Jamás lo hubiese pensado, han pasado escasas horas de la jornada de uno de los acontecimientos más importantes de nuestra historia reciente.
Vimos que la participación fue sensacional. El proceso cultivado por el empuje íntegro de los ciudadanos superó todas las expectativas.
Todos logramos observar cómo la ciudadanía en masa se expresó en las urnas con el rotundo triunfo del Apruebo (78%) y de la Convención Constitucional (79%). Este avasallador último porcentaje nos entrega la posibilidad de formar parte de un mecanismo eleccionario histórico en nuestro país, mediante el cual tendremos la opción de elegir a todos aquellos que deberán redactar nuestra nueva Constitución.La tranquilidad que tengo es que, dada la gran concurrencia de votantes al plebiscito, la ciudadanía parece saber que la construcción del país está en nuestras manos, y esa es la gran virtud de la democracia
No cabe duda de que estamos frente a un mañana distinto, es un despertar en que el país se abre a un pacto social e institucional capaz de entregar la convivencia necesaria que todos los chilenos nos merecemos.
Pero como todo proceso democrático nos queda un inmenso transcurso participativo por delante.
Dado lo anterior, la arenga principal es simplemente no dormirse, ya que el 11 de abril se avecina otro de los hitos fundamentales del proceso constituyente, aunque me atrevo a decir que cierta parte de aquel hito ya comenzó, dado que continúan las discusiones respecto a las reglas del juego que faltan por demarcar, tales como los escaños preferentes a nuestros pueblos originarios, inclusión de candidatos con capacidades diferentes, la obligatoriedad de transmitir abiertamente las sesiones de la convención, la transparencia del voto de cada uno de los constituyentes etc.
Continuando la idea anterior, el 11 de abril es tanto y más importante que el 25 de octubre recién pasado. ¿Por qué? Sencillo de explicar: es que debido al triunfo de la opción “Apruebo”, quienes podrán desactivar los obstáculos de nuestra actual Constitución serán aquellos que nosotros elijamos como futuros constituyentes en abril próximo. Las fuerzas políticas de centroizquierda, entonces, deben ser capaces de producir concitar suficiente confianza popular para llevar sus ideas a la convención, y elaborar la Nueva Constitución que tanto anhelamos, requerimos y merecemos.
Además, paradójicamente, otros dos actores parecen celebrar. El actual alcalde de Las Condes, Joaquín Lavín -el mismo que rasgó vestiduras al enterarse de la detención de Pinochet en Londres-, y el presidente del Partido Comunista, Guillermo Teillier – el mismo que autorizó el atentado contra Pinochet en su calidad de Jefe Militar del PC en época de dictadura-. Probablemente, Lavín habría preferido no reemplazar la Constitución. Tellier y su partido ni siquiera se sumaron al acuerdo por la nueva Constitución. La centroizquierda debe notar una oportunidad en el hecho de que dos extremos de la gama de organizaciones políticas no participen del proceso con plena comodidad.
La tranquilidad que tengo es que, dada la gran concurrencia de votantes al plebiscito, la ciudadanía parece saber que la construcción del país está en nuestras manos, y esa es la gran virtud de la democracia. Cuando las circunstancias son violentas, injustas, desiguales es necesario siempre recordar que la voz de la soberanía popular la construimos nosotros, y contra aquella construcción de mayorías políticas y sociales, no hay coacción, autoritarismo u odio que pueda imponerse.
Una vez más la invitación es a seguir construyendo un país más justo, menos desigual y a tener en cuenta que los grandes cambios sociales se construyen a través de la participación democrática de todos nosotros, las y los ciudadanos de Chile.
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