Mi intención es compartir una reflexión sobre el dictamen del Vaticano sobre el Presbítero Fernando Karadima, desde la sociología de la religión. Encuentro esto necesario al ver la importancia del dictamen y la ausencia de la consideración de lo religioso al momento de analizar la noticia por la mayoría de los medios de comunicación.
Es de importancia pública para la sociedad chilena el dictamen del Vaticano sobre el sacerdote Fernando Karadima. ¿Por qué? Porque se ha abusado de menores, lo cual es de extrema gravedad para la sociedad hoy. Pero si consideramos la dimensión religiosa, la situación es aún más grave: los menores son parte de lo que es sagrado para Chile; las víctimas de abuso fueron víctimas de un portador y representante de lo sagrado, un sacerdote. Lo sagrado ha dañado a lo sagrado, lo cual es devastador. Esto exige respuestas a la religión y, en particular a la tradición religiosa de la cual es parte el victimario: la Iglesia Católica Romana. Respuestas que van más allá de la justicia humana, ya que dicen relación con aquel que es representante y garante de lo sagrado, mediador de Dios: el sacerdote.
Lo sagrado, en el sentido de Durkheim, es aquello que es protegido, y por tanto separado, por ser parte de lo esencial de la sociedad. Lo profano es su contrapunto: no está protegido, es de mayor variabilidad y su relación con lo sagrado es extremadamante delicada y sujeta a mecanismos que buscan la no "profanación" de lo sagrado. Para que lo profano pueda acceder a lo sagrado requiere transformarse, en cierto grado, en sagrado.
En este marco el abuso de menores no es sólo abuso de menores, es una profanación de lo sagrado, agravado por la contradicción profunda, ontológica, de que ha sido lo sagrado lo que ha profanado lo sagrado.
¿Hay reparación? Si, afortunadamente sí. Pero es un largo proceso. Fundamental para el logro de esto es claramente el accionar de la Iglesia, como portadora, mediadora y salvaguardia de lo sagrado. Con la condena al presbítero Fernando Karadima, prohibiéndole perpetuamente el ejercicio público de cualquier acto propio de su ministerio sacerdotal, en particular la confesión y la dirección espiritual, su condición sagrada sacerdotal ha quedado suspendida.
No puede un mediador y portador de lo sagrado seguir como tal después de la grave profanación que cometió. Esto es central para la resacralización de aquellos profanados. Colaboran signficativamente en la reparación del daño sagrado la iniciativa de acercamiento, apoyo y reparación a las víctimas de Monseñor Ricardo Ezzati, Arzobispo de la Iglesia Católica Romana de Santiago, acompañado de la difusión pública del dictamen del Vaticano y el compromiso de nunca más por parte de la Iglesia.
Pero esto no termina acá. Hay daño colateral que requiere atención por parte de la Iglesia. La desacralización de la cual es depositario Karadima como profanador de lo más sagrado de nuestra sociedad afecta duramente a aquellas personas que fueron sacralizados por este sacerdote, es decir, fueron incorporados como pares de él en términos sacerdotales y/o fueron guiados espiritualmente. Nuevamente la Iglesia tiene un tremendo desafío frente a esta paradoja dolorosa de destrucción de lo sagrado por lo sagrado.
La decisión de la Iglesia Católica Romana sobre su presbítero Karadima es de extrema importancia, no tiene implicancias civiles pero si colabora enormemente a reparar lo sagrado que fue quebrantado, y con ello la dignidad humana.
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Foto: Tonio Mora / Licencia CC
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Comentarios
23 de febrero
Excelente opinión. Rescato mucho su intención de poner en el escenario de la discusión pública un punto de referencia histórico-cultural -esto es, el valor de lo sagrado- que a veces suele ser motejado como «pasado de moda» por una atmósfera recargada de presentismo.
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