El concepto “no lo vimos venir” a propósito del desborde institucional manifestado el 18/O, fue la excusa de la élite empresarial y política para no dar paso a los cambios que el modelo neoliberal manifestaba desde hace más de 24 años, la encuesta CERC de marzo de 1996 indicaba que un 40% de la población entendía que el resultado económico de nuestro país se debía al esfuerzo de los trabajadores y sin embargo, mayoritariamente (75%) asimilaba la rabia al reconocer que el beneficio de dicho éxito era capturado por una minoría. La percepción de desigualdad en nuestra sociedad rebasa con creces los aspectos económicos, en la encuesta de Latinobarómetro del mismo año se extendía el malestar hacia el ámbito de la justicia en donde más del 70% de los entrevistados expresaba que había privilegios para unos pocos poderosos. Estos análisis fueron asimilados en el informa de PNUD un año
más tarde en donde se expresaba la preocupación de la degradación de nuestras relaciones sociales, más del 90% de los entrevistados manifestaban que no se podía confiar en extraños y las autoridades indicaban estar al tanto del malestar de la ciudadanía con el modelo, sin embargo en el intento de no empatizar con las demandas sociales indicaban que ese malestar era “un tanto difuso que no es fácil de explicar” (Informa PNUD 1996 p50). Este manifiesto desacople muestra a cabalidad la falta de empatía con las problemáticas sociales que el modelo producía, sino también indica una desidia respecto del trabajo comunitario por parte de la élite, conceptos como responsabilidad social empresarial (RSE) fueron implementados desde una lógica asistencialista en todos los territorios en donde la empresa privada ejecutaba proyectos extractivistas, esta práctica aprendida de la política asistencialista que todos en todas las alcaldías se ejecutaba sin fortalecer el vínculo individual al colectivo y el colectivo a la sociedad, la gobernanza se hacía a través de bouchers y cajas de mercadería, de esta forma se ha gobernado por 31 años y aún persisten las prácticas elitarias para abordar los problemas sociales y colectivos.Nuestra sociedad, con toda la diversidad que posee, debe ser capaz de comprender que sin ciudadanía nada puede perdurar en el tiempo
El 18/O abre un ciclo que si la élite lo enfrenta de la manera apropiada puede llevar a nuestro país al anhelado desarrollo, no sin la errática apuesta de quienes miran a la ciudadanía con desconfianza, sobre este vector aparece el “Acuerdo por la paz Social y la nueva constitución” como un intento por parte de la institucionalidad política de tomar un protagonismo sobre la conducción que el movimiento social organizado (y no organizado) había expuesto en las jornadas de Octubre y que perduraron hasta avanzada la pandemia en Chile. El plebiscito del 25/O refrenda estadísticamente y sin apelación que el modelo está agotado, que se requieren nuevos liderazgos que provengan de la sociedad civil, que tengan un trabajo social y comunitario real, que se sometan a la conducción de los movimientos sociales (liderar obedeciendo), que exista la posibilidad de control social de las decisiones (lo opuesto a la cocina) y que muestren credenciales de probidad en diversos ámbitos. Puestas así las piezas sobre el tablero ¿qué le queda a la institucionalidad política?, si existe el deseo real de concretar transformaciones políticas, sociales y económicas que nuestra sociedad reclama, nadie podría objetar el vínculo fundacional que se produciría entre la élite (económica y política) y el movimiento social organizado, los partidos políticos tienen el deber moral de subsumirse en la ciudadanía organizada para proporcionarle músculo a las transformaciones que emanen de la convención constituyente y de paso (porque vienen varios años electorales) converger con la ciudadanía en la elaboración de programas comunales que posibiliten a la ciudadanía hacer gobierno ciudadano en cada rincón de nuestro territorio para nuevamente dignificar la política y la democracia.
Nuestra sociedad, con toda la diversidad que posee, debe ser capaz de comprender que sin ciudadanía nada puede perdurar en el tiempo, por muy buenas intenciones que se tenga o por muy iluminado que se pretenda ser, por otra parte, los movimientos sociales organizados y no organizados deben comprender y asimilar que sin la política nada se implementará de la forma apropiada, ya que los partidos políticos proporcionarán el andamiaje necesario para que las buenas ideas se concreten.
Debemos ser capaces de construir una sociedad del pueblo, por el pueblo y para el pueblo de forma que los resultados compensen los trágicos hechos ocurridos en estos últimos 31 años (se lo debemos a las futuras generaciones).
Comentarios
15 de noviembre
Claramente, los movimientos ciudadanos hacen política, hay que entender que la política no es el problema, son quienes la ejercen y cómo utilizan el poder que a través de ella obtienen.
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