La exitosa obra “Viejos de Mierda” protagonizada por Jaime Vadell, Tomás Vidiella y Coco Legrand cuenta la historia de tres hombres mayores que se conocen en la fila de un municipio para obtener licencia de conducir… la sátira es que estos ciudadanos llevan años esperando que los atiendan.
“Estos viejos de mierda alegan por la falta de respeto –aseguran sus autores–, por la pérdida de identidad nacional y por la destrucción de la ciudad. Odian la modernidad, no logran convivir con ella, con los autos, los malls y los edificios espejo. Revisan sus vidas, recuerdan a sus hijos y despotrican porque les queda poco tiempo y sienten que no han hecho nada imperecedero”. La pieza teatral es la más vista en los últimos 50 años.
No obstante esta definición simpática e hilarante que convive en perfecta armonía dentro del mundo shakesperiano y kafkiano de las tablas, la realidad pedestre del chileno de a pie propone otras formas de entender el concepto de senectud. Ser un viejo de mierda en clave teatral conlleva, cómo desconocerlo, una visión sesgada de la realidad que viven millones de ancianos chilenos y extranjeros avecindados por estos pastos.Ser viejo y pobre es la fórmula fatal, y el primero que administra esa miseria es el propio Estado
Qué duda cabe, los viejos de mierda del teatro son muy distintos a los viejos de mierda que llevan una vida de mierda al interior de sus casas de mierda, muchos de ellos abandonados por sus hijos de mierda, sobreviviendo con pensiones de mierda, gastandola en remedios de mierda, alimentándose como la misma mierda… y lo que es peor, siendo tratados por las propias autoridades de gobierno como viejos de mierda.
Ser viejo en Chile es una desgracia que se constata pasados los cuarenta años de edad; constatación que se agudiza por factores como el deterioro de la salud, la marginalidad, la ruralidad, la cesantía, la amenaza de una inminente jubilación paupérrima, la exclusión de los círculos sociales que sustentaban la vida de los años productivos, la pérdida de poder adquisitivo y de autonomía, y en gran medida, la vejez se hace sentir a manos del cada vez más valorado desprecio por la experiencia y el conocimiento.
Como resultado de esa desvalorización la vejez expone a las personas a situaciones indignas, sobre todo, a quienes acumulan más de un factor. Ser viejo y pobre es la fórmula fatal, y el primero que administra esa miseria es el propio Estado. A su turno, en términos electorales, cada gobierno va tomando debida cuenta de lo que representa cada “adulto mayor”, y en ello se esfuerzan en mantener la ecuación a raya. Mientras más pobres y vulnerables, los viejos se vuelven serviles al sistema, tanto, que su sola definición alcanza para nutrir a otros grupos etarios más jóvenes, como las y los dirigentes sociales, o los meros vecinos. Vivir en una población convierte a cualquier persona mayor en un viejo de mierda.
Por estos días, un grupo de dirigentas de la comuna de Tortel, en la lejana provincia de Capitán Prat, perteneciente a la región de Aysén, escucharon en vivo y en directo al seremi de Bienes Nacionales referirse a ellas como viejas de mierda. El incidente escaló a tal nivel que incluso medios nacionales lo consignaron como el desatino y falta de respeto que es. No obstante, las autoridades regionales han guardado cómplice silencio, pese al reclamo formal de las afectadas, que incluyó una carta dirigida al ministro del ramo.
Cabe preguntarse por qué habría que esperar que las autoridades regionales reconozcan y remedien semejante insulto, en circunstancias que su estilo negacionista ya es conocido en todo ámbito. Desde la óptica de sus autoridades, Aysén es una región inanimada donde nunca pasa nada. En Aysén no hay tráfico ni consumo de drogas, no hay corrupción pública, no hay violencia intrafamiliar, no hay mujeres golpeadas, no hay contaminación ambiental, no hay falta de desarrollo… en suma, esta región es la tierra prometida. Con tal eucaristía de la negación, es imposible que se progrese en el respeto hacia las personas, es imposible que un funcionario público de nivel medio, como un seremi, se sienta llamado a respetar a unas dirigentas de una comuna de fin de mundo, como es la paradisiaca Caleta Tortel.
No solo para el seremi Alejandro Escobar esas mujeres son unas viejas de mierda, también lo son para la máxima autoridad regional, una señora que ya cruzó los cincuenta, y que de no ser por su investidura y abultado patrimonio, estaría en riesgo de ser tratada como vieja de mierda por su subalterno de Bienes Nacionales. En tal caso, ¿saldría en su defensa la seremi de la Mujer? La respuesta es obvia.
Una sola cosa tiene la región de Aysén que el resto del país podría envidiarle: aquí las autoridades son auténticas, las hay sinceras e intrépidas, que vomitan lo que sienten, como el seremi Escobar, y las hay sordas y mudas, como la intendenta, que ante el más mínimo conflicto opta por el silencio y las giras abruptas hacia los Campos de Hielo. ¿Acaso será que más que viejas de mierda, Aysén tiene autoridades de mierda?
Comentarios
31 de agosto
donde hay autoridades que no sean de m…? ilumineme.
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31 de agosto
Es la crisis de valores estimado, la gente está cada día más soberbia, más iluminada y por supuesto considera que todos los valores pasados son una mierda, todo hay que hacerlo de nuevo, y por lo tanto hay que destruir cualquier indicio de aquel Chile tradicional que muchos amamos de corazón, pero que ellos consideran un contexto de mierda.
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