La disputa entre oficialismo y oposición por el salario mínimo se encuentra entrampada. El pasado jueves las palabras de la Senadora Ena Von Baer contra aquellos personeros que votaron en contra del proyecto fueron el tema obligado de conversación, fue un intento de amedrentamiento público o una especie dediscurso populista. En cosa de horas fue duramente reprendida por varios políticos, incluso desde su propio sector. Tampoco hay que olvidar el espectáculo mediático llevado a cabo entre el Presidente de Renovación Nacional, Carlos Larraín y el Diputado de dicha tienda, Joaquín Godoy. Se habló de “daño a la política”, mientras que desde la oposición no tardaron en meter el dedo en la herida y acusar la falta de liderazgo del Presidente Piñera, junto a la escasa cohesión de los partidos de la coalición. De esta forma, todo intento de discusión seria fue imposible de concretar, ya que primó una lógica de trincheras entre bandos rivales y la polémica. La conclusión más evidente que se puede desprender de todo esto es que la política y por ende, los políticos, una vez más quedaron al debe con la sociedad o al menos con aquellos que de verdad necesitan que su trabajo sea dignificado y valorado.
Sin embargo, existe otra lectura respecto al tema del salario mínimo, una cuestión más elemental y no se refiere precisamente a cuanto debiese ser el tope, sino que va directamente relacionada con la proyección de la esfera de lo privado hacia lo público, en este caso a la política. Erróneamente se tiende a pensar que con los gobiernos de la Concertación se dio libre paso a la privatización y a muchas “malas prácticas” que ahora parecen asombrar a la clase política, yendo un poco más atrás, durante el régimen militar se piensa que la torta se comenzó a repartir mal, pero ¿Qué pasa con las décadas anteriores? ¿Qué sucedió hace
100 años atrás para el Centenario de Chile? Y lo más importante ¿Hemos aprendido algo del pasado? Y es que muchas de las prácticas que los políticos parecen no reconocer ahora, como muchas de las acciones políticas motivadas por una ideología, ya sea desde la defensa del lucro a la invariabilidad de los impuestos, provienen de la génesis del Estado chileno, remontándose a los años post independencia y puesta en marcha de la República chilena.
La proyección de lo privado a la política, tiene sus orígenes en el siglo XIX y su expansión se produce entre 1890 y 1930. Una vez muerto el Presidente Balmaceda se pretende impulsar una consolidación del poder económico, social y político de la burguesía de la época. Fue un hecho rupturista, que dividió a militares y civiles, pero que entabló las bases de una forma de entender la política en Chile y, por supuesto, la lógica del poder del cual comenzaba a gozar la burguesía, aquella que había tenido un despegue notable, dejando de ser la clásica clase aristocrática dueña de fundos y de dominio agrícola. Puesto que, el dinamismo dado a la economía del país durante el siglo XIX por medio de la creación de bancos, de la incorporación a la economía de crédito o el aumento de la circulación de billetes, generó mayor movilidad del comercio, aumentando la sensación de compra y venta, diversificando y mejorando la producción. Este hecho produce un click en los grupos de poder social de la época, ya que no se podía dejar en manos de los vaivenes de la política todo lo que se había obtenido.
Fue en este momento de la historia que se comenzó a generar, por parte de la elite, una maquinación de la política, casi como una cuestión mecánica que consistía en aprovechar los instrumentos a su haber para influir en la dirección del país, en la ruta que Chile estaba tomando y debía tomar, mas no en la forma de gobernar. Si consideramos que para la época el poder Ejecutivo representaba una piedra de tope para la elite, tal cual como sucedió con Balmaceda, lo evidente era entonces, tomar el Congreso, instalarse ahí, donde de verdad se toman las decisiones.
¿Para qué entonces se necesita al gobierno, si se tiene a su favor el monopolio comercial, los medios de comunicación y fuertes raíces sembradas en el Congreso? Evidentemente la burguesía de aquella época aprendió la lección luego de la debacle económica que se suscitó en el país, más aún considerando que la historia es espiral, o sea, los hechos se repiten pero bajo situaciones y contextos distintos, queda en evidencia que lo que estamos viviendo hoy no es nada nuevo, pero por una variada gama de factores al parecer hemos olvidado nuestro pasado, nos enfrascamos en la pelea chica, en el título de la noticia y no en su contenido. De la misma manera, el show de la política nos desvía del problema principal, parece embobarnos e intencionadamente manipularnos, des-informarnos. Entonces si la elite aprendió la lección ¿Acaso lo hicimos nosotros? Al parecer no, ya que, seguimos creyendo que gobierno y oposición intentan ponerse de acuerdo en el ajuste al salario, sin darnos cuenta que en realidad esa decisión está supeditada a los dictámenes de unos pocos que ostentan la verdadera administración del Estado, operando de forma silenciosa, casi como por encargo a otros, sin ensuciarse las manos, para eso están mejor los políticos.
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Foto: Diariopyme
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16 de julio
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