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Sebastián Piñera: el bosque por un aplauso

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The Times of Israel

En un bar pequeño de Santiago, hace ya varios años, con la lluvia golpeando la ventana, despacito, como si pasara por ahí y nos viera, un viejo poeta del bosque nos dijo a dos sentados en su mesa, sin invitación: «hay una confusión grande entre el artista y el showman: el showman vive del aplauso, no importa las razones, lo que importa es eso, el resultado del aplauso; el artista, en cambio, vive y a veces muere por el sueño o la virtud que persigue». Quién iba a decir que esa frase, atesorada casi para el archivo de los nietos, aplicará tanto hoy.


Si lo virtual trasvasija a lo análogo y de ahí a la calle podríamos tener un ambiente jurídico y político contra el gobierno actual, sin precedentes. Antecedentes como los «chalecos amarillos» en Francia, las abandonadas revueltas en Haití, el encono del sur y del norte de Chile por las emergencias y hasta la autoproclamación de Presidentes interinos podrían atemorizar al Presidente Piñera y ponerlo en alerta de su condición

El Presidente Piñera ha hecho noticia durante toda una semana a causa de un viaje a Colombia para llevar ayuda humanitaria, reunirse con el Presidente Duque, representantes de la UE y asistir a un concierto organizado por Richard Branson.

La ciudadanía que se opone a este viaje argumenta, cómo es lógico, que un viaje así generaría la evidencia de abandono a las comunidades en el norte y sobre todo en el sur de Chile que deben convivir con incendios incontrolables de bosque nativo y que, cada vez están más cerca de sus casas. Para ellos y la ciudadanía que empatiza con esta situación, la actitud del Presidente y con ello del gobierno es, a lo menos, indolente.

Tanto política como éticamente el comportamiento del Presidente Piñera escala más arriba de todo juicio. Simplemente no se entiende en las reglas de la política, el buen gobierno y de la historia. Pero es esta última, la que nos da algunas pequeñas, aunque educativas luces sobre lo que significa este viaje.

Para el país significa tomar dos caminos. Por una parte, hacer caso a la historia de Chile en la que el peso de la noche vuelve a acallar a todo atisbo de queja o resolución popular contra un mal gobierno. Tuvimos de todo tipo de Presidentes, incluso otros también rayanos en la estupidez como Barros Luco, Errázuriz Echaurren, Arturo Alessandri (quien gobernó dos veces), entre otros. Por otra, las nuevas condiciones sociales de conexión virtual podrían agitar el ambiente y entusiasmar a congresistas y otros representantes para articular demandas colectivas  por mal servicio contra el gobierno y hasta acusaciones constitucionales contra el Presidente por abandono de deberes (asistir a conciertos en medio de una crisis social y ambiental en Chile siento que calificaría), recordemos que era lo mínimo que se analizaba por la Alianza por Chile al finalizar el gobierno de Bachelet contra ella, a causa del 27-F.

Si lo virtual trasvasija a lo análogo y de ahí a la calle podríamos tener un ambiente jurídico y político contra el gobierno actual, sin precedentes. Antecedentes como los «chalecos amarillos» en Francia, las abandonadas revueltas en Haití, el encono del sur y del norte de Chile por las emergencias y hasta la autoproclamación de Presidentes interinos podrían atemorizar al Presidente Piñera y ponerlo en alerta de su condición, de todo el esfuerzo y dinero invertido para convertirse en Presidente dos veces de Chile, que pondría en riesgo para él y para la historia solo por motivos que, desde la política, nadie entendería.

Sin embargo, no es la política, la historia o la virtud -claro está- lo que mueve al Presidente, sino el espectáculo. El aplauso le mueve como el dinero, ha sido su biografía y también sus resultados a causa de la búsqueda del aplauso a través del dinero y viceversa, lo que lo mete en estos embrollos, presa de sí mismo se podría decir.

El Presidente Piñera ha construido este artífice de espectáculo de paladín de la «libertad» de Venezuela a la usanza de Trump, para complacer a sus seguidores y a sí mismo. Para evadir a través del show y el dinero fácil, las complicaciones propias de la vida en Chile, esas que molestan como los inmigrantes que no deseaba, esos que había que enseñarles el idioma como los haitianos, un espectáculo digno de las películas de semana santa donde uno a uno los hizo subir a un último tránsito de vuelta a Port Price a sufrir lo que en estos días sufren; el malestar del pueblo Mapuche que sigue siendo un pueblo libre aunque él y muchos más quisieran su asimilación y aniquilación de sus rasgos e identidad; la aporafobia de los tiempos mejores lo hacen construir un nuevo slogan: «en marcha», para simbolizar ese avance sin retorno al crecimiento, a la falacia del desarrollo. Un largo tour pero sin Pudahuel y menos aún con La Legua; el malestar de que la naturaleza nos sea controlable por software o funcionarios recién egresados, que no les ha tocado dirimir una sola crisis en sus trayectorias. Cuando el norte se inunda y el sur se quema, la culpa debe ser de otro, porque de lo contrario sería un asunto insoportable.

Y lo ha sido, tanto así que prefiere abandonar sus deberes por el espectáculo, por el aplauso fácil de otros pueblos – de una parte de esos pueblos- donde movidos por los cantantes de moda y las consignas, conseguirán poleras blancas y un gran show, en medio de éste, el Presidente Piñera salvará su logro y omitirá toda noticia de Chile, porque eso está a cargo de otros ahora y no será su culpa.

A su retorno lo puede esperar una acusación constitucional, demandas por mal servicio, o bien el largo peso de la noche que haga olvidar todo como siempre, o casi siempre en nuestro país. El aplauso fue primero, la virtud, después, si es que alcanza.

Toda esta angustia dirá, por una hectáreas convertibles en tierras productivas, por terrenos baldíos en el desierto. Las personas son intercambiables, trashumantes, si se quiere. Que el mercado ordene y las dirija, él no, eso sería insoportable.

Para nuestro viejo poeta embriagado de lluvia y de alcohol añejo, una sola frase además, para cerrar su profecía: hay que poner atención al bosque «de donde nace un fuego que no es olvidado».

TAGS: #Incendios #SebastiánPiñera #Venezuela

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