La relación entre la agricultura y la salud está condicionada principalmente por las diversas prácticas y costumbres preferentes en el cultivo de alimentos y el consumo alimenticio
Hoy estamos en una alerta sanitaria máxima nunca antes vista por la mayor parte de la población nacional y el mundo, siendo el COVID-19 un virus que ha dejado a la vista un hecho claro: se necesitan cambios urgentes tanto en las normas de convivencia como en los mecanismos y acciones que permiten proteger el bien común y el derecho a la vida de manera efectiva.
En consideración del principal mensaje público para el cuidado en salud, se podría suponer que hoy con la pandemia del COVID-19 es más común de lo habitual escuchar el término salud pública, y que la población conoce e identifica que para una mayor protección de la salud, los distintos mecanismos y acciones en el cuidado deben ser capaces de alterar el tipo de desarrollo o evolución que se lleva de manera sostenible. Además los mecanismos y acciones deben ser ejecutados en el momento y tiempo indicado, y que estas deban sostenerse por el tiempo que sea necesario.
A nivel global, la OMS destaca distintos determinantes y pilares para el cuidado en salud[1], entre ellos la agricultura. La relación entre la agricultura y la salud está condicionada principalmente por las diversas prácticas y costumbres preferentes en el cultivo de alimentos y el consumo alimenticio, como por el nivel de recursos naturales, sociales y económicos que posean las personas, y la relación del entorno con la industria relacionada a la actividad agrícola. No obstante la relación de sustentabilidad en Chile la población interactúa desigualmente en los recursos que permiten un mayor cuidado en salud[2].
Pero ¿Qué lecciones podemos aprender del proceso vivido hoy del COVID-19? La respuesta podría ser intuitiva pero no fácil de lograr, como: “… hay que coordinar acciones entre los individuos que de manera descentraliza sean efectivas y eficientes para el cuidado del bien común…”. Pero para avanzar en las tareas primeros debemos entender que para una coordinación efectiva primero debe valorarse que la interacción entre las partes es contributiva en el bien común, que es necesario, y de primer orden, y en segundo orden, debe establecerse y responderse preguntas elementales y de un plan acción para estás tales como: ¿Cuáles son las acciones más importantes?, ¿Cómo se relacionan?, ¿Qué define la viabilidad de mi estrategia?, ¿Es sustentable en el tiempo?, ¿Hasta cuándo?, entre otras.
La necesidad de una mayor participación de todos los sectores en la salud pública del país. Para ello se requiere entonces que los distintos canales de comunicación e instancias de trabajo y la toma de decisiones permitan una vinculación intersectorial con resultados efectivos para el cuidado de la salud, y en donde los distintos actores y personas en de las ciencias agrarias, sociales, económicas y en salud tienen mucho que aportar. Para esto el sector agrícola, por su parte, requiere seguramente priorizar no tan sólo contribuir y ser un actor principal del desarrollo en la salud comunitaria y social – en lo ecológico y sistémico – produciendo alimentos y manteniendo una cultura agrícola, sino que también mantener la cadena de suministros básicos elementales para el cuidado de la salud coordinando soluciones alimenticias y nutricionales para un adecuado balance de la dieta alimentaria de la población.
La mayor virtud en la relación entre agricultura y salud pública, es que juntos suman más que las partes. Así, para una mayor salud pública, el llamado es de mayor protección y prevención mediante las propias conductas y acciones para el bien común, y que requieren, por su parte, internalizar distintos costos en sociales y éticos en los diferentes actores y roles del sistema económico y social. Por otra parte, la agricultura, mediante la creación de mayores capacidades en las personas,[3] es un factor determinante de la salud en la población. También se requiere de la población que sea un actor principal, siendo necesario facilitar los medios que determinan el acceso a la participación para un mayor aprendizaje, como plataformas comunitarias de acceso universal que permitan lograr la participación de todos para obtener información completa y oportuna para la toma de decisiones en salud.
El tiempo dirá que aprendimos en la relación de agricultura y salud pública, y ante qué cuadro público los casos podrían ser tan dispares y parecer tan simples, tales como: a) si la situación de coordinación eficiente y efectiva permanece en el tiempo, entonces podría concluirse que si posible trabajar con miradas distintas y que es posible cuidar el bien común, o, b) si no suceden cambios claros y efectivos en el cuidado del bien común, como es la salud pública, también podría concluirse que no hemos aprendido nada.
[1] Ver OMS.
[2] Se destaca en contenido en columnas anteriores.
[3] Leer Amartya Seen (2000). Development as freedom.
Comentarios