Me permitiré comentar sobre los conventillos verticales. Así les llamo yo a las torres residenciales a las que algunos, erguidos como el pato del silabario llaman «Condominio». La labor de estar abriendo y cerrando portones y puertas, recibiendo correspondencias, anotando quién entra y quién sale, a qué hora y por qué es un trabajo que parece a algunos fácil. Quizás si la tecnología, los residentes y el administrador estuvieran de nuestro lado, las cosas serían simples. A saber:
–Los citófonos no funcionan en todos los departamentos, así es que el conserje no puede avisar que llegó el «móvil», o dejar pasar al cuñado del tío del primo, que grita desaforado que es familia, que cómo no va a tener dos dedos de frente para saber que es obvio que puede pasar cuando quiera. (Y luego el residente llama airado que no puede pasar nadie, ¡ni el papa! sin autorización previa – una semana después sabremos que el «familiar» es un indeseable que vive pidiendo $ prestado y hay que evitarlo a toda costa)
-Los ascensores tienen malo el botón de alarma, el citófono hacia conserjería no funciona -o no existe- y como no hay cámaras ahí, hay que esperar que otro residente buena voluntad, tras darse cuenta, a viva voz le avise al conserje que hay un atrapado. De vuelta del salvataje, -a veces exitoso con la famosa llavecita abrepuertas, a veces no- se llega a la garita y la señora X indignada pregunta que dónde andaba, 10 minutos ahí la pobre a pleno sol esperando que alguien le abra la puerta! (Si sale de garita, nunca olvide dejar todo cerrado, se pueden meter ladrones cuando usted no está en su puesto! ordena el Administrador)Me permitiré comentar sobre los conventillos verticales. Así les llamo yo a las torres residenciales a las que algunos, erguidos como el pato del silabario llaman «Condominio».
-El portón eléctrico está malo y el técnico fuera de la ciudad. A mano no más empújelo, oiga, si no es tan pesado!
-Nunca sabremos quién es el simpático que a las 2 de la mañana usa el taladro o martillea. Los ruidos fantasma rebotan entre esas murallitas ínfimas que hacen escucharlo todo desde los pasillos comunes. Es poco probable también que alguno reconozca que tiró la arena del gato/perro -desde un piso alto-, dejando la embarrada en sala de basura, todo porque se terció que la señora del aseo olvidó ponerle el freno al carro y el golpe reventó bolsas, tiró el receptáculo para atrás y la arena hedionda se esparció por doquier.
-Le escupieron el parabrisas a doña Z y exige solución. Probablemente sea el vecino de estacionamiento, cansado de su copropietaria y ese gusto que tiene por estacionar sobre la línea amarilla, dejándole un espacio muy chico para abrir la puerta derecha.
-La comunidad se reúne, vota y hace un bello reglamento interno… que no cumple. Y el administrador, que le tiene más cariño a don Fulanito que a don Menganito, a uno lo deja sacar sillas del club house aunque está prohibido cuando quiera, y ese quiera es siempre en domingo, cuando el administrador no está para dar la cara y explicar a Menganito que el conserje hizo lo que él dejó dicho que hiciera. (Y cuando esté, va a negar que autorizó y el conserje quedará como mentiroso o tonto, porque no entendió lo que le dijeron)
Con todo, saludo a los que tendremos que pasar navidad y año nuevo en turno. Gracias a los residentes que son personas amables, comprensivas y respetuosas podremos sobrevivir a esos otros perdidos en su ego, clasismo y estupidez. De administradores, mejor no ahondar.
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