La historia cuenta que cuando Platón definió al ser humano como un bípedo sin plumas, Diógenes tomó una gallina, le sacó las plumas y gritó “he aquí el hombre de Platón”.
Esa historia es interesante porque sirve para mostrar cómo los seres humanos hemos estado tratando de entendernos, de saber quiénes somos, desde que tenemos uso de razón. En todo tiempo, bajo toda circunstancia. Wittgenstein escribió su “Tractatus Logico-Philosophicus” durante la Primera Guerra mundial. Hegel terminó de escribir su “Fenomenología del Espíritu” cuando soldados franceses entraron a su casa y la quemaron. Todo esto para decir que ni en momentos de extremo peligro dejamos de pensar en la vida.
Es por eso que en medio de la actual pandemia no es de sorprender que muchos estemos lidiando con estas mismas preguntas. Preguntas acerca de nuestras vidas, por qué estamos aquí, qué propósito tiene la existencia, qué es lo que he hecho (y haré) con mi vida. A veces esas preguntas aparecen y preferimos ignorarlas. Otras veces sentimos que no tenemos el “lujo” de pensar sobre eso. La vida, nos decimos, tiene que seguir. Claro, enfrentar dudas y temores nunca ha sido fácil. Pero a veces no podemos (o no queremos) ignorarlas. Y es entonces que nuestra mente empieza un viaje que no sabemos dónde nos lleva. Bienvenidos a la filosofía.Ahora que nuestra existencia está siendo amenazada de manera tan directa y evidente, somos muchos los que sentimos la urgencia de las preguntas que nos hacemos. Si no las respondemos ahora, ¿cuándo?
El primer pesimista filosófico, Arthur Schopenhauer, dijo que los humanos nos relacionamos los unos con los otros porque estando solos nos aburrimos. No es que entremos en contacto con otros porque necesitamos algo puntual. Es porque solos la vida se vuelve, sencillamente, intolerable. Claro, para Schopenhauer existir, simplemente estar, no es más que un tormento. Lo más trágico es que para salir de ese tedio nos relacionamos con otros y emprendemos proyectos para luego darnos cuenta que en esas actividades sólo encontramos más dolor y sufrimiento. Es decir, sin otros nos aburrimos. Y con los otros, sufrimos. Se entiende, entonces, por qué el pesimismo es la marca de Schopenhauer.
Estar en cuarentena es, en esta sociedad un lujo. Es un lujo porque no todos pueden quedarse en casa. La violencia intrafamiliar, abusos, hacinamientos y la necesidad de trabajar son razones que, entendiblemente, convierten a la cuarentena en una medida que exacerba las injusticias ya presentes en el mundo. Pero si usted es uno de los que puede quedarse en casa entonces no le tema a las grandes preguntas que se nos presentan. Pensar es como mirar algo. Imagínese frente a una obra de arte alguna pintura que a usted le llame mucho la atención. Si la obra ha captado nuestra atención podemos pasar largo rato contemplandola. En esa contemplación no estamos, necesariamente, buscando algo específico. No es que creamos que hay alguna respuesta oculta entre los colores o las formas. Tampoco creemos que, al alejarnos de allí, vamos haber adquirido un nuevo conocimiento práctico que nos pueda servir para otra cosa. Pensar es así. Por eso se piensa mejor en silencio. Sin movimiento y sin apuro. Por eso se piensa mejor sin hablar.
Al final, nadie sabe en qué va a terminar todo. Qué va pasar con el modelo de sociedad. Qué va pasar con nuestras vidas personales. Pero antes que volvamos al ajetreo incesante del mundo moderno (asumiendo que volveremos a eso), pensemos por qué necesitamos tanto estar con otros. Por qué necesitamos hablar, comunicarnos, mirarnos y tocarnos. Pensemos por qué seguimos eligiendo y votando por gente que siempre pone la ganancia y la competitividad por sobre todo. Una sociedad que abusa de los más débiles y que pone el dinero por sobre todas las cosas es una sociedad que merece ser desmantelada.
Ahora que nuestra existencia está siendo amenazada de manera tan directa y evidente, somos muchos los que sentimos la urgencia de las preguntas que nos hacemos. Si no las respondemos ahora, ¿cuándo? Sentimos que si no las respondemos es posible que muramos sin haberlas respondido nunca. Morir con la duda. Morir sin haber dicho lo que siempre quisimos decir. Eso es, claramente, posible. Y ante esa posibilidad lo único que podemos hacer es mirar para el lado, mirar al otro y darnos cuenta que vamos todos inevitablemente avanzando hacia el mismo desenlace. Esto demuestra que, al final, tan solos no estamos. O, tal vez, demuestra que estamos más solos que nunca. Ante esta disyuntiva sólo nos queda pensar más.
Comentarios
07 de mayo
Tremenda Columna, que saludable leerla, bravo viejo!!
Uno de los temas más entretenidos y útiles que se aprenden en Psicología, tiene que ver con el Ciclo vital, destacando claro a Erikson quien explica la manera en que, en cada periodo de nuestra existencia, hay un desafío. ¿Por qué traigo esto a colación?, sucede que él estableció que, al final de nuestra vida, todos los seres humanos tendemos a evaluar nuestro pasado, obteniendo paz si logramos una conclusión positiva. Sin duda creo que esta pandemia nos ha permitido abrazar nuestra mortalidad, haciéndonos conscientes de la importancia de nuestra conducta hacia el todo que convive con nosotros, quizás por lo mismo, hoy muchos están (estamos) tomándonos un tiempo para evaluar si seguimos igual o si crecemos en otra dirección.
Ahora bien, respecto al aburrimiento, siento que no hemos cultivado el ocio, hemos perdido la capacidad de disfrutar el silencio, volviéndonos dependientes de la rutina, quizás sea culpa del estructuralismo educativo o como tú bien señalas, del modelo social, no sabría afirmar algo con total seguridad, pero tengo claro que carecer de habilidad de hacernos compañía, es algo grave.
Ojo, sin ser alguien que practica la meditación, si soy alguien que cree en la potencia de la creatividad, la que sumada con un irracional optimismo, valoran esta pausa obligada, e incita a otros a hacer lo mismo.
Un abrazo, en realidad me gustó reflexionar un rato con tus palabras, más en estos días tan pausados.
+1
07 de mayo
Hola Patrick,
Gracias por tus reflexiones y, bueno, comparto todo lo que dices. No conozco a Erikson, pero lo anoté.
Saludos!
11 de mayo
Me he paseado por este sitio y creo que me lo he leído todo, hay muchos que vienen a contarnos el porqué el sistema o el gobierno es malo, o porque ciertas utopías son muy buenas para nosotros, por ello, postulan que es buena idea destruir lo que tenemos, en fin, asuntos que podemos aceptar o no. Esta columna sin embargo me trajo de vuelta a las preguntas fundamentales, a aquellas que poco se hacen, porque son entre otras cosas, terribles, nos dejan colgando de un pelo.
+1
11 de mayo
Hola J.A.,
Gracias por tu comentario. Un saludo grande para ti,