En un ambiente polarizado, donde abundan las “funas”, donde la descalificación es la forma habitual de comunicación y expresión política, donde las, mal llamadas, redes sociales son la nueva trinchera de los ideologísmos, los últimos acontecimientos políticos obligan a celebrar a quienes los extremos vociferantes tildan, con desdén, de traidores.
Mientras una parte de la derecha en el poder se encuentra atrapada en una ciénaga de dogmatismo económico y su credo neoliberal, parte importante de la izquierda cree vivir en una especie de universo paralelo en el que son los titulares indiscutidos de la representación del pueblo, y su status moral les permite juzgar a todos y revisar la historia a su antojo.
La estructura actual de partidos en Chile es el resultado, entre otras causas, de un accidente histórico, vivimos la herencia política de la guerra fría y la dictadura cívico militar y sus enclaves autoritarios que extienden su legado e influencia hasta nuestros días. La suerte de bipartidismo “a la chilena” iniciado en los 70 y consagrado en la Constitución del 80 y su sistema electoral binominal, nos persigue hoy como un fantasma que amenaza con encadenarnos a un mundo binario, de enemigos, buenos y malos, y donde el totalitarismo no permite los disensos civilizados, donde las fronteras ideológicas son infranqueables, y dónde siquiera sentarse a conversar con el “enemigo” puede constituir alta traición.En buena parte del mundo civilizado los partidos que, sin complejos, asumen una posición de articuladores o bisagras del sistema político, son valorados por la ciudadanía por su aporte a la estabilidad política
Urgen los partidos y los políticos capaces de desafiar a los extremos y que sean capaces de articular ideas y acuerdos mas allá de los dogmatismos, en este contexto bien vale la pena analizar la actuación de algunos sectores políticos que han sido elevados a la categoría de traidores por los extremos.
Renovación Nacional, o al menos una parte de ese partido, a partir del estallido social, ha ido adoptando una posición abierta a introducir cambios cada vez mas sustanciales a las bases del modelo neoliberal, lo que le ha valido enfrentar una crisis interna y graves conflictos con el Gobierno y sus socios de coalición. Puede arguirse que el oportunismo político, o un atisbo de populismo explicaría este accionar, mas que una convicción profunda, sin embargo, no cabe duda que ha llegado suficientemente lejos, casi se diría que a un punto sin retorno, y por tanto, su voluntad de cambio, al menos en parte, podría ser genuina.
Pero, el comportamiento político de RN no puede explicarse por si solo, debemos, en mi opinión, analizarlo en conjunto con el de los otros traidores: La Democracia Cristiana. La tienda presidida por Fuad Chahín ha desarrollado una estrategia de posicionamiento y redefinición de su identidad que ha sido duramente criticada tanto desde la propia DC, como desde sus ex(?) socios y el Frente Amplio. La Falange ha sido por décadas el ejemplo máximo de los “traidores”, acusada desde la derecha y la izquierda de “amarillos” y cambiantes, y en el realismo mágico de nuestro Chile, ha sido vista con desconfianza por los que viven en una eterna y absurda guerra fría, sin embargo, su actitud en el congreso y para con el gobierno en general, ha sido clave para viabilizar proyectos importantes para el país, y, muy especialmente, para ese etéreo y cuasi surrealista segmento social denominado “clase media”.
El “giro a la derecha” como ha sido caricaturizado este ánimo de colaboración ha permitido un dialogo a través de las fronteras, y, sin la DC como interlocutor, RN no habría tenido margen de acción y su apertura al dialogo y los cambios, habrían sido casi imposibles de concretar con una Izquierda sobreideologizada y desconfiada, y, por tanto, mas que la DC haber girado a la derecha, el resultado de la estrategia de Chahín y su directiva parece haber “arrastrado” a RN hacia el centro.
En buena parte del mundo civilizado los partidos que, sin complejos, asumen una posición de articuladores o bisagras del sistema político, son valorados por la ciudadanía por su aporte a la estabilidad política y porque destraban los frecuentemente improductivos diálogos de sordos de los extremos, sin embargo, en Chile, curiosamente son mal vistos, simplemente porque las ideologías son cuasi credos religiosos.
El fenómeno iniciado por la Democracia Cristiana, al hacer política y no temer llegar a acuerdos, ha abierto una puerta interesante de renovación de nuestro sistema político, y, podría, con el tiempo, ser el germen de una coalición de centro que podría incluso resucitar los olvidados tres tercios del siglo pasado.
La aprobación de la reforma constitucional que permite el retiro anticipado de un 10% de los ahorros previsonales resulta el ejemplo paradigmático de este proceso en el que parte de la derecha chilena, algunos pensando en su próxima reelección, pero muchos pensando en los chilenos, está despertando de su alienación en la secta religiosa neoliberal en la que han permanecido por décadas, y quizás, de la mano de la DC, sean capaces de construir una alternativa a los extremos.
Así que, exclamamos sin temor:
Vivan los que traicionan los dogmas.
Vivan los que traicionan un modelo agonizante y a un gobierno indolente.
Vivan los que traicionan las verdades reveladas y los autoerigidos púlpitos de superioridad moral.
Vivan los traidores que hacen política.
Comentarios
15 de julio
Hola, bueno así es, hay que ser muy valiente para salirse del piño y no seguir en la guerra fría, al final del día son esas personas las que creen en la democracia, son las que hacen posible que convivamos en nuestras diferencias y no vivamos en guerra civil o dominados por el dictador de turno. Muy de acuerdo, que vivan los traidores.
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