Recuerdo perfectamente el día en que la política me cautivó, era un sábado y por la televisión pasaban una entrevista de Gabriel Valdés, «el Conde», quien con elegancia y contundencia, condenaba la dictadura militar y las violaciones a los derechos humanos. Creo que ese día, todo lo que me habían enseñado de Pinochet y compañía, comenzaba a desmoronarse, más cuándo escuché el nombre Rettig y el contenido de dicho informe.
Ahora bien, conscientemente curioso con esta forma distinta de entender la sociedad, surgió una fisura, una especie de eco en mi matriz de derecha, obligándome a mantener oculta mi creciente curiosidad por la oratoria de figuras políticas cómo Volodia Teitelboim , Ricardo Lagos, Soledad Alvear, Gladys Marín y Laura Rodríguez. Hombres y mujeres con una consistencia superlativa que capturaban mi atención frecuentemente, forzándome a permanecer expectante desde mi closet político, uno del que no sabía si quería salir.Sergio Onofre Jarpa nunca soportó, ni menos confió en quien destruyó la derecha en dos mandatos, pero dudo que eso le podría causar tanta indignación cómo el actuar de su pupilo más destacado
¿Soy de izquierda? era una pregunta recurrente, obteniendo siempre un rotundo no, conclusión reforzada en la existencia de muchos políticos de izquierda que me causan rechazo hasta el día de hoy.
Al tiempo, tratando de adherirme a una ideología política, comencé a prestar atención a los líderes de la derecha, anhelando sentir una cierta sintonía cívico democrática, pero la tarea no era fácil: el olor a dictadura de muchos de ellos, por ratos era bien insoportable. exigiendo que desarrollara una altura de miras, me llevó a concluir que después del 73, las opciones eran simples: aparecías sonriendo o desaparecías llorando. Hoy desde la independencia, siento que la historia no ha enfatizado en este punto, fomentando que muchos rebeldes de corazón, crean férreamente que si fueran apóstol, no habrían negado a Jesús y cuál película de los vengadores, serían capaces de enfrentar a combos al imperio romano y a los discípulos de Kaifas… En fin, quien no lee, se inventa un pasado que no existió.
Entonces estaba yo, tratando de encontrar a algún líder de derecha para aprender de él.
El primero en ser analizado y descartado fue Jaime Guzmán; aunque suene cruel, me resultaba imposible verlo y no pensar que era fan de Garibaldi. eso me asqueaba y como la música siempre ha sido un filtro en mi vida, había que seguir buscando. Büchi era otro descartado de inmediato, nunca lo sentí honesto, mucho menos innovador. Luego seguí con Longueira, Piñera y Matthei, quienes se presentaban como la renovación dentro del sector, con ideas supuestamente modernas y un estilo juvenil, uno que detestaba producto de esa lamentable tendencia de sonreír hasta por los codos, mismo chiste que terminó por culpa de una radio Kioto.
A mis 17 o 18 años, el hambre estaba, pero faltaba alguien con voz y consistencia, a quien respetar.
Sin mentir en lo absoluto, mi formación momia aún corriendo por mis venas, convertían al General Garín, con su bigote Charly García, en una figura que causaba simpatía, pero el impacto real llegó, el día que escuché a Sergio Onofre Jarpa.
Lo sé, Jarpa era pro dictadura, ex ministro de Pinochet, anti Allendista y medio fascistoide en cierta medida, pero lo sentía visionario, claro en el rumbo que había que seguir, junto a Sergio Diez, mostraban un tono de mesura, cargado de ideas y deseos de hacer algo, evitando a toda costa figurar en base a polémicas. Pido disculpas si alguna víctima de la dictadura se siente ofendido al leer mi profundo respeto por los antes mencionados, pero cómo comencé diciendo, mi proceso de maduración política y cívica no fue fácil… Es más, aun no termina.
Entonces estaba yo pendiente de Jarpa, apoyando a Lavín cuando perdió con Lagos, deseando un gobierno de derecha, teniendo claro mientras residía en Concepción, que lo ético era permanecer lo más lejos de Ulloa y compañía.
Las palabras de Jarpa fueron las que me acercaron al partido en el que milité por varios años, guiado por la inocente creencia de que todo los líderes de partido, profesaban el lema «Primero Chile, Segundo Chile, Tercero Chile». Hoy, cuándo miro en retrospectiva mis años en la estrella tricolor, entiendo que aquel perro grande, se alejó de la vida partidista, al sentir que los quiltros se apoderaron de la jauría.
Duele escribir esto, pero quien alguna me guie; por quien una vez dijo que la política es sin llorar; misma persona que hoy no midió las consecuencias de sus acciones y desatendió la responsabilidad de todo líder de hacer una buena política, preocupada de no dar vergüenzas a quienes te respetan. Para ser más claro, un político de verdad sabría que lo correcto era renunciar en diciembre, una vez designado en el cargo y lo honorable era aceptar ofertas, recién a partir del 12 de marzo.
Jarpa nunca soportó, ni menos confió en quien destruyó la derecha en dos mandatos, pero dudo que eso le podría causar tanta indignación cómo el actuar de su pupilo más destacado.
Supongo que seguiré sintiéndome extraviado políticamente, espantándome con la ausencia de cordura en un sector que cree que don candado chino es un aporte. Sergio Onofre murió en gloria y majestad, relegado en su campo, rodeado por sus seres queridos y sin contacto alguno, con quienes hoy dejan huérfanos a un sector que no se pregunta lo que Chile puede hacer por ellos, sino como hacer cosas por Chile.
Pero cómo partí explicando, siempre me será posible basar mi análisis en gustos musicales… por consiguiente, desde la otra vereda #Seguimos.
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