Esta distancia es la más difícil de controlar al parecer. ¿Donde más radica la humanidad sino en sus cuerpos?
El término correcto según la OMS sería distancia física. Dicen que las condiciones y sistemas existentes facilitan el contacto social y solo debemos reforzar el distanciamiento físico, de los cuerpos, para ser más específicos.
Podrán obtener toda clase de respuesta filosófica y espiritual, al efecto. Pero lo cierto es que la evidencia indica que tentados por la angustia del contacto, somos capaces de agolparnos y aglomerarnos aún cuando conocemos los peligros de esto hoy.
Claro, usted dirá, eso es consistente con aquellos que tienen la posibilidad de mantener la distancia de los cuerpos, pero existe un número superior de personas cuyo distanciamiento físico es abolible a causa de las sujeciones contractuales o de esclavitud en las que vive.Esta desobediencia esta vez aplica a una especie de huelga, negarse a abandonar los hogares, no concurrir al trabajo ni enviar a los niños a clases.
Dicho en simple hay quienes pueden optar por quedarse en casa y otros que no.
La obediencia es un argumento regresivo. No posee beneficios psicológicos ni prácticos para quienes la ejercen. Porque no permite hacerse cargo en forma efectiva de los conflictos. Al contrario, solo los mantiene latentes y por más que surjan intentos de legitimar su corrección, estos no hacen más que posponer y agravar la herida que propone una crisis como la que vivimos.
Fíjense en el siguiente tuit de un actor muy famoso, quien al mismo tiempo es lo que diríamos un “líder de opinión“:
Una invitación a “dejar atrás el miedo y obedecer”, todo sería cuestión de actitud. Sin embargo. El tuit olvida a que los argumentos de quienes “dejan atrás el miedo” y salen día a día de sus casas, no lo hacen por un mindset de liderazgo o cualquier otra superchería. Quienes salen día tras día durante la pandemia lo hacen principalmente obedeciendo, es decir, obligados a hacer y actuar. Por miedo.
Para traficar, todavía más este motor de quienes salen día a día a trabajar, podemos citar esta frase:
Con esta pieza de arte en el ámbito de los que nunca se debe hacer en la comunicación estrategia, se hace claro el motor y la acción de los obligados. El miedo a perder el empleo antes que el miedo a morir, a secas.
El gobierno de Chile, continuando con su estrategia militar de copamiento selectivo por zonas para el “control de la pandemia“ ha decidido plantear una estrategia de retorno a la normalidad, es decir, la apertura gradual (aunque espera que no tan gradual) del comercio (comercio establecido, servicios públicos, educación). O sea, todos aquellos lugares de alta afluencia de público, como elemento clave para el restablecimiento de la economía. Ya sea por presiones de las grandes cadenas del retail, o bien para aprovechar (palabra favorita de Palacio) algunas semanas antes del nubarrón del peak de la pandemia y el tsunami de la crisis económica mundial en ciernes. Con todo, la apuesta por obligar a las personas a dejar sus casas usando de ejemplo a los trabajadores que hoy forzosamente salen día a día no ha alcanzado a convencer a la comunidad mayoritariamente. Es más, ha promovido el enfado y cierta convocatoria a utilizar el mismo dispositivo que para las revueltas post 18-O, la desobediencia civil.
Esta desobediencia esta vez aplica a una especie de huelga, negarse a abandonar los hogares, no concurrir al trabajo ni enviar a los niños a clases. Desobedecer para protegerse en la esfera nuclear e individual. Cuyo resultante es una estrategia colectiva. La agregación de posiciones aquí actúa inicialmente como el deseo de cuidado o protección social.
Pero, la pregunta que cabrá hacerse en los días futuros es si esa desobediencia civil que estamos aprendiendo poco a poco es solo una medida momentánea, propia de de la evasión , o bien se compone como una herramienta de protesta no solo hacia quienes toman las erráticas decisiones de hoy, sino también contra la ética del auto cuidado, de la mascarilla como nueva frontera de los cuerpos y promueva formas democráticas y comunitarias de activar nuestra economía, política y más importante que todo, nuestra salud.
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