hay que darles esperanza… le pido firmeza, Ministro” (7 de agosto).
Ese momento ha sido a la postre el reflejo de lo extrañamente hermoso que muestra la historia que se ha ido tejiendo con los mineros atrapados a siete cuadras bajo tierra: la clase trabajadora instruyendo a la clase dominante.
Se ha de dimensionar el contraste: un ex-ejecutivo top para el cual personas, como este familiar, fueron números vistos desde su oficina en la gerencia de las empresas de Horst Paullman; un ministro ad-hoc al estilo Piñera, al igual que el resto del gobierno, que no entiende a la gente sencilla, ni se compenetra con ella; gente que vaya si puede dar lecciones. Es cierto, esto le sirvió a Golborne para que se pusiera las pilas, y a la larga, para que comenzara a hacer bien su trabajo. No solo éste, sino el que le queda por delante; y qué bien que los equipos de Piñera comiencen a hacer lo mismo, porque cambiará su manera de ver los problemas, y de solucionarlos.
Pero este ciudadano no solo dio cátedra a la autoridad, también representó a millones de chilenos que están cansados de las desigualdades que presenta el país. A todos aquellos que están chatos de trabajar como bueyes, no siendo reconocidos y para que brillen otros; a aquellos que están cansados de esperar verdaderas soluciones pasado ya medio año de ocurrir un terremoto grado ocho coma ocho y, sobre todo, de sufrir la muerte de parientes que en algunos casos pudo ser evitada, de no ser por la estupidez de las autoridades; a aquellos que tienen que viajar todos los días en un error creado por gobiernos que se suponían aptos para ejercer su labor; a aquellos que tienen que aguantar la postergación de vivir en pequeños pueblos que ya a nadie les importa.
El encauce al ministro fue también una especie de “¡Aprende, tal por cual!”, que se escuchó en este lado del país al que la elite mira desde sus castillos.
Esta lección para las autoridades no se ha tratado de un acto aislado. Los familiares fueron los que insistieron en la participación de mineros que conocieran la mina San Esteban, en los equipos de rescatistas; y así se hizo. Los familiares estuvieron presionando, opinando, al acecho de la autoridad, la que se vio obligada a permanecer al pie del cañón haciendo la pega —los jefes supervisados por sus empleados—. Los mismos familiares que se pararon en un cerro, juntos, con banderas chilenas, a celebrar, allá donde las cámaras no llegarían, alejándose de la mentira comunicacional —aunque duró poco, porque alguien quería más—. Y, por supuesto, también los treinta y tres mineros que, aparte del ingenio utilizado para sobrevivir y también comunicarse, enviaron un mensaje completo, contundente: “Estamos bien en el refugio los 33”.
¡Es un triunfo de los postergados del país!
Por lo mismo molesta escuchar a analistas, a personas que parecen sensatas, decir que ahora el gobierno de Piñera logró ser apreciado por la gente, que el gobierno no perdió la esperanza (¡?), que comunicó bien (¡?), que el gobierno logró una hazaña, o que felicitan a Piñera y Golborne por lo bien que lo hicieron, cuando a lo más cumplieron con su trabajo, que por lo demás estuvo recargado de efectos comunicacionales. ¡Si los familiares fueron carne fresca que los leones pudieron devorar, y, pasadas las horas, hasta las hienas pudieron comer!
Aquellos que tienen tribuna, ¡despierten! Ustedes saben que vivimos en un tiempo donde las autoridades, los políticos especialmente, viven su trabajo ‘comunicacionalmente’: solo si les ponen una cámara trabajan. El estandarte lo llevan el mismo Piñera, Jacqueline Van Rysselbergue, Guido Girardi, Alejandro Navarro, Evelyn Matthey, Lily Pérez, y muchos otros…
No he podido encontrar el nombre de la persona que dice las palabras que inician esta columna; no fue nombrada en la televisión, los diarios o la radio. Revisé en Youtube, Google, y nada; una periodista del diario Chañarcillo lo está averiguando. En mi búsqueda noté que lo más cercano a identificar a los familiares de los mineros, es ‘familiares de los mineros’. Noten que recordamos a Franklin Lobos por haber sido un futbolista famoso…
Dicen que los mineros cantaron el himno nacional cuando llegó el sonido hasta ellos. Qué felicidad la verdadera patria, qué felicidad para un puñado de compatriotas que sienten que no están solos, qué felicidad debiera sentir todo chileno de lo mismo, porque muchos se encuentran atrapados en un hoyo invisible, insentible, que cada vez se hace más profundo.
Desde aquí no sólo escucho su felicidad, escucho también un mensaje que nos recuerda a todos nosotros que los verdaderos héroes de la jornada son ellos, son también sus familiares, son los rescatistas que bajaron y arriesgaron el pellejo, los mineros que querían entrar sin importar los riesgos, los ingenieros que pensaron cómo hacerlo mejor y no se rindieron, todos aquellos cuyos nombres no conocemos. Nadie más.
Comentarios
26 de agosto
Los postergados son los poltergeists de los posgraudados de Harvard
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27 de agosto
al igual que el resto del gobierno, que no entiende a la gente sencilla, ni se compenetra con ella; gente que vaya si puede dar lecciones esto es lo mejor.
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