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¿Vamos a decir que NO?

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Diversas investigaciones y estudios dan cuenta de una profunda crisis de representación. Apenas un pequeño porcentaje de la ciudadanía confía en los partidos políticos, el Congreso exhibe un bajísimo nivel de credibilidad y las organizaciones sociales no gozan de mejor salud. Desde las más altas esferas del Estado hasta los instrumentos socio-comunitarios más basales, la representatividad y la participación parecen ser un problema de dificil solución.


Chile merece y demanda una constitución verdaderamente democrática, legitimada por un proceso consistente con este propósito de origen a fin.

Este panorama ha estimulado tanto el surgimiento de nuevas formaciones sociopolíticas como la rearticulación de instrumentos que buscan llenar ese vacío de liderazgo y plantear alternativas a la crisis señalada. Descolgados de las viejas orgánicas políticas, dirigentes marginalizados por décadas, nuevos actores surgidos al fragor de los malestares ciudadanos, todos frente a una oportunidad que no logra vencer la desconfianza ciudadana. Las alternativas no escasean; muy por el contrario, las hay planteadas desde la izquierda y desde la derecha, desde arriba y desde abajo, desde las más amplias alamedas indignadas y desde el más pretencioso espíritu tecnocrático.

Con todo, y en un campo fértil como pocas veces, no hay una sola organización que pueda preciarse de hablar por el todo en vez de la parte. En cuanto a las viejas estructuras del mohoso pasado, hace tiempo ya que dejó de importarles representar a alguien más que no sea a sus benefactores (y además no escatiman esfuerzos en obstaculizar la legalización de nuevos partidos).

En este clima de desolación es que el camino de la Asamblea Constituyente se hace aún más necesario y razonable. El argumento es muy simple: como no existe un solo sujeto capaz de garantizar que no se representa más que a sí mismo, no hay otra alternativa sino convocar a todos los ciudadanos.

En su lugar, los actores político-institucionales han sugerido un camino algo diferente. Este consistiría en delegar al Congreso las potestades del constituyente, haciendo vista gorda a la crisis de representación que lo afecta de manera grave y que, en consecuencia, dañará profundamente la legitimidad del proceso. Adicionalmente, y a modo de revestir de democrático un proceso que se vislumbra viciado de origen, se ha propuesto la participación de la ciudadanía mediante una o varias consultas no vinculantes a las organizaciones formales existentes. A la participación estrictamente nominal que se propone, se suma entonces la deshonestidad intelectual de sugerir que las organizaciones socio-comunitarias existentes son portavoces eficaces de quienes dicen representar.

Todo lo anterior evidencia que, como está de moda por estos días, el proceso consultivo tiene más bien la intención de validar de manera espuria procesos ya cocinados por la élite. No vamos a profundizar aquí en las dinámicas caudillistas y asistencialistas que han hecho de esas organizaciones un instrumento tristemente funcional para tales efectos, pero bien puede ser objeto de futuras columnas. Lo cierto es que poco pueden representar a una población ampliamente esquiva a espacios y procesos tal cual hoy han sido planteados.

Sin ánimo de ser majadero sino levemente didáctico, preciso necesario remarcar que dado que nadie puede asegurarnos hoy que no se representa más que a sí mismo, el compromiso de un demócrata es formular a todos los ciudadanos las preguntas fundamentales. Esa consulta debe estar garantizada de origen a fin, vale decir: consultar respecto del mecanismo a utilizar, elegir a los constituyentes y, finalmente, plebiscitar la nueva constitución, pasando por la serie de instancias participativas y consultas intermedias. Eso es lo que ha caracterizado los procesos constituyentes originarios en aras de garantizar la legitimidad y estabilidad del orden resultante.

Desde la Francia del siglo XVIII hasta Islandia en 2010, pasando por los procesos de este tipo de América Latina, la Asamblea Constituyente ha sido el mecanismo que se han dado los demócratas de más variado signo ideológico para materializar un orden que sea reconocido como legítimo por la nación. Todo esto es de especial relevancia dado que la Constitución Política de una República es nada menos que la expresión de la comunidad política.

Para la primera quincena de octubre la Presidenta se autoimpuso, por tercera vez en el año, un plazo para dar a conocer el mecanismo constituyente. Con una serie de reformas a su haber que han sido en extremo morigeradas para regocijo de los poderes económicos, y con un programa ante el cual sus propios impulsores no se sienten comprometidos ni obligados, el panorama no parece muy auspicioso para la más difusa de las propuestas programáticas. Si el gobierno no ha mostrado compromiso ni decisión con sus promesas más nítidas, no hay razones para esperar que haga algo asombroso respecto del debate constitucional.

Sin embargo, en un país donde toda la élite política se beatifica de estadista, tener una Constitución democrática debiera ser la principal de las preocupaciones. Por ahora todo parece ir a contrapelo de la voluntad ciudadana y nadie espera mucho de una élite convertida en lastre. Pero, en honor a la decencia, desde la Presidenta hasta el último parlamentario, no estaría mal que nos sorprendan evitándose la vergüenza de pasar al vertedero de la historia.

Chile merece y demanda una constitución verdaderamente democrática, legitimada por un proceso consistente con este propósito de origen a fin. A veintisiete años de un plebiscito… Presidenta, ¿Vamos a decir que NO?

 

 

TAGS: #AsambleaConstituyente Constitución

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servallas

02 de octubre

Hay a veces algunas ideas que hay que machacarlas, y machacarlas y nuevamente volver a darle, porque de lo contrario pueden volver a donde surgieron, a su madriguera, a la oscuridad de un grupo de ideólogos, y es lo que pienso pasa con este tema, es claro que muchos personeros ligados a carreras sociológicas, a politólogos y a  grupos ligados a ciertas corrientes políticas la asamblea constituyente parece ser su tabla de salvación, su arca de Noé, su tema, no se dan cuenta que el país va por otro lado, la gente quiere proyectos país que funcionen, algo pragmático que traiga  bienestar, trabajo, esperanza, me pregunto  ¿que le importa a un modesto trabajador que se levanta a las cinco de la mañana para llegar a su trabajo la AS?, ¿que le importa a un comerciante,?, ¿que le importa al país real?. Se sabe que no se confía en la clase dirigente, menos en los iluminados que quieren destruirlo todo  como quedó demostrado en la pasada elección presidencial, el país que hace que este Chile funcione sospecha que una nueva constitución será manipulada por los mismos de siempre, y si la anterior también lo fue, fue manejada entre gatos y medianoche pero no nos llevo a ser una Corea del Norte, ¿no será mejor arreglarla?,  ¿No será mejor machacar y machacar para que mejore la atención médica?, ¿No será mejor machacar para que bajen los usureros aranceles universitarios?, ¿no será mejor machacar y machacar para que lleguen los mejores y más preparados líderes al parlamento,  y que se vayan los que ya llevan más de 12 años?, ¿No será mejor machacar y machacar para que se acabe de una buena vez la división falsa entre izquierdas y derechas y definir objetivos país de largo plazo con visión de estadista?, ¿no será buena idea cuidar y mejorar lo que a duras penas hemos alcanzado?.

Raúl Elgueta González

08 de octubre

Es lamentable, pero tus sugerencias, si bien honestas, tienen las prtácticas de los últimos 10 años, durante los cuales, se ha machacado mucho en temas como la atención médica y la salud, la baja de aranceles universitarios, el recambio de los «líderes» parlamentarios -gritando que se vayan todos- y recibir sugerencias variadas de esa pretendida élite sobre temas que serían , según ella, propios de la visión de un estadista, pero «LOS QUE MANDAN»: LA CLASE POLITICA Y LOS GRANDES GRUPOS EMPRESARIALES, mal usan todo lo que se dice, para seguir controlando la vida social, política y ecpnómica de nuestra Patria. Debemos , luego, considerar las eventualidades de abrir un proceso para ir a una nueva Constitución, que esta vez, sea expresión de la volunjtad madurada, consciente, de la mayoría de los 17 millones de chilenos….no necesitamos más «Comisiones de Expertos»…además, debemos tener claro que este proceso va a durar a lo menos 2 o 3 años, y TODA la ciudadanía deberá ir participando en cada una de las etapas que se propongan. Ojalá esta vez lo logremos, porque desde los Reglamentos CVonstitucionales, pasando por las Constituciones de 1833, 1925 y 1980, no ha sido todo el pueblo el que ha opinado…ha habido Comisiónes de Expertos y votaciones de ciudadanos en función de sus recursos económicos…es el UNICO cambio, es duro, pero no hay razones para enunciar a un verdadero país democrático, soberano, autónomo y participativo.

Raúl Elgueta González
[email protected]

03 de octubre

Disculpe pero la ciudadanía tiene otras prioridades y además la idea de un AC suena cada vez mas absurda y menos razonable. Su discurso (casi exactamente el mismo que había para la constitución del 25) quizá podría ser válido para países que parten de cero y deben constituirse, pero no es el caso. Lo importante es tener una constitución alternativa y no un mecanismo populista para quedar en la incertidumbre. Si tiene una constitución mejor que la actual propóngala para que todos la podamos leer y discutir antes de aprobarla.

Hay que asumir que aunque le encontremos mil defectos al barco es un hecho que ya estamos en alta mar navegando en él por lo tanto antes de hundirnos las alternativas son repararlo o construir desde aquí uno alternativo por difícil que parezca porque créame que será mucho mas difícil construir algo en alta mar después de naufragar.

Saludos

06 de octubre

Pero proponer una una constitución y discutirla no es un mecanismo cercano a la AC? Además la primera parte de lo que propone la columna es preguntar al país que mecanismo de usará para cambiar la Constitución, entiendo que desde ahí se construirá un proceso democrático y legítimo. Si partimos de la premisa de que el parlamento no está legitimado para iniciar la discusión entonces que nos queda? La imposición portaliana de un nuevo «orden»? Estimó que bajo el contexto actual donde la colusion dinero-política ha terminado de destruir la imagen de nuestros representantes la AC no es descabellada. Basta mirar nuestra historia constitucional y tomar una decisión.

08 de octubre

Carlos, por ejemplo: A usted no le gusta la constitución actual porque no especifica que las FFAA no pueden intervenir bajo ninguna circunstancia en la vida civil, por eso quiere la asamblea, y a mi tampoco me gusta la constitución porque tampoco especifica que las FFAA sean los últimos garantes de toda la institucionalidad. Por lo tanto voy también por la asamblea Entonces no se resuelve el conflicto sino que se deja que la asamblea nos diga “esto se resolvió así le guste a quien le guste porque la mayoría nos eligió a nosotros para resolverlo y punto”, o sea al aprobar una AC se da por aprobada una constitución antes que la ciudadanía la lea siquiera.

Saludos

Raúl Elgueta González

08 de octubre

Señor Silva, esta argumentación suya, coincide con la que tienen los detentadores efectivos del poder social, político y econ´+omico en Chile: LA CLASE POLITICA y sus patrones, LOS GRUPOS FINANCIEROS. La primera, porque no desea renunciar a su salarios y privilegios, y los sectores empresariales que controlan los Grupos Financieros -incluye su l personal de nivel gerencial-.
Pero nosotros. sr Silva, que somos los dirigidos, es hora que empecemos a definir claramente nuestro camino hacia un Chile diferente: participativo -somos 17 millones que DEBEMOS participar-, autónomo -definiendo los asuntos de todos en función de los intereses de las mayorías de esos 17 millones, y no según el «diktat» de gerentes y políticos-,solidario -es decir que cada uno de nosotros, respete en toda su dimensión el derecho a pensar igual o diferente de los otros 17 millones que practiquen la solidaridad.
Raúl Elgueta González

09 de octubre

Señor el que la mayoría esté en desacuerdo con un texto no significa que esté de acuerdo en uno. Yo soy partidario que 17 millones decidan sobre un texto, es usted el que insiste en empoderar a mas “representantes”, ahora alternativos para nose que cuento turbio. Además creo que Ud. se equivoca que por proclamarlos afuera del congreso serán menos vulnerables a todos esas tentaciones o tentáculos.
Yo quiero que hagan todas las asambleas que quieran pero que la gente apruebe una constitución después de leerla y usted en lugar de eso pretende que la gente apruebe a “representantes alternativos” para que “ellos hagan otra mas democrática”. A otro perro con ese hueso.
Saludos

08 de octubre

ESTOY EN PARTE CON SERGIO VALLADARES , ANTE LA BAJÍSIMA CREDIBILIDAD DEL CONGRESO NO PARECE SER UNA BUENA FORMULA AQUELLA. LA NECESIDAD DE UNA NUEVA CARTA POLÍTICA RESULTA OBVIA SERÁ UN SISTEMA QUE DEMANDARÁ GRAN ESFUERZO Y GRAN PARTICIPACIÓN DE MUCHOS CHILENOS OJALA ENCONTREMOS UNA BUENA FÓRMULA PARA ESE CAMINO Y QUE NO REPRESENTE A MUCHOS PARA DEJAR ATRÁS PERÍODOS BASTANTE DUROS PARA TODOS NOSOTROS…..

Dario Riveros Greenes

10 de octubre

No sé trata de destruir, sé trata de Probidad y Equidad, Art 8 inciso III de la Constitución Política, y para ello hay qué exigir cómo ciudadano cuidar él interés General, no Privado y Particular, eso es Colusión por Sí, y la Sanción ante eso es ,Inhabilitación y Pérdida de Beneficios Millonarios, por No Ser Justó… Sé Vendan al mejor postor.

Carlos Muñoz

10 de octubre

Por favor. Si bien no estaría mal una proceso democrático de actualización constitucional, el autor se contradice inmediatamente al señalar que la política está en «crisis de representación». Si los burócratas no representan a la ciudadanía mucho menos van a tener la facultad de idear una nueva constitución. Si bien la idea no es mala, es prudente esperar a que hayan políticos mejores. Idear una nueva constitución es el tema más serio posible en política. Viendo las medidas populistas de la NM ya todos sabemos, sin necesidad de llamar a una asamblea, para donde se dirigiría la cosa. El que niega que la actual constitución, si bien originada en dictadura, posee más de 90 alteraciones y tiene la firma de aceptación de 3 Presidentes desde el retorno de la democracia, siendo la última la de Ricardo Lagos, es una que nos convirtió en la economía más sólida de Latam. La mayoría de la gente que desea cambiarla lo quiere por el mero hecho de haber sido implementada por Pinochet, sin rescatar lo bueno.
No es que «hoy más que nunca se requiere una AC» sino por el contrario, siendo el gobierno actual el de peor aceptación en la historia hoy más que nunca hay que abstenerse a idear una nueva Constitución.

13 de octubre

¿Todo el texto de la constitución debe cambiarse o habrán algunas partes que se coacervaran y estarán en la nueva constitución?
¿Porque no se cambia lo que se considera que no debe estar allí por aquello que es lo que si debería estar, realizando una corrección de la constitución?
¿El solo hecho que se halla hecho en dictadura invalida el texto constitucional completo o es el texto quien se invalida en partes o el todo?
¿Mi vida cotidiana para sobrevivir con el bajo ingreso que tengo va a cambiar por el hecho de tener una nueva constitución?
Si se realiza un proceso constituyente y la participación es tan escasa o apática como lo son en las votaciones ¿que legitimara a esa constitución? O como plantea el autor al referirse a la actual constitución diciendo que esta viciada por haber sido construida en dictadura ¿la nueva lo estará por falta de participación?

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