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La culpa es de los médicos

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Al ministro le avergüenzan los anestesistas. ¿Al ministro le avergonzará ser el titular de una cartera que permite y estimula la existencia de sociedades paralelas que ofertan servicios a nuestros hospitales públicos estimulando el más soterrado lucro? ¿Existe transparencia en esas sociedades?

Durante años el conflicto educacional en el país se intentó reducir al problema de la calidad. La suprema calidad. Esto hizo que el drama fuera protagonizado únicamente por dos actores enfrentados entre sí. Profesores versus alumnos. Las condiciones generales que posibilitaban tal escenificación quedaban ocultas, y las demandas de unos eran veladas por la mejoría gremial, los otros eran presa de la frustración y discriminación de la educación más segregada del mundo, a merced de la deserción. El foco iluminaba sólo el problema de la mala calidad docente, la mala calidad del alumno y la mala calidad de la escuela. La solución era la épica de la libertad, y la equidad era entendida como “ayudar” a desarrollar y buscar la ansiada libertad. El profesor a buscar mejor escuela/alumnos/salario, los alumnos-apoderados a buscar mejor escuela/profesor.

Si el sistema fallaba, los culpables eran el binomio ya señalado.

Por años el cuerpo mediático de nuestra sociedad ha iluminado el sensible drama de la salud pública con una lógica similar. Enfrentados los unos a los otros, el teatro para comprender nuestra salud, nuestra enfermedad, nuestro sufrir, nuestro padecer, ya ha personificado a sus gladiadores y a sus bestias. Nuevamente la escena televisiva ha invisibilizado los andamios de este gran teatro. Sólo sabemos que mientras las urgencias de nuestro país están abarrotadas (no sólo en invierno), nuestros consultorios acumulan pacientes en la lógica de números por hora, las operaciones son supeditadas a si se encuentran en las tablas de Moisés que  bendicen nuestro Plan Auge o no. La culpa es de los médicos.

Flirtean horas en el sistema público, duermen mientras los pacientes de nuestras urgencias ponen a prueba las leyes de la gravedad. Trabajan 24-48-72 hrs seguidas. Atienden 5-6-7 pacientes por hora. Son asalariados calificados que en el oxímoron de nuestra distribución social, comparten el banquete del quinto quintil con Anacleto, Andrónico y los otros dinosaurios del imaginario social. Etcétera, etcétera, etcétera. La lista es larga.

Tan extensa es la lista como extensas son las carencias en el medio en el cual trabajan. Insumos, sobre-carga laboral, atender en camillas donde no se respeta el más mínimo derecho a la intimidad de nuestros pacientes. Sin duda, la lista acá es más extensa. ¿Conocerán esta lista los médicos españoles que nuestro ministro contratará? ¿Sabrán que la reanimación se tiene que realizar en el suelo del pasillo del hospital de Concepción? Si sé que muchos de los médicos de los cuales hoy nadie habla, pertenecen a médicos latinoamericanos que por diversas razones han migrado a nuestro país, y han debido enfrentar los procesos de revalida que la legalidad chilena estipula haciéndose parte de nuestro sistema de salud, brindando día a día su atención a nuestra población, casi siempre la más vulnerable. Juegan un rol clave en lugares donde nuestros galenos por x o y no están.

No se puede fragmentar e incomunicar el conflicto educacional con nuestro conflicto en salud. Tienen un pecado original común, un modus operandi compartido. ¿Un destino único? No lo sé. Es el conflicto de los derechos.

Los dramaturgos del sistema no salen en la prensa denuncia de Megavision cada vez que se abarrota la Posta Central, ni cuando un médico colombiano trabaja 72 hrs en Linares. No sólo en Linares pasa esto mi querida prensa rubí. Pero el problema es la calidad. Y la culpa es de los médicos.

La calidad, manoseada y tergiversada. ¿Quién puede negar que la calidad es condición sine qua non de nuestro oficio? ¿Pero qué entendemos por calidad?

¿Las clínicas-hoteles que “conquistan” sobre el 50 % de la población total de médicos para atender a no más de un 16% de la población del país? ¿Son las Isapres nuestras administradoras de calidad, y su curiosa por no decir vergonzosa forma de asegurar salud, discriminando y segregando a los más enfermos o con más riesgo de enfermar?

¿Es calidad estimular el sub-contrato de médicos españoles para acortar la brecha de especialistas que tiene el sector público? ¿Por cuánto dinero y cuánto tiempo licitamos esa calidad señor Ministro? ¿Es calidad la sobrecarga asistencial de nuestros servicios de urgencia? ¿Es calidad que nuestras urgencias amanezcan con 40-50 hospitalizados en sus dependencias? ¿Es calidad no tener donde atender a nuestros pacientes, donde hospitalizarlos? ¿Es calidad realizar cada noche un verdadero triage bélico para no sobrecargar nuestras minúsculas camas UCI?

¿Es calidad vaciar los fondos públicos con flujo de recursos hacia las clínicas privadas, que día a día crecen en forma exponencial?

¿Es calidad que Santiago aglutine a más del 50% de los médicos de todo el país? ¿Es calidad que menos del 8% de los médicos del país se encuentre en la atención primaria de salud, base y pilar fundamental de cualquier sistema de salud?

La culpa es de los médicos. Sus aspiraciones gremiales han ayudado a que el teatro de desmantelamiento sostenido de nuestra salud pública no encuentre freno ni resistencia en nosotros. Sin saber que el desarme de nuestro sistema nos ha terminado de des-armar a nosotros mismos. Bueno días: el laissez-faire administrativo que se ha impuesto en nuestra economía de la salud no nos tiene “protegidos”.

Al ministro le avergüenzan los anestesistas. ¿Al ministro le avergonzará ser el titular de una cartera que permite y estimula la existencia de sociedades paralelas que ofertan servicios a nuestros hospitales públicos estimulando el más soterrado lucro? ¿Existe transparencia en esas sociedades?

Hablo desde el sentido común. No es objetivo de esta columna reflejarnos con el desarrollismo economicista de nuestro último fetiche: la OCDE. Más del 40% de nuestra inversión en salud sale de los bolsillos de la gente. El mercado ha estimulado la competencia de lo público con lo privado. ¿Existirá falacia más grande o competencia más arreglada, cuando cerca del 90% de nuestra población de mayor edad tiene que sobrevivir con el menoscabado sistema público? Los privados no los quieren en esta lid. Son carga demasiado pesada para la “gestión en salud”. ¿Podrán ellos con las pensiones miserias contribuir a su bienestar metiéndose las manos al bolsillo.

Son los médicos y todos los trabajadores del sistema público los que ponen en sus hombros la atención sanitaria de más del 80% de la población. A los que les ha tocado formarse y auto-formarse en el devenir de la complejidad de nuestros pacientes. Los que trabajamos sin especialistas ni super-especialistas que han migrado hacia lo privado, ¿qué les podemos recriminar, después de las abultadas deudas que significa formarse en este país? No hablo solo desde la U y la super-especialidad, hablo desde los colegios. ¿Que espíritu y sentido de país formamos?

Hablo desde lo público. Con la sensibilidad que otorga pertenecer al conjunto total de trabajadores de la salud que “aperra” en nuestros hospitales de antaño, por más remodelado que puedan estar. Mientras no se reconstruya un sistema de salud que ponga el bienestar de la población como valor fundamental y supedite al mercado a este paradigma, nuestros hospitales y consultorios seguirán llovidos y agrietados.

Soy de los médicos que aún cree que la salud pública es el lugar donde se debe triangular más que en ningún otro lugar el ideal osleriano: asistencial-docente-investigativo. Difícil de cumplir. Ya sabemos de sobra la realidad de nuestras alma mater. Salvo admirables emprendimientos, la lógica que atraviesa nuestro sistema académico no es una isla de las otras realidades formativas. La inversión en investigación es un lujo primer mundista, a no ser que sea bajo el prisma auspicioso de las grandes compañías farmacéuticas que nada tienen que envidiar a la industria de la guerra. Gran paradoja: la industria de la vida y de la muerte son más hermanables de lo que pensamos. ¿Cómo se forman nuestros especialistas? ¿Quién rinde cuentas de los dineros que el ministerio otorga a las Universidades (mayoritariamente privadas) para la formación de nuestros especialistas? Una de las tantas preguntas que atraviesa la calidad como un estado etéreo, sin compromisos ni lineamiento. Sólo es calidad y sólo hablamos de calidad.

Disculpe señor Ministro. No es usted el dramaturgo de esta tragedia. Han pasado otros que con más o menos prensa que la suya han administrado este desarme de nuestra salubridad. Sin duda, vendrán otros que no guardo esperanza a que modifiquen mucho el guión de este desmantelamiento.

Guardo esperanzas que los médicos asumamos el rol y responsabilidad en nuestro máximo mandato. Que no es precisamente como la mitología popular y endiosada de algunos piensa «vencer a la muerte», sino ayudar a alcanzar un estado de bienestar físico, psicológico y social que le permita a cada uno de nuestros pacientes desarrollar su forma de entender y vivir esta vida.

Ojo: pacientes, no usuarios. Médicos, no prestadores. El lenguaje de mall guárdelo para los estacionamientos de las clínicas privadas.

Si Chile ha alcanzado altos índices de salud (mortalidad infantil-expectativa de vida) es por el conjunto de medidas iniciadas y encaminadas hace más de medio siglo por líderes que pensaron y planificaron la salud como un derecho y por un pueblo entero que ha debido costear este derecho.  No por quienes le han entregado este derecho al mercado.

Llegó la hora de iluminar los andamios. Este conflicto no se trata de hacer pelear a médicos y pacientes, este drama es sobre los derechos.  Esto se trata de salud o mercado.

Si no nos comprometemos con esto, la culpa es de los médicos.

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servallas

24 de octubre

Creo que es así, y eres muy valiente, pero aún le seguimos echando la culpa al camino, no, no son ni los sistemas, ni los otros funcionarios, ni los recursos, ni las politicas, son los mismos médicos. Como sabemos, son los más politicos de los profesionales, los encontramos en todo el expectro politico, y además los más doble-estandar, reclaman más recursos para la salud pública, es decir más lucas para el bolsillo, pero al pobre enfermo del sistema apenas le dan de malas ganas unos cinco minutos, apenas estan llegando les dan la mano para despedirse, luego corren en sus lujosos 4 x 4 a las clinicas y hospitales privados, les gusta el dinero, y les gusta pontificar sobre la salud pública. Si, tienes razón, son los médicos.

24 de octubre

Pucha Sergio Valladares, no está muy buena la comprensión de lectura….

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