A diferencia de un paradigma piramidal con el ser humano en el extremo superior, encontramos un paradigma circular donde cada cosa y cada forma de vida es el centro (y nada es exactamente el centro)
Lo que llamamos aquí un proyecto político del buen vivir, no trata de un proyecto de “desarrollo alternativo” sino de una “alternativa al desarrollo”. No se trata de que, entre varias, señalar otra concepción del desarrollo moderno occidental, sino de una opción diversa de este mismo. Una proveniencia indispensable para esta alternativa parece encontrarse en una articulación con saberes tradicionales de pueblos indígenas latinoamericanos. Dicha reunión acercaría los saberes indígenas a conceptos alternativos de la propia modernidad tardía, y se constituiría en un puente intercultural.
Quizás el elemento que conecta más intensamente el buen vivir con esta alternativa a los conceptos modernos, es lo que se conoce como una percepción “biocéntrica” del mundo, a diferencia de un “antropocentrismo” de los mundos modernos. La percepción antropocéntrica genera una separación, una dualidad de sujeto/objeto, de ser humano y Naturaleza; también una modalidad de relación de carácter utilitarista: lo real de la Naturaleza se da en la medida de un valor humano proyectado en ella y respecto de necesidades humanas de algún tipo.
De esta manera la Naturaleza es precisamente “ambiente” para el ser humano –lo que está en su derredor-; es un conjunto de “recursos” para nuestro desarrollo y nuestras finalidades. Los seres humanos nos convertimos en únicos y exclusivos respecto de la medida de sentido de aquello no humano en el mundo. La técnica moderna es el modelo de acción que preside la relación con la Naturaleza.
En la percepción biocéntrica (que también puede ser llamada ecocéntrica o geocéntrica) los seres humanos ya no somos el sujeto, el eje. el centro y el único habitante digno del mundo, con la Naturaleza como un entorno alrededor. Nos integramos a la vida en todas sus formas y especies. También a lo inanimado, los elementos naturales, geográficos (los ríos, las montañas). Se dice: la Naturaleza y sus elementos tienen un valor intrínseco por si mismos –cierta cualidad entitativa-, con preexistencia e independencia al valor que en ella podemos proyectar los humanos, y que, cuando absoluta, desemboca en la creencia de una Naturaleza = conjunto de recursos, o sea, en una relación meramente instrumental.
A diferencia de un paradigma piramidal con el ser humano en el extremo superior, encontramos un paradigma circular donde cada cosa y cada forma de vida es el centro (y nada es exactamente el centro). Lo humano y lo no humano en lo mismo nos recuerda un parecido a la experiencia griega de la Naturaleza en los filósofos presocráticos, la physis de la que todo brota como fuerza imperante. Constituimos una parte o elemento de la totalidad natural. Ella se nos aparece toda vida y, para algunos, toda espíritus multiplicados. Tal vez la categoría más fuerte de esta forma de Naturaleza es la pertenencia. En su versión indígena ella aparece en la noción de la minga, quehacer comunitario en la pertenencia de cada cual a la comunidad.
¿Cómo pueden conversar algunos discursos modernos heterodoxos (de tipo ecologista, feminista, del decrecimiento, de las ecoaldeas regenerativas), con los lenguajes diversos de los pueblos indígenas o precolombinos y su hablar de Naturaleza (“Pachamama”)? ¿Cómo podría el suma kawsay o kûme mongen integrarse tal vez con los discursos de la llamada ecología profunda de origen occidental contemporáneo -o con lenguajes modernos que hemos llamado de orientación biocéntrica?
No es fácil y en cierto modo alguien podría afirmar es imposible. Pero pareciera que de alguna manera necesitamos esa conversación, y la buscamos. Pareciera que lo primero consiste en anular las relaciones de jerarquía y dominación entre nosotros, las formas de subordinación de unos lenguajes sobre otros, y dialogar de modo horizontal. Esta hibridación nos entregaría en donación una cultura mestiza, políglota. Un vocabulario para decir cosas que nos parecen, precisamente, imposibles.
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