El miedo es una respuesta natural cuando sentimos un peligro real ante algo que, por lo general, puede poner en peligro nuestra integridad o será una promesa de dolor y sufrimiento. De esta forma, el miedo puede alejarnos del peligro real o alejarnos de éste para salvar nuestra integridad física o psicológica.
Es así que se podría decir que el miedo está incorporado como sentimiento en muchos animales, incluido en el hombre, como respuesta de adaptación y mantención de la especie. El problema se da cuando el objeto del miedo es irracional o exagerado. En este sentido, las fobias justamente se caracterizan por ser miedos que superan lo racional, lo concreto y razonable. Son “miedos raros” y que muchas veces limitan la vida de quienes los padecen.
Uno de los motivos de consulta que frecuentemente atendemos en el Centro de Hipnosis Clínica en el verano tiene relación con temor a las piscinas, al mar, e incluso al agua propiamente tal. No se trata del miedo razonable a ahogarse de personas que no saben nadar, ni de sentir el temor de fuertes olas del mar que pudieran botarlo y ser arrastrado por la marea, pues ese temor es razonable y adaptativo, y quienes no lo tienen y se enfrentan a situaciones de riesgo presentan, por el contrario, conductas temerarias en las cuales exponen su vida.
En una oportunidad un paciente no era capaz de poner su rostro frente al chorro de agua de la ducha por temor a ahogarse, lo que claramente es una situación imposible que suceda realmente. La paciente también comprendía lo absurdo que resultaba su miedo, pero aun así no podía controlarlo.
Esta situación no sólo puede afectar a quien padece de estos miedos, sino a quienes lo rodean, que son sus familias. Por ejemplo, si la persona presenta temor al mar o al agua, por lo general no estará de acuerdo a asistir a paseos o viajes en los que contemple ir a la playa, piscinas o menos aun viajar en un crucero. De esta manera, su círculo íntimo completo se verá afectado por la fobia de una sola persona.
Tal escenario en muchas ocasiones genera una auténtica incomprensión del núcleo familiar, pudiendo sentir rabia por lo limitante de la vida del paciente. Aun así, en ningún caso se debe obligar a estos individuos a enfrentar su miedo, pues podría llegar a desencadenar resultados aún peores, agudizando los miedos y pudiendo generar graves problemas en la personalidad.
Esta situación no sólo puede afectar a quien padece de estos miedos, sino a quienes lo rodean, que son sus familias. Por ejemplo, si la persona presenta temor al mar o al agua,
Respecto a sus orígenes, por lo general existen dos causantes: en primer lugar a partir de un suceso traumático ocurrido frecuentemente en la infancia y luego reprimido u “olvidado” en el inconsciente, es por ello que por lo general el paciente no entiende ni sabe el por qué de su temor. La otra causa es aprendida, copiada o “enseñada” por los padres o parientes cercanos.”
Por otro lado, la superación de la fobia es posible y más rápido de lo que las personas creen. Una de las formas, según la psicología, es la desensibilización sistemática. Esto consiste en que la persona con fobia vaya poco a poco, lentamente y a su propio ritmo enfrentando este temor irracional.
La otra alternativa es la hipnosis realizada por un psicólogo clínico, donde uno de los motivos de consulta más frecuente en el verano es por este tipo de temores. En esta caso, con un trance en hipnosis, la mente es capaz de liberar este temor encapsulado y recordar lo que originó la fobia. Posteriormente, y junto con generar la sanación de esta experiencia, la fobia desaparece sobre un 75% de los casos, incluso en una primera sesión.
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