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Historia y doctrina

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¿Qué es la historia? Una sencilla fábula que todos hemos aceptado.

Napoleón

Desde la culminación, en 1883, de las acciones militares desarrolladas entre Chile y los países de Bolivia y Perú durante la Guerra del Pacífico, la historia se ha escrito en más de una versión. La aprendida de manera sistemática a través de generaciones en nuestro país nos ha enseñado los hechos como suele hacerlo la narrativa de los victoriosos y, en general, como se articulan los relatos destinados a establecer una visión, la propia, como la verdad final y definitiva, en descrédito de otras interpretaciones. Así, y a lo largo de las décadas, la educación impartida en las aulas chilenas a niños, niñas y jóvenes ha entregado una historia oficial simplificada didácticamente, obviando en este reduccionismo aquellos elementos de análisis que pudiesen permitir conclusiones distintas. A través del adoctrinamiento se uniforma la opinión de la comunidad nacional en torno a la defensa de determinadas ideas, creencias y valores comunes, erigiendo un altar patrio en el cual poder reverenciar toda esta imaginería de efemérides escolares (bandera, escudo y su lema Por la razón o la fuerza como discutible declaración de principios, himno; exaltación de la figura del héroe mártir, de la derrota épica transfigurada gloriosamente en triunfo moral, por sobre hitos victoriosos como los de Huamachuco o la captura del Huáscar en Angamos, que no se conmemoran; etc.)


Mediante una mirada panorámica que desde los hechos de nuestro pasado nos permita comprender las razones de nuestro presente, cabe preguntarse: ¿En qué medida la defensa de capitales privados, llevada a cabo por el Estado con el uso de la fuerza armada inclusive, ha respondido a una lógica histórica determinada por relaciones de poder que hoy son rechazadas y condenadas, ética y judicialmente, en tanto práctica impropia y sus alcances de naturaleza delictiva?

Dentro de este marco lógico, los revisionismos no tienen mayor cabida al momento de poder aportar miradas complementarias, entregando elementos de juicio diferentes, muchas veces desconocidos por acción u omisión del ente narrador, de manera de evitar eventuales interferencias en la transferencia informativa del discurso oficial de la historia,  que pudieren alterar el contenido y propósito del mensaje. Por lo mismo, dichas obras resultan nutrientes para la expansión del conocimiento y del despertar de la conciencia colectiva de una sociedad. Esa especie de proscripción que le ha otorgado la exclusión de las mallas curriculares, y que nos señala no ir más allá de la instrucción recibida, oculta terrenos donde yacen otras historias que la oficial ha preferido olvidar y no contar. Una masacre perpetrada en contra de 3 mil obreros en huelga ante su situación de explotación laboral, por ejemplo, no parece ser un hecho menor como para no merecer un espacio destacado dentro de la historia de un país. Sin embargo, en el nuestro ha sido -y sigue siendo- así. Haciendo el parangón en términos informativos, y guardando al mismo tiempo las proporciones con el ejemplo citado anteriormente, la costumbre tendiente al ocultamiento de ciertos temas continúa: los medios de comunicación vinculados al poder empresarial otorgan casi nula cobertura a las demandas sindicales por mejoras laborales, especialmente si afectan la imagen de grandes grupos económicos con incidencia en lo político. Sencillamente, lo que no sale en los grandes medios o en la bibliografía tradicional nunca sucedió.

En alguna ocasión, un profesor universitario de Historia de Chile comenzó la clase inaugural del curso advirtiendo a sus alumnos, recién egresados de la enseñanza media, que para aprender era necesario desaprender. En ese proceso, el desarrollo del juicio crítico para analizar los hechos conocidos, así como para indagar sobre aquellos no contados, resulta indispensable para la comprensión cabal de nuestra actualidad. Qué la ha determinado, cómo se explica su dinámica de relaciones sociales. Por qué somos lo que somos -y lo que no somos- como país. Si lo que vivimos hoy como sociedad respecto de ciertas prácticas político-empresariales corruptas es algo nuevo o si, lejos de ser una señal de los tiempos, se trata más bien de una tradicional habitualidad, extendida con paso elegante y aristocrático a través de los años.

En tal sentido, el rescate de la memoria permite descubrir, tras las guirnaldas nacionalistas que decoran toda guerra, un rostro más verdadero de las mismas. Mientras la asepsia de la narración criolla nos habla de la guerra “del Pacífico”, en Bolivia y Perú aquel conflicto bélico es recordado con un apellido distinto: “del salitre”, nombrando la riqueza que desató los apetitos chileno-británicos y las acciones militares, apoyadas por capitales ingleses, destinadas a adueñarse del entonces llamado “oro blanco”. Mediante una mirada panorámica que desde los hechos de nuestro pasado nos permita comprender las razones de nuestro presente, cabe preguntarse: ¿En qué medida la defensa de capitales privados, llevada a cabo por el Estado con el uso de la fuerza armada inclusive, ha respondido a una lógica histórica determinada por relaciones de poder que hoy son rechazadas y condenadas, ética y judicialmente, en tanto práctica impropia y su naturaleza delictiva?

A la luz del actual escenario en el que la ciudadanía ha logrado ir adquiriendo la lucidez necesaria para comenzar a comprender de qué forma, y con qué efectos, se relacionan de manera incompatible el resguardo de intereses privados con la función del servicio público, la lectura en perspectiva de los hechos adquiere un carácter revelador para entender cómo, desde la ampliación de la mirada, hemos sido determinados como sociedad desde nuestra construcción como país. Algunos investigadores han hecho al respecto un aporte importante, al acreditar documentadamente episodios que, debido a su carácter, pasan a ser datos relevantes de la causa: la situación de morosidad mantenida por el presidente chileno de la época, Aníbal Pinto, con el banco cuyos dueños eran los mismos de la compañía salitrera afectada por el alza tributaria impuesta por el gobierno boliviano a la concesión que permitía explotar el mineral en su territorio; el lobby llevado a cabo por los prestamistas y empresarios mineros en sucesivas visitas a La Moneda, a fin de demandar la intervención militar del Estado chileno en la defensa de estos intereses; el envío de un acorazado a las entonces costas bolivianas de Antofagasta, como medida de presión al gobierno de ese país tendientes a hacerlo reconsiderar las acciones emprendidas contra los capitales chilenos, y que detonó finalmente la declaración de guerra; la condonación de la deuda al mandatario luego del apoyo prestado por el Estado chileno para la defensa de la causa patrimonial de la empresa privada, en retribución a su gestión. Todos estos, elementos que sin duda configuran una secuencia abiertamente cuestionable, y en la que queda planteado un evidente conflicto ético, de proporciones que hoy resultarían escandalosas.

Por ello, la reflexión respecto de qué es lo que una sociedad defiende, en definitiva, al asimilar y actuar en concordancia con los principios y valores doctrinarios impartidos por el relato de la historia oficial, no parece antojadiza, sino de absoluta pertinencia en el momento que vive el Chile del presente.

TAGS: Deuda Histórica Empresarios Inversión extranjera

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Comentarios

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Boris Duque

19 de mayo

Buena columna y muy lúcida.
Felicitaciones

19 de mayo

Gracias por el comentario, saludos!

19 de mayo

Si, es bueno el articulo.

Pero me parece algo lapidario porque no es simplemente la lógica de la Guerra Del Pacífico. La historia nuestra y del mundo es un poco la historia de los intereses económicos, pareciera que mientras mas alto el valor de lo tranzado hay mas horrores, cuando vemos noticiarios donde hay niños con metralleta alrededor del petróleo del medio oriente o diamantes en África, preferimos cambiar de canal para distraernos con un entretenido western, del que debemos agradecer a la fiebre del oro en California.

Durante parte del siglo pasado muchos culpaban de esos valores al capitalismo, originando lideres como Stalin que reconoció haber asesinado a millones de ucranianos no porque eran contrarevolucionarios ni porque le caían mal sino porque le salía muy caro mantenerlos.

En fin, podríamos seguir eternamente. Los intereses económicos han sido determinantes en la historia y también en el Chile del presente y no me parece tan distinta la codicia del que defiende su riqueza como del que desea tenerla. Nadie en el mundo califica para una mirada muy panorámica en esto en realidad.

Saludos

19 de mayo

Como dices, esta lógica no se remite a nuestra historia como país, sino que es la manifestación de un ordenamiento histórico más general del que somos parte y que, por lo mismo, viene a confirmar los factores que nos han determinado como sociedad.

En este sentido, me parece que lo lapidario surge no de la revisión de los hechos y las conclusiones que de ello pudiesen aparecer , sino de la constatación de una realidad objetiva.

Saludos!

Guillermo Rojas

19 de mayo

La historia del cardumen chileno es la historia de la flojera. Siempre buscan la forma de que los sustenten. Pueden tener un sistema que los haga crecer mucho economicamente pero prefieren volver a la pobreza absoluta con sindicatos y leyes para ganar plata trabajando lo menos posible. La historia de Chile es la historia de la pereza misma: cuando logras que aprienten los dientes y se pongan a trabajar han logrado ser los mas productivos del mundo, pero eso lo logras solo apuntandoles una pistola al pecho, apenas bajas la pistola les vuelven estos valores de «justicia humanitaria»: repartir el dinero de los ricos para no tener que trabajar. Esa es toda la historia que lees de Chile, la historia de la pobreza absoluta por opción, porque la flojera es su única opción.

20 de mayo

Estimado, el concepto de fondo no es «tener un sistema que nos haga crecer mucho económicamente», sino uno que distribuya con sentido de sociedad, no de grupo.

La paz social es fruto de la justicia social.

Saludos!

Eugenia Mejía Manzano

20 de mayo

Magnífica entrada, muy interesante,la guardaré para enseñar a mis nietos…me gusta tanto leer a alguien con ésta capacidad de síntesis,y profundidad.al mismo tiempo…nuevas miradas…para las que se requiere un gran valor…es lo que se precisa en Chile,hoy.! Felicitaciones…y saludos.

20 de mayo

Me resulta gratificante tu comentario, siento que adquiere sentido el intento por aportar a nuevas construcciones sociales.

20 de mayo

En primer lugar es un buen articulo, pero no me queda muy claro el propósito mismo del mensaje. Parece escrito para que tomemos conciencia que no hay nada de tan patriótico en este asunto de la guerra del salitre, pues tuvo un origen puramente económico, reflejo del imperialismo británico de aquel entonces. Todavía recuerdo lo poco que aprendí en la secundaria acerca de este conflicto. Mis profesores acentuaron siempre el caracter principalmente económico de esta guerra; nunca lo omitieron. Lo mismo sucedió con el resto de mi familia y ahora cualquier chileno medianamente bien informado sabe que en el fondo el conflicto fue por el salitre. Por lo anterior, no veo claro el mensaje, especialmente el último párrafo cuya redacción no es de la misma calidad que la usada en párrafos anteriores.

20 de mayo

Básicamente, la idea a transmitir tiene que ver con la comprensión de nuestra actualidad y sus prácticas a partir de una mirada a las relaciones de poder y ética de nuestro pasado.

«Por ello, la reflexión respecto de qué es lo que una sociedad defiende, en definitiva, al asimilar y actuar en concordancia con los principios y valores doctrinarios impartidos por el relato de la historia oficial, no parece antojadiza, sino de absoluta pertinencia en el momento que vive el Chile del presente».

Gracias por los comentarios, saludos.

Roberto

06 de septiembre

Excelente nota… muy coherente en su retrospectiva y en su análisis de la historia chilena que muchos prefieren ignorar el otro lado de la historia, unos pocos por conveniencia y los más por ignorancia. El revisionismo es una opción muy válida en esta era del ciberespacio, en donde lo oculto tarda un poco pero al final llega la verdad.

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