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Llegar y llevar: el Chile del consumo

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El supermercado y las grandes cadenas vienen a ser los proveedores de la comunidad que olvida al distribuidor amigo del pasaje. Los descuentos y la tentación de ofrecer un pago mediato no dejan a nadie indiferente. El dinero plástico (las tarjetas) y los créditos que parecen enredaderas de Super Mario vienen a ser el diablo en persona para el consumidor promedio proto-emprendedor.

“… y tú tienes una cara de cliente habitual
tu compras por una promesa…
(…) abres la boca y te meten el dedo
y les sigues el juego y les das tu dinero…”

Los Prisioneros – Sexo

Sociedad de la imagen, acumulación de riquezas, múltiples necesidades, hambre de información y una falsa “ilustración”, son algunos de los elementos que componen la jeringa que los supermercados nos clavan en lo más profundo del bolsillo y que calan directamente en las “familias”.

Lo nota la ciudadanía, lo nota el consumidor racional y también, el consumidor promedio: hay –prácticamente- tres supermercados en una cuadra, en la mayoría de las localidades de la flaca franja de tierra que abarca tanto el desierto como los hielos. ¿Qué significa esto? ¿Un gran revival del capitalismo? No, esto viene desde mucho tiempo atrás y hoy hay una exteriorización inexorable en las esquinas de nuestro barrio. La amasandería de la población, el viejo almacén, la paquetería… todo viene a ser absorbido o peor aún, llega su lapso de obsolescencia: el supermercado y las grandes cadenas vienen a ser los proveedores de la comunidad que olvida al distribuidor amigo del pasaje. Los descuentos y la tentación de ofrecer un pago mediato no dejan a nadie indiferente. El dinero plástico (las tarjetas) y los créditos que parecen enredaderas de Súper Mario vienen a ser el diablo en persona para el consumidor promedio proto-emprendedor.

Al comienzo señalé elementos para rellenar la inyección que se nos aplica en el día a día. Sin perjuicio de que el hoy se ilustra con una sociedad idiota, una sociedad consumista: un todo dominable con pasmosa facilidad. “Mejor dominar idiotas que subversivos”, lo habré escuchado en algún pasillo de la Facultad de Derecho o de La Moneda, no recuerdo bien.

¿Sociedad de la imagen? Las canciones del pópulo nos dicen muchas veces: “eres lo que compras”. Hay tino y más cuando se impregna del elemento psicosomático en el entorno del individuo. Esto es igual a decir que el sujeto, además de cosificarse a sí mismo, proyecta una apariencia, una imagen para ser clasificado dentro de un séquito en específico y luego, tener un valor y asimismo, un trato.

Lleno el refrigerador, porque eso da estatus. Voy a comprar donde van los adinerados para considerarme dentro de ese grupo. Parece de perogrullo alucinar con el cambio en la superestructura, pero ocurre seguido. Hoy, todos nos preocupamos de cómo nos vemos y cómo es el proceso de la alteridad, o sea, cómo nos ven los demás. Nos importa causar la mejor de las impresiones, sea quien sea, entre más importante –y mejor estatus posee- mi imagen mayor furor debe causar.

¿Acumulación de riquezas? Parte del paradigma de la modernidad que impregna a la actualidad. Sólo lo útil me da dinero, sólo maximizando las utilidades puedo ser feliz. Todo en desmedro de las cuestiones intelectuales. Me ajusto a un parámetro económico en el que ingreso a la ruleta rusa del mercado y me pierdo. Busco producir más, más y más. ¿Con qué fin? ¿Hacer dinero para gastar? Claramente no “le doy los pulmones” al sistema, pero tampoco me mantengo fuera del círculo vicioso. Los economistas hablan del “flujo circular de la economía/del dinero”, creo que es un resabio con el que aún venden y del que nosotros somos parte. Hacer una imagen y ser más rico resulta idóneo en esta sociedad. ¿Para qué adquiero bienes? Para aparentar una posición –en la mayoría de los casos- y lo abstraigo a la pregunta del ¿Para qué invierto? Para maximizar mis utilidades y que todo marche conforme al principio de la eficiencia (que tanto aman los liberales en sentido económico).

¿Múltiples necesidades? La ciencia crea necesidades (por el hecho de serlo, la economía, también) y a partir de ese supuesto, debe ser saciada. ¿Qué clase de necesidades? Para responder a esto, es necesario fijarse en los dos puntos anteriores: la acumulación de riquezas y la sociedad de la imagen. Hacen que el individuo proceda a cegarse y sólo vivir para ellas. Se crea una dependencia y también, el hecho de incurrir hacia el progreso, que parece confluir en un espectro espurio y que da la sensación de que existe en el individuo, pero que a ojos de la verdad –y tras el manto de la apariencia creada a causa de la presión en una sociedad de la imagen- es nulo.

¿Hambre de información? Punto culmine de una sociedad de la imagen es el mundo digital. Google y Wikipedia, dos de los Atlas que sostienen a este último. La inmediatez como se obtiene la información, cómo es posible incidir en las personas. El consumo se proyecta a partir de atractivos mensajes que parecen incrementar la eficiencia y la maximización de utilidades. “Donde mi bolsillo sufre menos”, allí es dónde iré. Los pilares que mencioné al inicio de este punto, poseen mucha publicidad y es ahí donde irrumpen las viles enfermeras con la jeringa para impregnarnos de su existencia.

La gente se ilustra con la información que arroja la pantalla –del portátil o de la televisión, no hay movimiento en la curva de indiferencia del consumidor- a sus córneas, se obnubila a partir de las necesidades que no puede saciar en desmedro de no cumplir con la imagen que quiere proyectar y se ilustra –y llena la boca- con el “progreso” que está logrando. Malazo. Si yo hago lo mismo que él, y él es x (en un supuesto de ser adinerado, importante, influyente, una especie de ejemplo en el escalafón social), yo puedo ser así. Pero el cataclismo visual se da en el instante en que se descubre que no es más que una banal –y pobre- copia del otro individuo.

Parte de un juego, parte de una lógica descifrable a priori sin recibir tautologías. Eso es lo que hacen los supermercados con su “llegar y llevar”. La crueldad implícita bajo un eslogan de oportunidades, subsistencia (con lo más barato) y pretensión de que exista una horizontalidad en pos de la igualdad.

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Genaro

07 de enero

Muy lúcido. Un panorama típico de pueblos chicos donde abundan las farmacias y supermercados. Ídem con el fenómeno de los malls. Algo de lo que no está exentas las grandes ciudades.

Matías

08 de enero

Excelente!, lo veo como «palabras calcadas», pero calcadas me refiero a un reflejo real y actual de lo que pasa hoy, un reflejo en palabras…¿Victimas del capitalismo?,¿Favorecidos por aquello?. Yo lo veo como un arma de doble filo.
Un Santa Isabel «invade» un pueblo de 20.700 habitantes, pasando a llevar «La amasandería de la población, el viejo almacén, la paquetería». Es un paseo por los glúteos de parte de las grandes empresas hacia las pymes. Sin embargo, puede ser beneficioso un supermercado de esa talla,, encontrar lo que uno necesita, etc etc, pero qué pasa con esa gente que lleva años en el negocio y de pronto aparece una «vieja guatona» y se sienta en frente(?)…

Aquí hay perros mal adiestrados, mal alimentados, mal criados…

08 de enero

Muy bueno , muestra la realidad en la que estamos inmersos. Cada vez aumenta el consumismo – y porqué no decir – con él la paradoja de si soy más o menos que el que está a mi lado, si me veo mejor , si mi presencia es lujosa…
Empresas del consumismo puro ? Que vuelva el viejo almacén de la esquina de tu casa !! , donde la señora te atendia con ganas y de buena manera. !!!
felicidades nicolás 😀 ! un beso te quiero .

No hablo tan bello como tu , soy de la Valpo <3 ajjaja.

08 de enero

En los juegos es natural que hayan ganadores y perdedores.
Todos hemos sentido la frustración del que pierde, y la felicidad del que gana. Es un hecho connatural al hombre.
El compararse también es natural. Aunque sea el ganador del juego, tiendo a mirar como son los que también han ganado, y puede darse la paradoja de que eso me produzca una frustración parecida a la del que perdió el juego.
El «modelo» económico basado en el consumo también tiene estas particularidades. Y, por lo mismo, existe una fuerte tendencia de parte de los que pierden, y los que ganaron pero exiguamente, a querer patear el tablero, con la secreta esperanza de volver a repartir las cartas. Por ello se plantea una posición anti-consumo, etc, que tiene mucho de ese interés por una revancha.
El problema de este juego, en particular, es que es que parte de él se juega desde la cuna, algo también connatural al hombre. Pero que, nuevamente, produce otro tanto de frustración.
Por todo lo anterior, la duda es ¿se debe generar otro modelo de juego, que NO sea natural? en el que existan otros elementos mas sofisticados, por sobre la naturaleza humana, que lo rija?

Gran Z Topanga

11 de enero

No es la primera vez que leo artículos así, me parece interesante como tema de discusión. Hablar de consumismo, capitalismo, y sociedad enferma de individualismo.
Estamos inmersos en este sistema económico…desde pequeños. Está en nuestra vida cotidiana desde que nos levantamos y nos vamos a dormir. La pregunta es siempre la misma…Cómo hago el cambio de mentalidad?. cada persona sabrá responder a esta pregunta…según su más profunda naturaleza. Individualmente, hagamos la diferencia. Somos lo bastante inteligentes para darnos cuenta de «todo».
Me gustó tu artículo, más la canción de los Prisioneros. Abrazos.

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