Desde mediados de octubre de 2019, en el país se instaló una “nueva normalidad”, con manifestaciones espontáneas contra cualquier medida o acción del Gobierno, las que se “normalizaron” todos los días viernes, congregándose las personas en los principales recintos o plazas en diversas ciudades en el país.
Esa “nueva normalidad” se mantuvo durante todo el período estival. Mientras que, en el hemisferio norte, ya en diciembre de 2019; cuando comenzaban a enfrentarse al frío de la época invernal, una nueva forma de neumonía atípica comenzaba a hacer estragos en la ciudad china de Wuhan, con 10 millones de habitantes. En dicha ciudad se localizó por primera vez esta nueva cepa de coronavirus, altamente letal en ciertos grupos etarios y con patologías o determinados perfiles epidemiológicos (mayores de edad, enfermos crónicos, fumadores o son sobrepeso, etc.), y que además es altamente contagioso, incluso en el período de incubación.¿Por qué la población no hace caso a la autoridad y acata la cuarentena y el Estado de Emergencia? Porque la población no confía en la autoridad
Mientras tanto, en Chile las autoridades sostuvieron que el país estaba mejor preparado que Italia, según las propias palabras del presidente de la República. Sin embargo, se dijo que se habían comprado ventiladores, los que finalmente no llegarán todos los prometidos al país, así como además, no hubo voluntad de escuchar a todos los actores científicos llamados a enfrentar la pandemia como cuerpo asesor del Gobierno, y es por ello que los nefastos efectos de esas obtusas decisiones se sufren en junio, meses después de elevar las expectativas, de hablar de “retorno seguro” y que la curva epidemiológica estaba en una meseta, según lo indicado por el mismo ministro Mañalich durante el mes de abril de 2020.
Como es costumbre, el presidente elevó las expectativas y dobló la apuesta. Quizá, probablemente, ante la ansiedad de querer retomar el control de la agenda y de la opinión pública. Pero en junio de 2020 nos enfrentamos al colapso del sistema sanitario público, con un índice de letalidad que aumentó de 1.3 en abril a 1.6 en junio. También nos enteramos de los resultados de la apuesta del Gobierno respecto a las políticas públicas diseñadas e implementadas con Mañalich como responsable político: Un rotundo fracaso de la estrategia escogida.
Frente a esta situación de descrédito ante la población, por una parte, y de desconexión empática y política de los personeros de gobierno, es que se proyectan, diseñan, implementan y evalúan el desempeño de las políticas públicas y, muy preocupantemente, en materia de salud pública.
Ante lo señalado, el diseño de las políticas públicas, el control de ellas, su implementación y evaluación, no pueden seguir en manos de una sola persona, menos si esa persona ha perdido la confianza de la ciudadanía (y de una buena parte de los legisladores), lo que en política y en un sistema hiperpresidencialista, significa granjearse y muchas voluntades en contra. Verbigracia: ¿Por qué la población no hace caso a la autoridad y acata la cuarentena y el Estado de Emergencia? Porque la población no confía en la autoridad, porque entrega información errónea, contradictoria, al decir que persiguen proteger la vida, pero prefieren que la gente se rasque con sus uñas y pague de su bolsillo la crisis.
Son estas lecciones las que deben ayudar a meditar respecto a qué sistema de salud se busca para las próximas generaciones. Y en esa discusión no necesariamente debe estar presente los diversos criterios econométricos y economicistas, sino también atender a la complejidad de nuestra estructura social y comprender que es ahí donde entra la seguridad social, es decir, aquellas herramientas nacidas para alivio de la población, entre ellas la salud pública y universal, y la jubilación.
Chile merece y requiere no solo un acceso universal, gratuito y de calidad en la salud, sino también autoridades competentes, con grados de empatía que los lleve a cuestionarse todo su trabajo, en función de los objetivos de una cartera clave como lo es el MINSAL, y tener la suficiente altura de miras para escuchar a todos los actores involucrados en la producción de salud en el país, y tener, de una vez y por todas, un verdadero Sistema Nacional de Salud.
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