¿Cuántos años manifestándose el mismo día y sin conseguir cambios profundos? ¿Por qué se cree en la mentira política? ¿Qué tan cercanos estamos a ese sistema estresante que nos dice molestar?
«El adoctrinamiento a través de la existencia humana ha tenido tal éxito que aún no se puede vivir en paz, llegando al punto de que la mayoría de la población viva en la miseria, en medio de guerras y muriendo de hambre.»
Pues bien, todo parte por nuestra debilidad y victimización como individuos, dejándole a los fuertes (dónde la mayoría son déspotas sin mayor objetivo que acumular poder) la tarea de liderarnos, es así cómo observamos a la miseria que corroe a la vida humana y ecológica actualmente. Vivimos en un mundo en el que el engaño y la maquinación para terminar con la competencia es un activo heredado por un modelo que busca dividir las relaciones humanas. Bauman dice que el mercado ha logrado ganar una batalla importante, que es la supresión de la solidaridad transformándose en la victoria más importante para dicho modelo, que arrincona cada vez más a una población que -cansada y como zombies- repite no querer un sistema económico que denosta la dignidad humana basándose en el empobrecimiento a través del endeudamiento.
Uno de los principios de la civilidad según Freud se encuentra en una frase religiosa: “ama al prójimo como a ti mismo”. Esa formula es la que sería capaz de despertar esa necesidad tan profunda de ser reconocidos y de sentirnos útil, el saber que mi acción es dignificada por ser un aporte real a esa compleja red social que es la humanidad. ¿Pero cómo puede eso aplicarse alguna vez si vivimos en un mundo que, a través de la historia, repite la imposición de los conflictos donde el ruido de la guerra desviste la humillación de los derrotados? “El más fuerte sobrevive” es un precepto que está en el consciente de todas las personas del mundo, y es aceptado y avalado en el que la miseria de una parte del planeta justifica la riqueza del otro.
Esa tarea tan importante del diario vivir –la bondad- se ha dejado en segundo o tal vez tercer plano porque no se sustenta con la realidad violenta del hombre moderno -donde el individualismo para conseguir placeres personales se termina imponiendo sobre la solidaridad comunitaria-. Por más que se quiera culpar al sistema de esta desdicha, es una responsabilidad también individual, hay que tener en cuenta que nos hemos quedado en una postura mediocre, en la que tan solo se espera cuánto se puede conseguir a través de un sindicato o de algún movimiento social para el beneficio personal, más que la real acción de cambio. Buscamos infantilmente un líder que nos guíe y solucione nuestros problemas y buscamos a los culpables para descargar toda clase de frustración. Somos una sociedad llena de ira que está ciega ante las soluciones y que metódicamente repite y crea conflictos.
Al ser entes susceptibles a lo externo aceptamos todo patrón de comportamiento aunque sepamos que nos hace daño, es que ese terreno ganado por el sistema impuesto tiene el poder de despertar el egoísmo como su mejor arma -y que no cesamos de absorber- ya que está en la publicidad, en la televisión, en las redes sociales.
Hay una presión tan intensa y rigurosa que no da chance para trabajar en la conciencia humana, y esa dedicación no necesita de un centinela si no de la propia voluntad personal del individuo, pero como estamos condicionados a una cantidad absurda de horas de trabajo y quehaceres sociales dejamos de lado la labor más importante que es el autoconocimiento. Olvidamos que los cambios parten de lo interno a lo externo y que la acción que se decida tomar en pos del prójimo reflejará el amor interno de esa persona. El autoconocimiento significa identificar y dar solución de raíz a los conflictos internos que se arrastran desde la niñez y que pueden marcar la vida para bien o para mal de las personas. Bien lo decía Krishnamurti, que las guerras no son más que la manifestación exagerada de los conflictos internos.
Estamos inmersos en una sociedad que constantemente nos somete al estrés de la incertidumbre, nos crea miedos y enceguece la precaria percepción de la conciencia. Nos confunde con sus ideologías y a través de ellas se crea la división humana, hoy en día la división entre izquierda y derecha son esas semillas que se implantan en el cerebro de las personas según sus vivencias y que germinan con tal fuerza que la repulsión termina en la violencia. Así también ha pasado (y pasa) con las religiones Judeocristianas y Musulmana.
El mundo está atrapado por las ideologías políticas, religiosas y económicas que nos mantienen sedados con el placebo de la esperanza, nos dictan cómo debemos ser y se contradicen constantemente al romper ellos las normas que nos imponen, pero el adoctrinamiento a través de la existencia humana ha tenido tal éxito que aún no se puede vivir en paz, llegando al punto de que la mayoría de la población viva en la miseria, en medio de guerras y muriendo de hambre. La sociedad fuera del círculo de poder es eternamente engañada y así quedará si no logra primero el autoconocimiento, una tarea que parece titánica si no se impulsa una propuesta educativa que se aboque a las virtudes en vez de enfocarse a la competencia, es imperativo decidir lo antes posible si se acepta vivir como sea por miedo o se despierta para cambiar de paradigma. Esa es la tarea de hoy para la humanidad, ser trabajadores del planeta.
“La felicidad es dada por la libertad y la libertad por el coraje”, Pericles.
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