Hay una vasta literatura que apunta hacia la idea de que mientras más desigual una sociedad, mas inestable el orden social. Y por consiguiente, mientras más inestable dicha sociedad, mayor es la necesidad de mantener el orden. Para este fin, los Estados disponen de una serie de herramientas que pueden utilizar cuando el orden y la paz social son amenazadas. La fuerza policial es la más evidente.
Sin embargo, la violencia que el Estado ejerce sobre sus ciudadanos no es el único—ni el analíticamente más interesante—tipo de violencia que impregna nuestra sociedad. Para entender esto, es útil remitirse, por un momento, al ámbito de las relaciones personales. En esta área se suele distinguir entre la violencia física y la violencia psicológica. Aunque ambas tipos de violencia acarrean consecuencias negativas para la víctima, la violencia psicológica es más peligrosa por cuanto es un tipo de violencia que suele pasar inadvertida. Sus secuelas no son evidentes a primera vista y es común que no se pueda reconocer a la víctima de dicho tipo de violencia. Es, muchas veces, un sufrimiento silencioso y solitario, pero extremadamente beneficioso para el victimario pues es una manera muy eficiente para controlar al otro. En esto consiste el “bullying”. Es una campaña permanente para reducir y degradar al otro con la finalidad de, eventualmente, quitarle su autonomía como individuo.
Este mismo tipo de violencia existe a nivel social. Diferente a la violencia que el Estado puede llegar a usar cuando necesita mantener el orden, la violencia psicológica que se da a nivel social es ejercida ya no desde el Estado sino que desde los poderes económicos. Es una violencia que yo llamo “psicosocial” y que cumple exactamente la misma función que el “bullying” que se da entre individuos. La violencia psicosocial es utilizada por estos poderes económicos, a vista y paciencia del Estado, con la finalidad de pacificar a la ciudadanía y así ayudar a mantener y perpetuar el status quo. Es, por lo tanto, un tipo de violencia menos evidente, más sutil y más perniciosa que cualquier tipo de violencia que pudiera llegar a ejercer el Estado (exceptuando la violencia ejercida por dictaduras y regímenes totalitarios).
Los poderes económicos en Chile, un país muy desigual, tienen que esforzarse mucho más que los poderes de los países desarrollados para mantener el orden social. No basta con el control que puedan ejercer las fuerzas policiales. Las élites de este país necesitan recurrir a la violencia psicosocial. Las repactaciones unilaterales que impuso La Polar a sus deudores, la colusión de las farmacias y de los pollos, las restricciones al libre movimiento de las nanas, y las altas tasas de interés que nos cobran las instituciones financieras son algunas de las medidas que han tomado para violentarnos. Todo esto que hacen sirve para crear una sensación generalizada de indefensión y debilidad en nosotros. Lo que ellos buscan es menospreciar, devaluar, humillar, pisotear y desempoderar a los ciudadanos con la esperanza de que eventualmente perdamos nuestra autonomía como individuos y nuestras ganas de exigir un trato digno. Con su actuar violento no sólo imponen su voluntad sobre nosotros, sino que nos recuerdan quién es el que manda y nos hacen saber lo poco o nada que podemos hacer para contrarrestar su poder. Esto es violencia psicológica realizada a una escala pocas veces vista en la historia humana.
Al igual que cualquier individuo que en su hogar utiliza la violencia psicológica para someter a algún miembro de su familia, las grandes empresas actúan como psicópatas que buscan someternos. En efecto, el excelente documental “La Corporación” (EE.UU., 2003) deja muy en claro cómo estas empresas demuestran una y otra vez un total y absoluto desprecio por las personas que los lleva a actuar exactamente igual que un psicópata. Lo que estas grandes empresas hacen no es sólo robarnos. Es mucho más que eso. Ellos ejercen la violencia psicosocial con la finalidad de pacificar, controlar y someter la voluntad de los ciudadanos.
Dado todo esto, podemos afirmar que la violencia que ejercen los encapuchados en las protestas estudiantiles es, francamente, una violencia menor y poco importante que no merece tanta atención de nuestra parte. La de ellos es una violencia burda, evidente y relativamente fácil de manejar, controlar y eliminar. Es una violencia puntual que estalla en un momento y desaparece el otro. Es como el trueno que se escucha en medio de una tormenta devastadora; una vez pasado el trueno, la tormenta (que es la verdadera amenaza) sigue ahí. Entonces, de lo que hay que librarse es de la tormenta (la violencia psicosocial) y no de ese o este trueno (los encapuchados), aunque los medios informativos tradicionales nos quieran convencer de lo contrario.
Por eso cuando los medios tradicionales y (lo que es peor) nosotros mismos en nuestras conversaciones sociales, hablamos de y condenamos la violencia física que cometen los encapuchados pero no hacemos lo mismo cuando la violencia psicosocial la ejercen los poderes económicos, no hacemos más que perpetuar nuestro propio sufrimiento en silencio y en soledad. Lo que hicieron los ejecutivos de La Polar, de las farmacias y de los pollos no es reducible a un “delito económico”. Creer que es así es no entender la gravedad de lo que realmente ocurre cada vez que ellos ejercen la violencia psicosocial sobre todos nosotros.
Blog: http://ignaciomoyaa.wordpress.com/
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Foto: The Clinic
* Esta columna fue publicada originalmente en Cambio 21
Comentarios
09 de febrero
Es una reflexión que requiere de mucha obsevacion y un espíritu critico atípico en nuestro medio. Por alguna razón la dificultad del chileno medio para sacudirse de conclusiones ajenas, lo hace mas parte de sus propios problemas y no un instrumento de autoproteccion . Facil estar de acuerdo con Ignacio, aun si uno fuera parte de la misma maquinaria que el denuncia con su agudo raciocinio, sin embargo, no es la admirable claridad e inusual elocuencia con que lo articula lo que mas sorprende, es como tantos pueden sencillamente ignorarlo. Entiendo que para instalar un modelo abusivo como el actual, es necesario que la democracia se suspenda a cualquier precio y se hizo, que la prensa olvide el origen de su razón de existir y nos engañe, tambien se hizo, que quienes negocian el retorno a la democracia lo hagan sin democratizar la economia, se hizo tambien , que se desbaratara el aparato fiscalizador y se desprestigiara la administración de empresas publicas, pero cuando fue que limaron el carácter indómito del mestizo de esta tierra, y lo hicieron conformista, confundido y obediente.
felicitaciones por la columna, es un aporte , ojalá reciba la difusión que merece.
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09 de febrero
Hola Luis,
Agradezco tus palabras.
Saludos,
09 de febrero
Que tal Ignacio,
Gratitud innecesaria , buena suerte.
Saludos .
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