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¡Nuevamente en el 2020! La Atención Primaria de de Chile, siempre héroe

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Hemos asistido,  por estos días a la firma de un acuerdo por un Plan de Emergencia, entre el Gobierno, Chile Vamos, el PS, el PPD y el PDC, en el que lograron consensuar un pacto para enfrentar los efectos económicos y sociales de la pandemia, con un gasto fiscal de US$ 12 mil millones, para los próximos 24 meses.

Tras la firma del acuerdo, nos llama la atención la formalización de más recursos hacia la Atención Primaria de Salud (APS) representada por los CESFAM (Centro de Salud Familiar) y SAPU (Servicio de Atención Primaria de Urgencia) comunales de forma prioritaria, los cuales son gestionados por los Departamentos o Corporaciones de Salud Municipal, mayoritariamente. Si bien se crea un fondo especial destinado para la APS, con un monto cercano a los US$500  millones, persisten las orientaciones técnicas y financieras (per cápita) centralistas y capitaneadas por el Ministerio de Salud, ubicando, una vez más a la APS en la primera línea, dado los resultados del nivel central en cuanto acción sanitaria contra COVID-19, los cuales han sido simplemente desastrosos (más contagios y más víctimas). Si bien, parece una buena medida, la misma, es un instrumento que justifica la contradicción de afirmar lo importante que es la APS para la salud de Chile (oportunidad de trazabilidad efectiva y más) v/s su no consideración en el inicio de la estrategia gubernamental desde enero de este año.

Hay que convenir por una parte, que desde la recuperación de la democracia se viene sistemáticamente afirmando, que las escalas subnacionales, esto es, las escalas local y regional, son las idóneas para hacer pertinente el diseño, ejecución y evaluación de la política pública, como también la planificación, en orden a cómo pensar la ciudad, el desarrollo territorial y sus condiciones de servicio urbano, estando el sector salud, involucrado en tales ecuaciones.

También debemos convenir que existe un actuar, el cual podríamos catalogar como “negligente mejoramiento del sistema político”, por su lentitud e intereses mezquinos “chorreados” en la transversalidad de éste, lo que explicaría hoy en día, la inexistencia de cambios significativos en el centralismo político, administrativo y fiscal en general y por defecto entonces: abandono o poca preocupación por la salud local de la patria toda, independiente de algunos ajustes de tipo financiero, cuando del per cápita se refiere[1].

Complementamos esta situación, con el reciente rechazo del Senado, respecto del proyecto que busca extender en época de emergencia sanitaria, la duración del permiso que madres y padres tienen para cuidar a sus hijos, recién nacidos. La ciudadanía no atiende a tecnicismos, casualmente transversales, cuando la emergencia nos abruma.

Es ineludible, en opinión de los suscritos, no relacionar el giro de estrategia del Ministerio de Salud para afrontar el COVID-19, a propósito de querer proporcionar ahora recursos a la APS, ante la existencia de un atrofiado y jibarizado Sistema de Salud Local (siendo la APS, la más importante), donde, sin perjuicio de ser acertada, aunque tardía acción[2], implica traspasar la responsabilidad central a un área pauperizada. Ésta, claramente, se verá en la encrucijada de disponer de estos millones para mejorar la administración del COVID-19, pero dado el contexto, muy difícilmente podrán resolver -en medio de la emergencia y de forma automática-, la disparidad territorial en el nivel de atención y/o de profesionales de la salud que se requieren, desde cada APS a nivel nacional.

Esta preocupación, tiene justificación -entre otras- en las evidencias que los medios de comunicación muestran de las permanentes y sistemáticas ‘colas/filas’ presenciales y virtuales (a propósito de la gestión telefónica) en cada una de las expresiones de la APS antes descritas. Pues, hemos visto en los noticieros, en más de una oportunidad el colapso de este servicio de salud, cuando morían personas en las salas esperando su turno de atención médica, o bien, cuando en época invernal, el virus sincicial, influenza o gripe común, más otras enfermedades crónicas, copaban el sistema en comento. Cuántas veces los alcaldes, concejos comunales y la CONFUSAM nacional, regionales o locales y comunidades de usuarios reclamaron tal situación con movilizaciones diversas. Todo ello, antes de la emergencia que ha provocado la pandemia[3].

Además, hay que sumar la estacionalidad climática del país, la cual, es como es, por lo menos, hace un siglo…, es decir, hace tiempo que la territorialidad nacional viene indicando que la Política de Salud debe adecuarse a este contexto espacial (con calentamiento global incluido), sobre todo cuando la salud ‘es o debe’ entenderse como un Derecho Humano. Conviene la ironía, cuando tenemos a la vista: a.- el fracasado ‘retorno seguro con una nueva normalidad’, b.- la inmunidad de rebaño cuestionada, o c.- no conocer de la pobreza en Chile, así como d.- la debilidad del sistema de salud ultra-diagnosticado[4], más la estacionalidad climática que permite un caldo de cultivo óptimo, no sólo para el COVID-19, sino que también para las tradicionales enfermedades que enfrenta año a año el sistema.

Como si fuera poco, se debe incorporar una evidente conducta individualista de chilenas y chilenos que no hacen caso a las orientaciones de la autoridad sanitaria y política (algunas erradas), no sólo por la desconfianza que brindan, sino que, principalmente, por la necesidad de sobrevivir que tienen, viéndose conminados a ser vectores de propagación, o bien, objeto de contagios del COVID-19, caracterizados por los medios de comunicación, como los principales responsables o llamados: “los porfiados de siempre”. En este orden de cosas, además, nadie se hace cargo del valor cultural que coloquialmente podríamos denominar, ‘cada persona, se rasca con sus propias uñas’, esculpido desde varias décadas bajo el hegemónico individualismo y consumismo neoliberal que impide la valoración por lo colectivo. Por otro lado, recientemente, y como contradicción de lo anterior, un artículo de prensa expresó que la propagación del COVID-19 en Chile, al igual que el resto de América Latina, llegó cuando los ricos regresaron de sus vacaciones desde los Estados Unidos y Europa transmitiendo el virus a las oficinas y círculos sociales[5]. La idílica imagen de “isla” económica y floreciente, dejó de manifiesto la pobreza y que el modelo económico se sostenía en base a endeudamientos de las empresas (Latam, Luftansa), los que recurrirán al Estado para solucionar sus fallidos modelos de negocios[6].

Pero en el fondo, la Pandemia debeló otra vez, lo que más dramáticamente ya había debelado el Estallido Social iniciado en octubre del 2019, junto al despliegue de la Geografía de la Multitud[7], esto es, una red de protección social estatal definitivamente tenue, como producto de la ejecución de un Modelo de Desarrollo que centró en lógicas de mercado aspectos propios de derechos ciudadanos/sociales como el de la salud, privatizándola, menoscabando la red de salud pública, donde se atienden las mayorías populares de la patria.

Por lo tanto, es de esperar que los US$ 120 millones orientados a los municipios, los cuales malamente serán distribuidos con criterios de Fondo Común Municipal COVID-19; más los US$ 500 millones en apoyo a la APS, residencias sanitarias y otros[8], paleen en algo y asertivamente la coyuntura sanitaria invernal sobre la patria distribuida en 345 comunas, municipios y APS.

Dineros que inicialmente debería aportar en la gestión de los casi 14 millones de personas inscritas en el Fondo Nacional de Salud (FONASA) -al presente-[9], pero que lamentablemente aumentarán producto de un creciente desempleo, que se proyecta, llegaría al 20% de la población (empleos formales e informales)[10]

Una de las varias lecciones que permite la pandemia, es que en salud no se improvisa, que el centralismo territorial e institucional no ayuda a la comprensión de la capilaridad del fenómeno social; hoy en pandemia o cualquier otra coyuntura natural futura, que obligue una reacción de emergencia adecuada. Muy probablemente, estas ayudas en otro contexto institucional de salud y con otra gestión de la emergencia, institucionalmente descentralizada, habría tenido mejores resultados.

Finalmente, el siguiente momento constitucional, que ha estado dormido, pero esperando -hasta ahora pacientemente-, recoja el grito de dignidad de la Geografía de la Multitud demandante y la catástrofe humana que la pandemia está provocando y provocará, para que en ese nuevo Modelo de Desarrollo que debe emerger, considere al Sector Salud y sus trabajadores, como un eje del desarrollo humano y sume a la educación y la protección de la tercera edad, como un derecho humano genuinos, centrados en las personas y en su bienestar y no en la acumulación de capital.

Esta columna se logró en co – autoría con el profesor Hernán García, profesor de la Universidad Academia Humanismo Cristiano. Docente Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Magister© Ingeniería Informática USACH. Diplomado en Big Data Universidad Católica.
Diplomado en Ciencias Políticas y Administración Pública. Universidad de Chile. Licenciado en Educación en Matemática y Computación USACH

 

Una de las varias lecciones que permite la pandemia, es que en salud no se improvisa, que el centralismo territorial e institucional no ayuda a la comprensión de la capilaridad del fenómeno social

 

 

 

[1] Ver en https://politicaspublicas.uc.cl/wp-content/uploads/2015/02/fortalecimiento-de-la-atencion-primaria-de-salud-propuestas-para-mejorar-el-sistema-sanitario.pdf

[2] Ver en http://www.bibliotecaminsal.cl/wp/wp-content/uploads/2018/01/032.Documento-de-posici%C3%B3n-respecto-al-valor-social.pdf, en página 5, párrafo 3, donde se llama a avanzar en un nuevo pacto de salud centrada en la APS

[3] Ver en https://www.lar.cl/doc/textos/ElLibroBlancoDeLANuevaMayor%C3%ADa.pdf, a propósito de las debilidades de la APS, sin perjuicio de la reforma del año 2000

[4] Ver en https://obtienearchivo.bcn.cl/obtienearchivo?id=repositorio/10221/26811/2/BCN_Gobernanza_salud_y_demunicip_para_reposit_final.pdf

[5] Ver en https://www.theclinic.cl/2020/04/09/covid-19-un-virus-con-clase/

[6] Ver en https://www.elmundo.es/economia/empresas/2020/05/26/5eccb113fdddff5e418b45e2.html y en https://www.dw.com/es/paquete-de-rescate-para-lufthansa-a-la-vista/a-53526850

[7] Ver en http://www.academia.cl/comunicaciones/columnas/la-geografia-de-la-multitud-tras-la-polis-justa

[8] Ver en https://www.hacienda.cl/sala-de-prensa/noticias/historico/ministro-de-hacienda-e-historico.html

[9] Ver en https://maiposalud.cl/blog/aumento-de-afiliados-a-fonasa-el-gran-desafio-de-decidir-en-nuestra-salud/

[10] Ver en https://www.df.cl/noticias/economia-y-politica/laboral-personas/jpmorgan-cree-que-el-desempleo-en-chile-ya-bordea-el-20-producto-del/2020-06-02/153232.html

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2 Comentarios

ssanchezg

ssanchezg

Ciertamente, tanto el Estallido Social como la Pandemia del Covid-19 nos han visibilizado las precariedades de nuestros sistemas de protección social, que muchos ya venían denunciando hace décadas. Espero que dentro de la oportunidad que nos entrega la crisis, nuestra salud pública salga fortalecida en cuanto al reconocimiento de sus labor, las mejoras en sus condiciones laborales y la inyección de recursos para la necesaria mejora estructural del sistema público de salud.

    JOSE ORELLANA YAÑEZ

    Coincido con su planteamiento. Ojalá que el debe constitucional haga un buen tratamiento del mismo. Se precisa para lograr una patria más justa.

    Saludos