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A propósito de la muerte del cabo Martínez

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Yo también condeno a ese adolescente, pero creo que su culpa es culpa de sus padres, de sus abuelos, de su familia, del lugar en donde vive, de su comuna, profesores, de su alcalde y los otros que lo han sido, de sus diputados y senadores, de ministros, presidentes y ex presidentes.

A propósito del asesinato del cabo Martínez, es que he reflexionado largamente sobre lo sucedido. No sé si la palabra es entender, pero si puedo empatizar con la familia de él. Sin duda una pérdida irreparable fractura la estructura emocional de cualquier ser humano, sobre todo si esa pérdida es producto de una situación como la que todos conocemos. Es inexplicable, injusta, dolorosa, repudiable. He escuchado y visto por los medios el sufrimiento de su madre, de sus familiares y de su institución, y sin duda pasará mucho tiempo para que ella pueda sobrellevar la pérdida de su hijo.

Empatizando con ese dolor, también he visto a muchas personas exponer en televisión, radio, medios escritos y redes sociales su juicio acerca de lo sucedido y me llama la atención la expresión del duelo colectivo, del duelo social, aquél en el que todos quieren hacer justicia, en que todos son jueces desde su casas, en el que todos proponen soluciones, que más que soluciones son más de los mismos castigos, fiel reflejo del clásico conductismo.

Si yo fuese víctima de una situación similar, pediría lo mismo, la pena más dura para el culpable, y ojalá, que sufriera. Claro, este pensamiento nace cuando me pongo en el lugar de quien ha perdido tan injustamente a un familiar, nace desde lo instintivo y no racional.

Sin embargo, creo que esto que sucede es un síntoma más de una sociedad enferma, y ese adolescente de 16 años, presuntamente culpable, es el signo de lo que esta sociedad es. Es injusto para él y para los muchos adolescentes, niños, adultos y adultos mayores, asesinos o no, el ser juzgado por crecer sin la oportunidad de haber conocido una realidad con la mínima satisfacción de sus necesidades, sin educación, sin afecto, y siendo medidos en su desarrollo moral como si hubiesen podido desarrollarlo creciendo en igualdad de condiciones. Esos adolescentes, y nosotros todos, hemos crecido en una sociedad individualista, crítica, pasiva, simple y concreta que solo castiga, que invierte en eso, en juzgar ¿y en rehabilitar? ¿En reparar? ¿En prevenir? Eso no ha sido parte de las políticas públicas ni de este ni de ningún gobierno, pues no es esencial, para quienes nos gobiernan, no importa.

Juzgar es relativamente fácil; condenar, algo más complejo. Pero pensar más allá de lo que nos muestra la televisión, claramente manipulada por quienes quieren manipular nuestra percepción, juicio y reacción, es algo que no se nos enseña. Caer en juicios y prejuicios concretos es fácil. Yo también condeno a ese adolescente, pero creo que su culpa es culpa de sus padres, de sus abuelos, de su familia, del lugar en donde vive, de su comuna, profesores, de su alcalde y los otros que lo han sido, de sus diputados y senadores, de ministros, presidentes y ex presidentes, es tú culpa si estás leyendo, y de la mía que estoy escribiendo, pues hemos perpetuado este actuar, hemos reprendido y reprochado pero nada hemos hecho por detener el deterioro del ser humano, al contrario, aportamos con mínimas actitudes a este individualismo, a esta despreocupación social.

Antes de juzgar es importante pensar en qué diferente hacemos para pertenecer y generar un Chile y un mundo diferente. Insisto, juzgar y hacer público un juicio pobre y concreto no es empatizar, no es ser más intelectual, no es tener un mayor desarrollo moral, es sinónimo de entender y transmitir normas sociales que hemos aprendido, pero que otros no porque nadie se ha interesado en que las aprendan, quizás por un “equilibrio sistémico”.

Con esto no quiero justificar, para nada, sino, enjuiciarnos para que todos saquemos de esto un castigo, un autocastigo, por lo que hacemos y lo que no hacemos, por no crecer y permitir que nos estanquen, por sentirnos buenas personas solo por dar nuestro puesto en una fila, ceder el asiento en la locomoción colectiva, por no tocar la bocina una vez, donar 3 pesos en el supermercado o ir al banco para donar a los niños de la Teletón.

Lo que la madre del cabo Martínez necesita, y también la madre del adolescente presuntamente asesino necesita, lo que necesitó ese adolescente y el cabo Martínez, fue esa sociedad utópica, imaginada y quizás inexistente, una en donde la vida en todo sentido y con todos sus derechos fuese respetada, sin leyes conductistas, sin violencia. Como dijo un ministro, la violencia llama a la violencia… pero, ¿qué es la violencia hoy? Para mí, quizás desde mi estrecho punto de vista, la desigualdad, la falta de oportunidades, la mezquindad, la avaricia, el capitalismo es tremendamente violento, entonces, si por ello no se hace nada, ¿cómo pararemos esa violencia?

Hacer juicios y dictámenes desde la comodidad de nuestros hogares es tremendamente fácil, sin embargo el hacer un pequeño verdadero cambio es tarea de pocos. Preferiría ver condolencias a esa madre de luto, en vez de juicios sin autocrítica, pues muchos de ustedes, muchos de nosotros, tenemos la posibilidad de pensar más allá de lo que vemos, compartir eso y quizás promover este fantaseado cambio social, que hoy tendría al cabo Martínez con vida y también a todos quienes han muerto a causa de la violencia, intolerancia e injusticia.

Esto que escribo no necesita una respuesta, pues sinceramente quiero que nos demos la oportunidad de una reflexión distinta, un pensar diferente y ojalá un quehacer nuevo, por uno mismo, por nosotros mismos.

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Foto: www.fotopresidencia.cl

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16 de septiembre

A PROPOSITO DEL 11 DE SEPTIEMBRE.

Tristemente, cada año en esta fecha nos vemos enfrentados a una especie de catarsis de desorden público. ¿Qué es lo que conmemoran los jóvenes que cada año provocan desmanes y alteración del orden publico?….¡¡¡NADA..!!! Esto al tenor de las declaraciones de un joven de 16 años en San Bernardo. Detenido y formalizado en un Tribunal de Garantía de nuestra flamante “NUEVO SISTEMA PROCESAL PENAL”, o nueva justicia, si se quiere. Esto también sin perjuicio de que hay un número significativo de personas que tienen motivos valiosos para recordar esta fecha y sus resultados; algunos con dolor, otros con añoranza; quienes al ver cómo se está desarrollando cada jornada de estas, cada vez más violenta y perdido por completo el sentido real que debería tener, seguramente sufren al ver tanto desaguisado.
Lamentablemente la cantidad de jóvenes en similares condiciones sociales y actitud de desprecio a las normas del respeto y buena conducta social son muchísimos, especialmente en Santiago.
¿Cómo fue posible que nuestra sociedad, antaño reconocida y valorada en nuestro continente como culta y respetuosa haya llegado a producir tal cantidad de lumpen…???
Yo tengo mi teoría sobre como pasó, y también de cómo deberíamos enfrentar en el corto plazo este presente tan inconfortable, pero no tengo poder político. Si no tomamos medidas urgentemente, lo más seguro es que dentro de muy poco tiempo alcancemos tan alto nivel de delincuencia que nos hará un daño enorme, no sólo a quien tenga la desgracia o el deber de enfrentársele, si no que a Chile entero como nación, cada día más reconocida y ya con un prestigio internacional nada despreciable.
No obstante, creo que el actual estado de las cosas sociales en Chile requiere de un profundo, responsable y urgente análisis sociológico. Aparte, creo que somos todos, através del Estado Chileno quienes debemos hacernos cargo de implementar políticas educacionales suficientes y adecuadas a partir de AHORA MISMO. Pero lograr ese cambio tan necesario no será fácil ni rápido. Creo que debería incluirse urgente y obligatoriamente la asignatura de Educación Cívica desde la Educación Básica. Si lo hacemos ahora veremos un cambio positivo en el futuro, entre quince, veinte o veinticinco años más. Si no lo hacemos ahora, seremos muchos más los perjudicados en el futuro.
Que no nos confundan algunas declaraciones grandilocuentes, aparentemente sinceras y de “buena crianza”, o de “buenas intenciones” de algunos políticos de turno que jamás conducen a cambios verdaderos y buenos.
Termino con una frase para pensar:
“EL DIABLO PAVIMENTÓ EL CAMINO AL INFIERNO CON MILLONES DE BUENAS INTENCIONES”.
Espero que mi propuesta sea entendida y que alguien con poder recoja el guante.

camilo

18 de septiembre

estudiala, asociate, compartela, trabajala, es + fácil y satisfactorio que dar la tarea a alguien +, siempre en el camino existen + posibilidades y actualmente sin ser sociólogo digo que una variable del chileno es ser flojo, el por qué es así, ya lo sabemos.

20 de septiembre

Hannah Arendt decía que si todos somos culpables, finalmente nadie lo es.

Alguien que asesina a una persona es el primer culpable y el único en realidad de tal hecho. Pretender que todos somos culpables es desconocer nuestras limitaciones como seres humanos y es finalmente exculpar al desalmado.

Las privaciones, la desigualdad y sufrimientos no son justificativo alguno para quitarle la vida a otro. De lo contrario, muchos que han sufrido alguna privación o injusticia, quizás deberían salir a asesinar al primero que se les coloque por delante. Pero no lo hacen, porque su humanidad no depende de aquello.

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