En estos días aciagos, el horror que no cicatrizó, nos aparece como un retorno salvaje del pasado en nuestro presente. Esta historia de transgresión -o esta histórica transgresión- es la que ahora explota como un volcán que acumuló por décadas. Y sólo el futuro bien trabajado desde el presente, nos permitirá traer toda la verdad y justicia a las violaciones de derechos humanos en estos días, ejecutada por las brutalidades policiales y militares comandadas por el Estado. Instituciones que se develaron como una gran estafa (prometieron cuidar y no lo han hecho, prometieron defender y nos han robado).
Para quienes trabajamos en la clínica de lo traumático asociada a abusos sexuales y maltrato, resulta fundamental la noción de consentimiento. Esto es delimitar un nuevo posicionamiento y una nueva forma de relacionarnos, donde el respeto a la dignidad humana es central; y eso tiene que construirse o aprenderse si las dinámicas de sometimiento o del abuso de poder llevan años instaladas. Permitámonos apropiarnos de estas banderas, tales como el consentimiento, derecho al tiempo, la protección y el cuidado, siendo frutos de años de movilizaciones diversas en pos de Derechos Humanos.Si somos adultos capaces de decir que no (no al abuso, no a la desigualdad, no a la explotación), también posibilitaremos que niños y niñas puedan replicar este buen trato con sus semejantes y siguientes generaciones
En un proceso psicoterapéutico, cuando uno puede decir que “no” y con ello, despierta una consciencia de haber vivido abusos -en todas sus expresiones- es muy difícil volver atrás. Es posible congelarse, es posible enojarse, explotar de rabia si eso se requiere; pero algo se conmueve. Eso se llama efecto retroactivo, es decir poder pensar con un hecho actual otros que ocurrieron en el pasado, bajo otro prisma, otros niveles o complejidades.
Comenzar a pensar que decir No es posible es uno de los momentos más significativos dentro de la psicoterapia, en la clínica de lo traumático. La persona se permite enfadarse, llorar, gritar, poner un límite y sacar afuera la culpa interiorizada, inoculada. La agresión y la queja existen porque se espera algo, una respuesta, una reacción a que se acepte que conmigo ya no más, a que se pueden ver las cosas con claridad, para luego comenzar a reflexionar. En el fondo es un grito, un llamado a la esperanza de permitirse desear algo mejor. Chile ha salido del replegamiento en el que estaba producto del congelamiento traumático y ha pasado a imaginar/crear una respuesta desde la comprensión, el cuidado y la ternura que nos merecemos.
Abre las posibilidades a la reparación. Hay un país vivo que está mostrando su dolor, un sufrimiento encapsulado por décadas y por generaciones, vestigio de la dictadura cívico-militar y del silenciamiento de la transición a la democracia, demasiado larga y revictimizante. Trauma que se volvió transgeneracional y nos legó encapsulamiento y fragmentación, pero que hoy permite pensar en las bases para hacernos cargo de nuestro dolor y el de nuestros ancestros, para elaborar, historizar y re-actualizar nuestra memoria, en búsqueda de un cuidado colectivo. Tratar de tejer con palabras y vitalidad algunos dolores muy profundos.
Si somos adultos capaces de decir que no (no al abuso, no a la desigualdad, no a la explotación), también posibilitaremos que niños y niñas puedan replicar este buen trato con sus semejantes y siguientes generaciones (hijos, nietos, hermanos, amistades). Que puedan saber delimitar lo que quieren y lo que no, decir desde ese “no” una afirmación tan sana y tan clara de lo que son. En esta afirmación, fueron jóvenes quienes despertaron la manifestación de un amplio sector de la sociedad que también quiere bienestar tanto para los suyos como para otros.
Una arista que podemos pensar para aportar a la simbolización de este contexto, es hablar de mecanismos psíquicos del poder para perpetuar los abusos, tales como la programación y acomodación. Cuando el daño se cronifica y no hay posibilidad de escucha, ni menos diálogo, se pierde la esperanza de recibir ayuda. Esto genera que actuemos programados según lo que se espera de nosotros: hacer porque hay que hacerlo. Obedecer. Estas dinámicas se mantienen a punta de amenazas (directas o indirectas); por ejemplo cuando con displicencia las autoridades nos mandan a levantarnos más temprano, comprar rosas, ser invadidos, preguntarle a las vacas, etcétera, sin considerar el impacto de esas palabras (que un perdón no quita que no lo piensen). Sin embargo, lo que nos ha mostrado la juventud, es que el miedo no es eterno.
El conflicto generacional podría aludir a la caída del nombre del padre y recibir como reacción la idea de una manga de jóvenes irrespetuosos, como una manera de ocultar y despojarnos de nuestra obvia responsabilidad con las generaciones siguientes. Una responsabilidad que nos convoca, nos compele y nos necesita. A nuestros hijos los cuidamos entre todos, así como a los cachorros los cuida toda la manada. No queremos cachorros heridos, ni ser nosotros con nuestra soberbia y desidia los causantes de ella.
Antes era válida la autoridad que para sostenerse apelaba al golpe o la amenaza, pero los códigos han cambiado y sabemos que el respeto no puede ser unilateral, la autoridad también nos debe respeto, aún con mayor responsabilidad, templanza y cuidado. Cómo podríamos confiar en sus intenciones, cuando se responde con limitación de derechos, con indolencia, con desmentida, con tergiversación del discurso, con proyección de la culpa. A todo eso le decimos no más. De sus discursos enloquecedores salimos a flote para gritar que estamos cuerdos y exigimos dignidad, para nosotros y para los otros, porque la convivencia implica el cuidado para todos y no la sobrevivencia personal, como lo intenta sistema neoliberal, individualista y patriarcal.
Nada justifica los abusos y comprenderlos no es justificarlos; por ende, cuidemos también de poder leer y reconocer cuánto del propio modelo está ya demasiado enquistado en nuestras venas. Este modelo, este temor al semejante y esta voracidad destructiva también está encarnado en nosotros. Lo portamos: deshumanizar al otro, querer su dolor, es sólo evidencia del peso del daño de no pensar otras alternativas. Han sido décadas de luchas colectivas dadas para esto, hay que honrarlas. Cuidarlas.
Nuestro desafío es poder salir de la fragmentación, cambiar de posición subjetiva y ser capaces de organizarnos y comenzar a elaborar esta furia que surgió de las entrañas, del cuerpo que no quiere más abusos. Para reconstruir la comunidad que nos fue arrebatada podemos ser participantes reflexivos y activos de nuestra vida, de lo que añoramos para nuestro bien, de los demás y de las nuevas generaciones.
Las autoridades han tenido la posibilidad de responder con empatía y sensibilidad a las señales de nuestro dolor -violencia, pobreza, suicidios, etc.-, y con ello ser capaces de reparar el horror que nos dejó la historia, pero eligieron un camino que ha despertado nuestros temores removiendo fantasmas que no logran descansar. El diálogo real se hace sin armas en la mesa. A pesar de este sistema que ha tenido como efectos el quebrantar nuestro deseo y lazo social, tenemos la posibilidad de protegernos, cuidarnos, apelar por la cordura, verdad, justicia y reparación.
- No al control de identidad a menores de 18 años, habiendo instituciones que han evidenciado prácticas vulneratorias de derechos humanos.
- Establecer pisos mínimos de calidad, cuidado y ejercicio de derechos según los estándares la Convención de Derechos del Niño, en relación con la legislación de los proyectos de Ley del nuevo Servicio Nacional de Protección Especializada a la niñez y la adolescencia, así como la Ley de Sistema de Garantías de los Derechos de la Niñez.
- Establecer una Comisión de Verdad y Reparación para niños y niñas que fueron víctimas de vulneraciones de derechos por parte de organismos del Estado.
Ps. Ignacio Fuentes – Ps. Constanza Quintanilla – Ps. Constanza Varas
Comentarios
27 de octubre
Buen análisis de la situación actual, destaco que de una vez por todo hay que aprender a decir que NO, y nos daremos cuenta que todo será mejor, y seremos felices. Decir NO a todo lo impositivo.
También destaco, el cuidado ylas propuestas hacia los niños, es lo primero, es nuestro futuro, la inocencia de un niño no se toca con nada, ni con el pétalo de una rosa.
Felicitaciones por su aporte.
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31 de octubre
Chile: es un solo pueblo. Pero que fue fragmentado por el dolor y el abuso.
Hoy es la oportunidad de reunirnos nuevamente en una misma causa: promover el respeto, la justicia y las oportunidades, en todo ambito de nuestra vida.
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