El matrimonio no debiese ser la única ni la máxima forma de validar la vida afectiva entre las personas, y más aún si nos ponemos del lado de la diversidad.
El día de ayer, la Cámara de Diputados aprobó el proyecto que crea el Pacto de Unión Civil (PUC). El PUC busca regular la convivencia entre parejas de igual o diferente sexo, como contrato celebrado entre dos personas que comparten un hogar, en los efectos jurídicos derivados de su vida afectiva en común, de carácter estable y permanente.
A lo largo del proceso, ha llamado mi atención cómo se ha tratado el tema en algunas ocasiones, incluyendo la buena noticia de ayer, por parte de algunos sectores vinculados a la defensa de derechos humanos y también de representación de personas lesbianas, gay, bisexual, transgénero y transexual.
Me cuesta comprender por qué se sigue constantemente comparando el PUC con el matrimonio igualitario. Con un dejo de insuficiencia. Como un paso para lo otro. Como el camino para llegar a algún lugar. Me es difícil entender cómo, por ejemplo, personas homosexuales minimizan un logro como éste, o de forma explícita, se niegan a él. Pienso que probablemente esto se deba a que tendemos a evaluar la realidad contrastándola con nuestras propias experiencias y expectativas, es decir un nivel individual, obviando la historia y los simbolismos que los hechos sociales entraman. Claro, en nuestro contexto el sueño de un matrimonio de blanco e incluso vinculado a alguna iglesia es algo frecuente, y con esto no busco cuestionar la validez del nivel individual, ya que claro, responde a nuestra subjetividad, no obstante, sí me parece importante enfatizar la implicancia colectiva que la aprobación de un proyecto como el PUC tiene para nuestro país, ya que considero que ésta es su principal fortaleza y aporte al desarrollo social de Chile.
Desde esta perspectiva, el PUC debiese mirarse como un aporte al avance y al reconocimiento de otras y nuevas formas de vinculación. El matrimonio no debiese ser la única ni la máxima forma de validar la vida afectiva entre las personas, y más aún si nos ponemos del lado de la diversidad. Por esto, generar un campo de batalla entre el PUC y el matrimonio igualitario no es un camino provechoso.
Pensar que el PUC es “sólo un paso”, es minimizar un hito en la historia de nuestro país. El PUC es un paso paralelo, es una batalla por sí sola, con un camino propio. Desde una mirada colectiva, el PUC representa una de las primeras oportunidades para visibilizar y validar las expectativas de los(as) chilenos(as) sobre los vínculos que quieren establecer y cómo formar sociedad desde sus núcleos. A muchos(as) de nosotros(as) el matrimonio (igualitario o no) no nos gusta y no nos basta, por los motivos que sean.
El PUC es importante para todos y todas, ya que no representa a un grupo social específico (sin dejar de reconocer el trabajo fundamental que las organizaciones LGBTT, de derechos humanos, y otras han realizado). El PUC no es un pacto homosexual ni heterosexual. Es un pacto entre personas. ¿Es posible notar el poder de esta implicancia? Finalmente, en nuestro país comenzamos a establecer marcos de regulación sin sexualizar hechos, objetos, ni sus partes. Comenzamos a agregar a nuestra constitución la palabra persona, en vez de hombre o mujer. Pensemos, por ejemplo, que el matrimonio existe para hombres y mujeres, pero que hay muchas personas que no se identifican ni con uno ni con otra categoría.
Entonces, dejemos de escribir y mirar el PUC como “el pariente pobre” del matrimonio igualitario y consideremos estos como logros paralelos, relacionables, sin duda alguna. Pero que esto no signifique crear ficticios campos de batalla que no aportan. Continuemos proyectando las implicancias colectivas que el PUC tendrá en nuestro país de ser aprobado. A mí, por ejemplo, ya me intriga la homogenización arbitraria que el proyecto realiza, al referir como requisitos el “compartir un hogar, tener una vida afectiva en común, de carácter estable y permanente”. ¿Por qué no podría existir un pacto de unión civil entre dos personas que no viven en el mismo lugar, incluso en regiones o países diferentes, tal como existe en algunos países? ¿Qué significa estable y permanente?
Al parecer, detrás de estos conceptos existen ideas y racionalidades sobre lo que entendemos por vínculo afectivo, relación, y amor mismo, que a partir del PUC podemos comenzar a cuestionarnos para continuar construyendo nuestros propios escenarios de reconocimiento social.
Comentarios
22 de enero
concuerdo con tu análisis, en el sentido de q el PUC x si sólo es un avance tremendo, incluso mayor, creo al concepto de matrimonio… la respuesta a tu 1ra interrogante la tienes clara, para una sociedad q ha crecido y se ha desarrollado al alero del conservadurismo, el machismo, el catolicismo y la heteronormatividad, el matrimonio y sus ritos, es el objetivo final… aún así, el PUC x si sólo es más potente… la 2da parte de tus interrogantes también se asocian a nuestra realidad, pero vista desde la negociación política… y en eso nuestra idiosincracia es notable, buscamos palabras bonitas y esquemas no tan inquebrantables con tal de satisfacer al resto (el maldito que dirán)… es cosa de mirar de reojo el divorcio a la chilena… en fin, buena columna y me alegro de tus análisis… aunque a veces te jueguen no tan bien, como en caso del pitbull… saludos!!!…
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22 de enero
Hola Toño, ¡gracias por leer la columna! Concuerdo totalmente contigo y el tema de nuestras creencias, normas y ritos como país. Terrenos estrechos y limitados.
Lo de Gary, sí, fue una apuesta riesgosa (efecto ídolo) y la redacción un poco melosa, pero bueno…
Un abrazo
22 de enero
No puedo estar sino muy de acuerdo con la idea de que, hoy por hoy, la «lucha» por el matrimonio es, en sí, una lucha heteronormativa y con tintes conservadores. Es curioso eso de querer ser parte de la lógica discriminadora. La lucha ideológica, desde mi perspectiva, debería ser la eliminación de una institución civil como el matrimonio. Destaco tus palabras, Jean, al poner énfasis en que el PUC pone en su centro a «personas». Saludos!
22 de enero
Difiero, y esto es una boludez. O sea, porque quieren hay que ir creándoles regímenes especiales?? Y mañana un tercer tipo, y pasado mañana otro?? Y después, el de poligamia? Por que no, total son personas adultas, no? Y zoofilia también??
22 de enero
Además el Matrimonio tiene una carga valórica-cristina muy fuerte en Chile, independiente de que su regulación esté entregada a la Ley Civil, esta presenta un evidente sesgo religioso. Me parece que finalente el PUC terminó siendo un «chiripaso» bastante bueno. Pensemos que todo partió por crear una figura similar al Matrimonio en muchos de sus aspectos, pero que en definitiva no lo es, pensado en una minoría a la que el bloqueo congresista de la derecha y muchos en la concertación no dejaron que se escuchara.
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23 de enero
Saludos. Quizá la confusión viene de que el matrimonio nunca ha tenido por función preocuparse de la vida afectiva entre las personas. Eso las parejas homosexuales no lo entienden. Las leyes regulan actos jurídicos, hechos tangibles y ante todo, actos con efectos, con consecuencias patrimoniales. El matrimonio heterosexual es un reconocimiento de la exclusividad sexual entre una pareja para evitar la violencia asociada con la promiscuidad, es una herramienta de protección del patrimonio, que pasa a los hijos, y es un medio de asegurar la consanguinidad para el padre. Para eso es el matrimonio. Si tuviese por fin regular la afectividad de las personas, estaría fracasado desde el principio, sería imposible de ejecutar o manifestar por escrito en las normas, puesto que las emociones son intangibles y por lo demás, al Estado y a la sociedad nos importa un bledo que tal y cual se quieran. Lo que nos interesa son las consecuencias jurídicas.
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23 de enero
Gracias Lisandro, muy interesante. Sin duda alguna la historia y conocimiento jurídico entrega elementos fundamentales para entender mejor el tema. ¡Saludos!