La semana pasada escribieron de un diario a la Fundación en la que trabajo para invitarnos a compartir una columna de opinión sobre la visita del Papa en Chile, particularmente me resté, ya que reconozco que me genera fuertes contradicciones “El Papa Francisco”, pero esta invitación me permitió ir elaborando cierta reflexión en torno al tema; por un lado, como evangélico tengo distancia con su figura propiamente tal, nos enseñaron así, podríamos decir que es un “micro-religiosísmo” que nos queda. Pero por otro lado tengo mucha admiración, celebro diferentes señas que ha realizado en su papado; identificarse claramente contrario al capitalismo salvaje y movilizar a una preocupación global por el cuidado de la tierra a través del Laudato Si, generar instancias con las voces desplazadas como los movimientos sociales, trabajadores y los presos, posicionarse al menos para la prensa como un Papa progresista, es mucho mejor que tener un Papa conservador. Además, amigas y amigos católicos de mayor edad que yo, a quienes les tengo tremenda admiración lo ven casi como el Papa que siempre quisieron, escucharlos a ellos me convence que sin duda es de los nuestros.
Hay temas que sin duda no ha logrado convencer, principalmente quienes estamos desde otra generación, el encubrimiento de abusos, y la negación particularmente de los Derechos Sexuales y Reproductivos. Me genera contradicción de igual manera las Iglesias Evangélicas, y sus “mini” papas que vienen del Norte a dar cátedra de fe, lo digo por ejemplo por David Hormachea que sin confesarlo es el Papa para gran parte de los evangélicos en Chile, y comparo entre uno que es extremadamente facho y un Papa más “sensible” sin duda, bien por los católicos.
Claramente, desde fuera ambos son detestables y seguramente saldrán una serie de dichos de brillante lucidez moderna e intelectual sobre lo inútil que es creer en Dios y/o en sus instituciones. Pero no es fácil, desde esta identidad muchos hemos construido nuestra historia, nuestros sentidos de existencia, tejido relaciones significativas, abandonar la fe no es sólo un tema racional.Hay temas que sin duda no ha logrado convencer, principalmente quienes estamos desde otra generación, el encubrimiento de abusos, y la negación particularmente de los Derechos Sexuales y Reproductivos.
En ese lugar de admiración, siento cierta desilusión, (falsamente esperada) con el Papa Francisco, quien negó la posibilidad de escuchar a la Machi Francisca Linconao Huircapan, si bien era algo que no esperaba, el escenario me permitió imaginar una oportunidad muy bella para re-encantar y movilizar a una Iglesia dispuesta a escuchar, y en donde sus dulces y poéticas frases de bien podrían haberse volcado en señales concretas de reparación, legitimando una expresión de mundo violada, maltrada y negada por el cristianismo.
Pero no falló sólo el Papa. Fallamos nosotros también como Iglesia, nosotros como cristianos lejos de estos espacios permitiendo a los abusadores del poder poseer las instituciones, cuando callamos históricamente ante la relación de amor entre las instituciones religiosas y el poder, cuando nos quedamos con la crítica lejana, sin practicar acciones que disputen las conciencias, en la indiferencia de ver nuestras Iglesias con más interés en Apoquindo que en Santa Rosa, en negar las voces de movimientos sociales que hablen también en nuestras comunidades día a día.
Así mismo falla la Izquierda o el “progresismo”, en invisibilizar las historias y prácticas de luchas que se dan en los espacios populares, esos mismos espacios en que la izquierda universitaria e ilustrada no está, se encuentran las Iglesias promoviendo comunidad, y son infalibles en criticarnos sin nunca haber visto nuestro trabajo. Sin haber establecido relaciones honestas de construcción en conjunto.
Fallamos quienes hemos abandonado los espacios de fe, por otros espacios sin duda también legítimos e importantes, pero olvidamos que nuestros espacios de fe, también son imaginarios de disputa, y si lo abandonamos, al final nos queda una Iglesia (Católica y Evangélica) cada vez más indiferente, más deseosa del poder, y con anhelo de reinar sobre las estructuras de injusticias.
Creo con todo mi corazón en que el espíritu de Dios también se mueve hoy fuera de la institución, algunos tal vez hemos escuchado o al menos así creemos por fe. Hemos escuchado a Dios en el dolor de la tierra maltratada por el “Desarrollo”, en las víctimas de las injusticias de nuestra Patria, en la inclusión de los que son excluidos, en la sonrisa de los marginados, en las fiestas de los pobres. Por eso, me hace sentido el texto bíblico cuando dice: “No podemos callar lo que hemos visto y oído”. Es eso, no abandonar. Disputar, no en la lógica del poder, sino al contrario, en una propuesta contra-poder.
Sin duda nuestro desafío es mayor, porque nuestro proyecto no lo hemos aún experimentado del todo, intentos y ciertos destellos que aparecen, que nos animan la esperanza para seguir creyendo, es mayor el desafío porque tenemos mucho que desaprender del orden de este sistema y sus dinámicas de relación, y volver a las preguntas simples, de las que conversaba Jesús. Es más difícil, porque hoy en nuestras Iglesias e Instituciones necesitan cada vez más de Jesús y cada vez menos del poder.
El Papa se irá, David Hormachea se fue. Nosotros nos quedaremos, no abandonemos nuestra fe. Nos queda mucho por hacer
Comentarios
19 de enero
Muchas veces, como gesto de salud mental, hay personas que no están dispuestos a sostener estructuras opresivas. El mismo Evangelio nos invita a sacudir aún el polvo de nuestras sandalias y encauzar nuestras vidas hacia otros espacios con contenidos más liberadores. En muchos casos he aconsejado a personas maltratadas por sus instituciones con discursos pretendidamente hebdmónixs a abandonar esos espacios que lastiman dignidades. No todos los sedientos de poder regresan a sus lugares de orígenes. Tenemos en todos los casos ejemplos locales de quienes quieren manipular instituciones y personas, no por posiciones teológicas o pastorales sino simplemente por el placer de ejercer el poder, aún sobre un pobre sello de goma. Es discutible en el Papa Francisco su concepto de pobreza. Si bien la Encarnación de Jesús de Nazaret se hace en un contexto de simplicidad de vida, eso no significa una glorificación de la miseria. La Encarnación tiene como finalidad terminar con todas las esclavitudes y liberar a toda la humanidad, incluyendo la creación, de lazos opresivos. El compromiso Evangélico es terminar con la miseria y la pobreza impuesta a millones de seres humanos para promover una simplicidad de vida que sea sustentable para nuestro sistema ecológico.
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