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Flaite

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El round televisivo entre Alejandra Matus y Evelyn Matthei, ocurrido hace unos días en el programa Bienvenidos está siendo sumamente comentado, con gente tomando partido por uno u otro lado, mirando más bien su inclinación política y no atendiendo a la situación en sí misma.

Todo partió cuando se exhibió el video de la golpiza que recibió la persona el sábado recién pasado de parte de un grupo compuesto de hombres y mujeres. Entonces Matthei señaló ““Hasta voz de tonta tenía, ‘y qué te importa a voh’” imitando a una de las agresoras, rematando con “Aquí es obvio, es una agresión cobarde, entre 5, 6 o 7 flaites que le pegaron en el suelo a una persona por nada”. Matus replicóHay personas irresponsables en toda la estructura social chilena y si no vamos a tomar presos a las personas que toman sus helicópteros y se van a Cachagua, y a esas personas no le decimos flaites, no me parece un lenguaje adecuado estigmatizar a ciertos grupos de la población, independiente de un hecho puntual en donde se cometió un delito”, añadiendo luego “mi tema es la palabra flaite, que es una palabra discriminatoria…”.

Ciertamente, Matus no se equivoca, la palabra “flaite” es discriminadora, y es estigmatizadora. Pero yerra al considerar que el epíteto sigue reducido a una clase social en particular.

Partamos, eso sí, no ignorando las cosas: hay personas, incluyendo a Matus, que aún creen que “flaite” es sinónimo de pobre (es lo que se infiere de la queja de Matus, de ahí a sacar a colación lo del helicóptero). Y no ayudó en nada la imitación de Matthei. Para cierto sector social, ser joven, pobre y moreno y usar zapatillas  Haddidas es ser flaite. Y Matus atacó ese enfoque, que, tampoco seamos inocentes, es el que tiene Matthei.

Pero en realidad, eso no es ser flaite. El flaite no es pobre, es una persona cuyas características son la mala educación, mal gusto en el vestir (el ser excesivamente extravagante), y que además suele mostrar un comportamiento agresivo, por lo que en muchas ocasiones tiene relación con la delincuencia. De hecho, la expresión misma es usada por sectores socialmente pobres para distinguir entre los que trabajan honradamente y los que participan en actividades ilícitas o violentas, o de los que son conocidos como “alumbrados”, o sea, alguien que constantemente se jacta de sus hazañas o de lo que tiene; y del “choro”, el ladrón propiamente tal.

¿Con qué entonces tiene relación el flaite, si no es con el pobre? Con el siútico. O sea, aquella persona que presume de fina y elegante, o que procura imitar en sus costumbres o modales de la clase más pudiente. El siútico es quien quiere aparentar más de lo que realmente es.


No es tener un color de piel, no es vestirse de una manera, no es hablar de una manera, y no es ser de un barrio determinado el problema del flaite.

¿Las dos expresiones son despectivas? Por supuesto. Esa es la idea, para eso se gestaron. Y el nexo entre ambas es fácil de detectar: el siútico y el flaite son aspiracionales y presuntuosos. Pero mientras el siútico aspira a ser como el “hijo de papá”, que es como se ve a los que tienen dinero y que pertenecen a cierto círculo social, el flaite está resentido por no ser “hijo de papá”. De ahí la agresividad. Para que nos entendamos: cuando el flaite vive en un barrio del sector bajo, detesta ser pobre, detesta la suerte de nacer en una población, pero no porque esa situación es producto de una desigualdad social del sistema económico imperante, sino porque a sus padres se les ocurrió parirlo y no darle un auto. Y cuando vive en un sector alto, porque hay flaites en el sector alto,  detesta no tener un apellido que suene como extranjero, y detesta al “cuico”. Ojo, no al que tiene dinero, sino al que ostenta tener dinero.

Y ahí es donde Matus se equivocó en su queja. Porque flaite es el que compra el bolso Cucci en la calle, porque jamás tendría un Gucci; como son los que realizaron la golpiza; y los que volaron en helicóptero a Cachagua.

No es tener un color de piel, no es vestirse de una manera, no es hablar de una manera, y no es ser de un barrio determinado el problema del flaite. Esa es una forma muy simplista de mirar el asunto y sí, discriminadora, porque en estos momentos, y dado el mediocre sistema educativo que tenemos, tenemos a dos generaciones que son analfabetos funcionales en todas las clases sociales. Es que al flaite no le importa nada ni nadie más que tener un celular nuevo y de alta gama. Puede inferir que hay desigualdad social (tampoco es tan difícil de hacer eso), pero no le interesa resolverla mediante la lucha social y el ejercicio de sus derechos, ni menos a través del esfuerzo, el estudio y el mérito. El flaite reduce el asunto a “me quieren decir lo que puedo tener o lo que puedo hacer, y no me interesa”. El flaite no quiere cambiar el sistema, el flaite ama al neoliberalismo, lo que no tolera es no tener todas las cosas que quiere y mostrar que las tiene. Así que las tendrá falsificadas o las robará, y si ya las tiene las lucirá ante todos.

Es un grave error minimizar lo que significa en estos momentos tener flaites en nuestra sociedad. Porque los que jugaron golf en cuarentena son flaites, ya que no lo hicieron porque tuvieran una necesidad de hacer deporte, sino porque pensaron: “¿Qué se creen para decirles que no pueden jugar golf?” La misma actitud que los autores de la golpiza: ¿cómo se atrevió ese bombero a decirles que se pusieran mascarillas? La misma que tuvieron “Adán La Amenaza” y “Camilo Alejandro”, los cantantes trap que viajaron de Santiago a Valdivia en avión, que sirven absolutamente de ejemplo de flaiterismo: no son pobres, ya que tuvieron el dinero suficiente para pagar un viaje privado; no les importo la cuarentena, porque a ellos no les corresponde cumplirla; y celebraron su acto en redes sociales, tratando a todos los demás como si fuéramos idiotas al acatar las normas.

Ser flaite no es lo mismo que ser irresponsable. Una persona puede ser irresponsable, como cuando no lava sus manos de forma adecuada, o cuando usa el permiso colectivo laboral para ir de compras. Pero en esos casos, la persona no tiene cabal conciencia de las consecuencias y no pretende que su actuar sea doloso, ni menos hará alarde de ello en las redes sociales. El irresponsable tampoco debe ser tolerado, pero si se le enfatiza la necesidad de aplicar las medidas correctamente, es probable que cambie de actitud. El flaite sabe que lo que está haciendo está mal, sabe que no debe hacerlo, y precisamente por eso se regodea en ello. El flaite se considera libre de cualquier regla y nos estigmatiza a los demás como “giles”.

Es hora de tener claro que cualquiera, cualquier persona, que en estos momentos rompa la cuarentena para hacer lo que le da la gana, para hacer fiestas, para organizar carreras de autos, para emborracharse en la calle, para drogarse, o para robar, es un flaite. Porque para todos ellos, su enfoque es que nadie le dice lo que tiene que hacer, que tienen todo el derecho de aprovecharse de nosotros, que nuestro deber es someternos a su voluntad. Y sí, hay que estigmatizarlos, y discriminarlos, y repudiarlos, sin importar el barrio donde vivan. Personas están muriendo, por culpa de los flaites. No es el momento de preocuparse por sus sentimientos. Definitivamente a ellos no les importamos nosotros.

TAGS: #ConvivenciaSocial #Flaite #ResponsabilidadSocial

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Comentarios

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Carlos

19 de junio

La versión fémina de Catòn…

J.A.

20 de junio

No lo sé, la explicación es algo rebuscada, puede ser, pero me quedo con la versión popular del flaite, es el típico “punga” que no se educa, no porque no puede, porque no quiere, no trabaja, no porque no encuentre trabajo, no quiere, es muy agresivo y la violencia es su negocio, y se viste según una imagen extraída de la tele del rapero norteamericano. En todo caso hay tantos otros ejemplares pululando por ahí, también está el Cara é raja, o el “barrista”, o el “anarquista al cuete”, etc. Debe ser difícil hacer una clasificación, sin embargo concuerdo con el artículo, lo preocupante del asunto es la confusión, en ese caso para mí lo más preocupante es la confusión de mucha gente entre “delincuente violento” y “ luchador social”, situación que aprovechan muy bien los primeros porque se les “protege” y se les “entiende”.

Emilio

19 de julio

Y la cosa se viene peor, las generaciones menores de 23 años, todos los rut 19 millones, el 90% de ellos encarnan ese prototipo, reforzándolo con una ética y épica muy pencas: agresivos, facilistas, no se cultivan, vanidosos, sin espíritu crítico, pobres de identidad, abajistas pero con la tonta «nae». Te invito a crear un instagram y navegar por el mundo de ellos, cabros hombres idealistas de cartón balbuceando cassettes ajenos sin profundidad alguna, cabras mujeres publicitando burdamente su cuerpo y a la vez que critican a un «patriarcado» que las mercantiliza. Desconozco cómo será el mismo segmento etario en otras sociedades más iluminadas, tengo la esperanza que sean más cuerdas y sensatas.

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