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Los Miserables

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Crisis post pandémica, cambio climático y malestar social global

Víctor Hugo, ese animal de las palabras, como le calificaran en su tiempo, en “Los Miserables” enseña: “Cuando se llega a cierto grado de miseria, lo invade a uno algo así como una indiferencia espectral y se ve a las criaturas como si fueran larvas, hay en ellos una inexistencia observada.


Los altos niveles de desigualdad, aumentada por el cambio climático, debilitarán la cohesión social y dará lugar a discriminación, chivos expiatorios, tensiones y disturbios, aumentando el riesgo de conflicto

La invisibilización de las problemáticas latentes en los países durante la pandemia por COVID-19 es una temática clave para abordar el escenario mundial de los próximos 10 años. En efecto, son múltiples los estudios que abordan las situaciones sociales y políticas de los países en la historia durante y post pandemia. Conocidas son las alteraciones sociales, la desobediencia civil y estallidos que han existido en la historia, desde la Plaga e Justiniano a la Peste Negra, sucesos que han traído aparejado un rebrote o el desarrollo de malestar social que deriva en violencias y reformas traumáticas para las naciones o grupos sociales.

La tesis principal refiere a que la gestión de las pandemias puede sacar a relucir problemas subyacentes más profundos: redes insuficientes de protección  social,  gobiernos incompetentes o falta de confianza en sus instituciones, por lo que eventos como desastres naturales, inundaciones, terremotos o huracanes, así como epidemias. Se correlacionan en forma positiva y significativa con posibles estallidos sociales. Es más, los estallidos sociales mientras más largo el lapso de separación del desastre natural,  más fuerte puede ser su manifestación en malestar social y violencia, pudiendo remecer el acontecer de un país o tumbar gobiernos. En efecto, eventos pandémicos pueden generar un riesgo de desorden civil significativamente más elevado después de 14 meses de finalizada la etapa de pandemia.

Cinco años después de la pandemia todavía existe un “efecto cuantitativamente significativo sobre la probabilidad de estallidos sociales”.  Los brotes de ébola en el Oeste de África entre el 2014 y el 2016, por ejemplo, provocaron un aumento de la violencia civil superior al 40% al cabo de un año y su efecto sobre el malestar social persistía varios años después.

Si contemplamos el panorama actual de las naciones que mantenían situaciones de tensión o crisis manifiesta antes de la pandemia es posible que identifiquemos que las fracturas ya existían en la sociedad y se vinculan con la falta de protección social, la desconfianza en las instituciones, la percepción de incompetencia o corrupción de los gobiernos.

El malestar social era elevado antes del Covid y se ha moderado durante la pandemia pero, si la historia nos sirve de guía es razonable esperar que conforme a pandemia disminuya, los estallidos sociales emergerán de nuevo. La mecha de la violencia no tiene por qué estar relacionada con la pandemia sino con problemas más profundos.

Las pandemias detonan la bomba de relojería porque reducen el crecimiento económico y elevan la desigualdad creando un bucle en el que el crecimiento más lento, la subida de la desigualdad y el aumento de malestar social se refuerzan el uno al otro. Los resultados indican que la desigualdad elevada está relacionada con más estallidos sociales y el malestar social será mayor cuanto más elevada sea la desigualdad multidimensional en ese minuto. Dicho en palabras simples, los que ya se están quedando atrás, se quedarán aún más atrás. La alteración del clima y de la salud mundial ya está provocando el desplazamiento y el brote del malestar en todo el mundo.

Junto a la pandemia, entonces, aparece una segunda ola, todavía más grande, como es el cambio climático y sus efectos en los países y comunidades más vulneradas. De esta forma, el futuro inmediato post pandemia  será uno que incluya migraciones masivas por desastres naturales, sequías y falta de alimentos por la degradación de la Tierra, así como conflictos por los recursos más básicos, si no se actúa inmediatamente para ralentizar los efectos del calentamiento global y actuando drásticamente en los elementos que lo aceleran y profundizan. Cuando el cambio climático seca los ríos, reduce las cosechas, destruye la infraestructura crítica y desplaza a las comunidades, exacerba los riesgos de inestabilidad y conflicto, intervenir en esos territorios acompaña siempre procesos de malestar violento de las comunidades con las elites y complejiza aún más cualquier intervención humanitaria.

Un estudio del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo que encontró que ocho de los diez países que albergaron las mayores operaciones multilaterales de paz en 2018 estaban en áreas altamente expuestas al cambio climático. En estos territorios son las mujeres quienes soportan la mayor carga de la emergencia climática y no disfrutan de los mismos derechos que los hombres, demostrando que los impactos de esta triple crisis: pandemia-fracturas sociales-cambio climático son mayores donde la fragilidad y los conflictos han debilitado los mecanismos de supervivencia y en los que las personas dependen del capital natural como los bosques y las pesquerías para su sustento, por ejemplo.

Los más pobres son los que más sufren ,por ejemplo las sequías en Darfur que expone a las mujeres a más violencia de género al extender los tramos de caminata para encontrar agua o en Afganistán donde el 40% de la mano de obra se encuentra en la agricultura y donde la reducción e cosechas empuja a la pobreza y por tanto a ser susceptibles de reclutamiento de bandas criminales y grupos armados; o en el Chaco paraguayo donde la desertificación y cambios en los patrones de cultivo y dependencias laborales que provoca la construcción de mega infraestructuras viales no solo amenazan la naturaleza y el clima sino genera externalidades directas sobre las poblaciones del pueblo Ayoreo que sufre estas consecuencias.

Los altos niveles de desigualdad, aumentada por el cambio climático, debilitarán la cohesión social y dará lugar a discriminación, chivos expiatorios, tensiones y disturbios, aumentando el riesgo de conflicto, como ha surgido nuevamente en el territorio mapuche, por ejemplo. Este malestar violento latente y manifiesto desencadenará una nueva fase de movimientos forzados de un número mayor de personas en todos los continentes lo que aumentará claramente el potencial de conflicto e inseguridad más allá de su sufrimiento de los pueblos más vulnerados..

De segur el camino actual, con las normas actuales y el estatus quo que mantenemos a fuerza de militares en las calles de estos países, no es enfrentaremos al colapso de aquello que nos proporciona seguridad: la producción de alimentos, el acceso a agua fresca, temperaturas ambientales habitables y las cadenas de alimentación en el océano, nuestras instituciones democráticas y el sistema de comercio basado en el dinero. Despedirse de la promesa de la seguridad y abandonarnos reconociéndonos miserables, larvas, como decía Víctor Hugo.

TAGS: #CambioClimatico #Coronavirus #Desigualdad #EstallidoSocial #Pandemia Descontento Social

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Comentarios

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Guillermo Muñoz Cruz

10 de marzo

Grandes dificultades socioeconomicas.sanitarias y medio ambientales se avecinan a nuestras vidas..como enorme nubes negruscas .que nos pueden afectar.Ojala la cordura prime en la Comision Constituyente y pueda instalarse un nuevo Chile donde la justicia y la solidaridad prime.

any

11 de marzo

La gestion de las pandemia…falto explayarse en la gestion local de los desatres naturales, tenemos una rica historia local, no se que tantos estudios.

11 de marzo

Any, qué cierto lo que indicas. La gestión local de los desastres naturales y situaciones de emergencia será clave para el futuro. Sin embargo, uno de los desafíos más grandes radica en cómo los gobiernos locales y las organizaciones de la sociedad civil se articulan para no dejar a nadie atrás. Los recursos escasos con los que se cuenta a nivel local tanto en grandes ciudades como en pequeñas localidades dejan huérfana a la población, sobre todo a los más vulnerables. Tenemos una rica historia como dices pero una historia que necesita actualizarse para enfrentar los desafíos futuros.

FERNANDO ACOSTA RIVEROS

16 de marzo

Saludos fraternos desde México. Interesante artículo y como dice el autor: «los más pobres son los que más sufren». En el estado de Jalisco nos damos cuenta de que los gobiernos federales mexicanos, a partir del año 1983, fueron abandonando la inversión en Salud. Ahora con esta pandemia las consecuencias del abandono en el sector Salud las estamos padeciendo todos. Hospitales y clínicas públicas saturadas. Faltan más médicas, enfermeros, trabajadores sociales. Los que existen están cansados y hay que protegerlos. El actual gobierno de Andrés Manuel López Obrador quiere corregir la situación. Lo está haciendo pero es díficil porque los 36 años de Neoliberalismo dejaron al Sector Salud en ruinas. Atentamente, Fernando Acosta Riveros

16 de marzo

Gracias Fernando, en efecto siento que cada gobierno busca hacer lo mejor que puede. Sin embargo, las décadas de neoliberalismo han trastocado las “formas de hacer” en cada ámbito de la vida. Es una visión instalada y que mediante los estallidos sociales tiende a mermar. El desafío radica precisamente en no volver a meter dentro de la caja aquello que ha emergido aquí en Chile desde el 18-O y en México desde la irrupción de los zapatistas allá bien atrás en los años. Hay un mundo que grita por ayuda y tenemos poco tiempo. Siento que podemos actuar ya en distintos lugares del globo. Un abrazo.

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