Últimamente se ha discutido bastante, necesariamente, sobre el financiamiento de las campañas políticas. Pero poco o nada se ha discutido sobre el destino de esas enormes sumas de dinero, aportadas legal o ilegalmente a políticos, con el fin de sustentar económicamente sus campañas electorales.
La cantidad y calidad de la publicidad electoral en Chile es paupérrima, por lo que se hace necesario regular de qué manera ésta desinforma a los ciudadanos, invade múltiples espacios públicos y transforma las elecciones en un juego de quien tiene (o consigue) más dinero, en vez de lo que debería ser: una contienda de ideas y posiciones políticas.Como país se hace más necesario que nunca discutir no solo como financiaremos las campañas electorales, sino que también debemos discutir cómo queremos que sean éstas ¿Queremos que solo queden definidas al arbitrio del con más dinero? ¿Queremos que sea basen en sonrisas o en ideas? ¿Queremos que afecten nuestros espacios públicos?
Si bien se esgrime que la publicidad política electoral tiene como fundamento el derecho de los ciudadanos a informarse para ejercer de mejor manera su votación, esto dista totalmente de la realidad. Las campañas políticas se han convertido en un juego de vanidades, sonrisas forzadas y photoshopeos. Es cosa de ver cualquier cartel de candidato para ver como no contiene ideas, ni menciones a los partidos políticos y ningún contenido de fondo. Resulta forzoso pensar cómo también la publicidad radial aporta a esto, son generalmente un popurrí de jingles sin mencionar nada de fondo, además de aportar en gastos exagerados, incluso se han dado casos que candidatos han directamente comprado emisoras.
La relación incestuosa entre el dinero y la política se debe principalmente a que las campañas fuerzan a los aspirantes a gastar cifras estratosféricas (en el mundo político partidario es común escuchar que un candidato es bueno porque tiene plata) para solventar esas contiendas. Sería mejor acotar lo máximo a estos gastos y a la vez acotar los lugares, las formas y los métodos utilizados en las campañas.
Me parece que un primer gran aporte sería prohibir cualquier tipo de campaña grafica en espacios públicos no destinados a ese fin. La verdad es que esto también sería un tremendo aporte en la calidad de vida de las personas, ya que las famosas “palomas”, carteles monumentales y “tótems” resultan groseros para la imagen de la ciudad y son una contaminación visual; muchas veces invaden físicamente espacios públicos destinados a otros efectos como plazas, veredas, bandejones centrales, entre otros. Resultaría más lógico que el estado fijara lugares específicos donde los diversos candidatos tuvieran para poner sus carteles, siendo éstos además limitados en su cantidad. Otra medida sería que el SERVEL tuviera facultades para fiscalizar y establecer sanciones, además de ordenar a las municipalidades el retiro de toda publicidad ilegal.
Otro punto relevante es que el Estado debería prohibir la publicidad radial y la en medios de comunicación como diarios y periódicos. A la vez debería proveer a los candidatos cadenas radiales, suplementos en medios de comunicación escritos de circulación local y nacional, debates en lugares públicos, televisivos y radicales, entre otras medidas que busquen el objetivo informar sus ideas, proyectos y principios. De esta forma se sustentaría de buena forma el derecho de los ciudadanos de informarse sobre los candidatos.
Por último, los demás métodos de campaña, como dípticos, panfletos, calcomanías o papelería en bienes privados, uso de brigadistas, etc. debería quedar permitida pero siempre con limites acotados de sus costos y claridad de su financiamiento.
Como país se hace más necesario que nunca discutir no solo como financiaremos las campañas electorales, sino que también debemos discutir cómo queremos que sean éstas ¿Queremos que solo queden definidas al arbitrio del con más dinero? ¿Queremos que sea basen en sonrisas o en ideas? ¿Queremos que afecten nuestros espacios públicos?, y muchas preguntas más que, espero, se planteen en el seno del gobierno, el parlamento, los partidos y la comisión que estudia una nueva institucionalidad.
Comentarios
12 de abril
¿Y por qué la propaganda debería contener necesariamente menciones a los partidos políticos? No pues, no hay ninguna necesidad. De hecho votar por un candidato solo porque pertenece a determinado partido es una soberana tontera. Los partidos apoyan ideas en total contracción con otras de su mismo programa únicamente por ideología, y menos que ideología, casi religiosidad, aun cuando racionalmente carezcan de consistencia. Por ejemplo los amigos del aborto y enemigos de la pena capital, o los partidarios del mismo aborto pero defensores de los derechos humanos. También podemos catalogar de bichos raros a los creen que como buenos demócratas debemos ser libres para elegir a nuestros líderes, pero no tendríamos la capacidad intelectual para elegir el colegio de nuestros hijos. ¡Nada de eso tiene el más mínimo sentido! Y claro, hay candidatos que se dan cuenta de ello, y por lo tanto no es un partido lo que los distingue, es su personal propuesta, su ética e ideales individuales.
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13 de abril
Creo que se dan puras vueltas… hay que modificar los distritos, hacerlos pequenos para que pueda haber una interacción directa entre el candidato y la comunidad – y así no se requieran tantos fondos-… 120 distritos y en ellos elegir a los diputados por mayoría, el que más votos saca, sale… un distrito, un diputado… Radical? para nada, si les funciona a los ingleses hace poco menos de 500 años, algo bueno debe tener.
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