Las conductas relacionadas al estilo de vida en salud son hoy situadas como la piedra angular del tratamiento en muchas enfermedades crónicas, especialmente las relacionadas con el sistema cardiovascular. De esta manera la publicidad y las condiciones del entorno, como otros factores socioeconómicos que se relacionan a la apropiación o el arraigo de conocimiento en el cuidado en salud, serían relevantes al momento de explicar la relación entre el consumo, el ingreso, la identidad socio económica y el consumo alimentario a la hora de comer.
Ello ha dejado entrever que no es la solución económica, relacionada al ingreso o renta o cobertura financiera, la que sería un factor protector en salud, sino que en Chile el consumo alimentario como un bien económico no sería un bien preferente para todas las clases según acceso económico de los recursos en Chile. Esto se puede evidenciar en distintas fuentes como la Encuesta Nacional de Salud, (ENS 2010, 2017) y la Encuesta Nacional de Consumo Alimentario (ENCA 2014), en donde, al parecer, el cumplimiento del tipo de recomendación en el cuidado en salud es parcial en distintos grupos de la población en los últimos 10 años. Esto, sin duda, no tan sólo representa un problema de salud pública, sino que además un desafío de nuestra sociedad respecto a la movilidad social e igualdad de oportunidades en salud.La participación en el consumo saludable por parte de la población, es un desafío importante para el acceso económico a los alimentos con igualdad y equidad
Autores como Pierre Bourdieu, desde 1980 han sostenido la existencia de una dimensión cultural de la economía y otra funcional; en donde la desigualdad en el capital cultural – y por medio del estatus socio económico – afectaría las persistentes cifras de morbilidad y mortalidad existentes, conllevando distintas estrategias protectoras de tener enfermedades específicas.
Utilizando la información de la ENCA 2014, se pasa a conformar una caracterización de la población para analizar el cumplimiento de las recomendaciones en hábitos de actividad física, tabaco y alimentación saludable en su conjunto, según las recomendaciones en salud relacionada a los hábitos (véase MINSAL), y como es la relación estructural entre los distintos hábitos.
Se determina que sólo el 1,8% (n=306.018) cumpliría simultáneamente las recomendaciones saludables en hábitos de alimentación, actividad física, tabaco. Mientras que una alimentación saludable 5,29% (n=877.555), y hábitos saludables en tabaco y actividad física un 29,83% (n=4.951.892). Como de manera consistente en todos los estilos de vida, la mayor parte de la población requiere cambios. Además, en relación, se observa un bajo nivel y una mayor distancia con un 2,1% (n=298.779) en la zona urbana y un 0,4% (n=7.239) en la zona rural de quienes cumplen todos los hábitos.
Al estudiar a los individuos en el consumo alimentario saludable por la percepción de la cantidad ingerida en el consumo alimentario, variedad en el consumo alimentario habitual, y equilibrio en el consumo alimentario habitual se observa lo siguiente: que en aquellos que no cumplen en hábitos alimentarios, de actividad física y de tabaco se observa que un 52,01% (n=5.758.688) declara, según percepción, ingerir una cantidad adecuada. No obstante la respuesta “algo excesiva” tiene un 16,08% (n=1.780.274) de las respuestas del grupo, un 55,93% (n=6.192.431) declara, según percepción, tener un consumo alimentado variado y un 50,78% (n=5.622.125) declara, según percepción, tener un consumo alimentado habitual “equilibrado”. En palabras simples, al menos la mitad de quienes no cumplen en ningún tipo de hábitos declara que tienen una buena alimentación.
Hoy, la participación en el consumo saludable por parte de la población, es un desafío importante para el acceso económico a los alimentos con igualdad y equidad. La ausencia de esto último implica que el derecho a la salud es un desafío de seguridad nutricional y alimentario en Chile, que afecta en el diario vivir la calidad de vida y bienestar inmediato y futuro de la población más carente de recursos sociales y económicos, como también a aquellos que salen de la pobreza pero con estilos de vida que no se condicen con su mejora en recursos económicos de consumo.
La relación entre población y comportamiento, en contextos de desigualdad, es injusta cuando, aquellos que no han podido conocer un entorno diferente o estilos de vida diferente en su transición familiar, no pueden elegir otra opción como preferente, ya sea por desconocimiento o por la inercia de sus costumbres y prácticas.
Finalmente, hoy la ventana solidaria es para las nuevas generaciones que han tenido un mayor progreso económico y estatus socio económico -y que como jóvenes solteros aún están lejos a una mayor carga financiera del gasto en salud (sanos o sin demanda de prestaciones catastróficas)- para aportar solidariamente aquellos vulnerados (niños, adultos y ancianos) que menos oportunidades en salud tienen, y que hoy estarían afectados por las relaciones sociales y económicas en una cancha desigual, viviendo muchas veces en lo rural y con bajas rentas, y quienes seguramente también son FONASA.
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