#Política

¿Para qué ser iguales si todos luchamos por ser diferentes?

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Que el acento no se ponga en la igualdad, sino simplemente en el “resto”, en aquella mayoría que suele ser amorfa y que se mueve en el silencio de la inexpresión: no vota, no opina y, cuando  lo hace, sus opiniones no importan. Así es la cosa. No soy político buscando el voto y si lo fuera, quizás les diría que el modelo ofrece un sinnúmero de oportunidades para salir del anonimato. Pero la verdad es que a muchos los condena la precariedad.

Entender el informe de la OCDE es un problema complejo. El por qué y para qué estamos ahí no tiene ninguna explicación –y utilidad- para la mayoría de los chilenos. Cómo puede importar esto, si ni siquiera importa el Estado, las instituciones, los partidos políticos, todos esos que por muchos años se nos dijo que eran inoperantes. No seamos torpes: no basta que se diga lo desiguales que somos, lo irritante que resulta esto, lo precario del sistema, sino que hay que repetirlo hasta que el sólo concepto evoque un pasado y no un lacerante presente.
Aunque cueste creerlo, esto es ideológico, tanto que cada vez que lo gritas, lo escribes o lo dices, la realidad te insulta. Basta que lo grites a los cuatro vientos y se te tildará de resentido, ese es el problema. Esta  realidad no necesita los palos, el Estado o algo que te reprima, una súper estructura, un aparato ideológico hegemónico. No. Sólo y simplemente el poder de la palabra con todo su simbolismo, acompañada de todo el poder del dinero, con toda la capacidad de -construir una realidad, que la mayoría compramos barato y estamos pagando caro.
No basta simplemente con un par de indicadores que nos llenan de buenos presagios y que nos señalan que hemos bajado tres puntos del índice Gini. Se olvidan, cuando se nos compara con otros países europeos, de que ellos han bajado muchos más puntos en promedio. Se nos oculta que estamos casi a la altura de Sierra Leona (sin desmerecer ese bello país, en donde el machete hizo de las suyas) y que además la pésima distribución del ingreso nos muestra no una, sino las múltiples expresiones de la desigualdad (una de las peores de los países que integran la OCDE).
Somos más desiguales y cada día lo seremos más, porque la igualdad se construye permanentemente, a medida que se avanza en el desarrollo cultural y material (no siempre en este mismo orden). La idea de  igualdad de 20 años atrás, no es la misma que la igualdad a la que se aspira hoy. Esta a-sintonía se produce, en parte, por la inercia del sistema político, que en vez de hacer del valor de la igualdad un eje orientador, un norte ético-jurídico, lo limita, a lo más, a lo simplemente ético-valórico, (sustentado en un bello discurso). Siendo importante esta última dimensión, cabe recordar que todo lo ético, sin la  acción de una institución jurídica que otorgue  plenas garantías de su  ejercicio,  no es más que una retorica que, a punta de discursos rimbombantes, termina por hacernos creer que todo está bien. Pues sin igualdad no hay sistema de derechos.
Les pongo ejemplos de esta asimetría: ¿cuántos podrían ir a hablar con el fiscal para que apure el juicio de un amigo?; ¿cuántos podemos  pagar un aviso en un diario de cualquier tipo para sensibilizar a la comunidad para que se me permitan explotar los recursos naturales,  que en teoría son de todo los chilenos?;  ¿cómo entendemos que los bancos ganen plata con nuestra plata y más encima debamos pagarles mantención de nuestras cuentas?
Entonces, ¿de qué hablamos? De todo y de nada a la vez. Para qué cambiar el sistema, si al parecer todo marcha bien. El discurso construido nos señala esto y no veo  ahora  sujetos, letrados o no, dispuestos a cambiarlo en las votaciones. Las urnas cada vez están quedando más vacías (la biología, ella hace siempre lo suyo). Menos pensar en la revolución, eso ya no. Las condiciones objetivas se diluyeron en un mercado que cercenó  uno de los  pilares más esenciales de de toda sociedad: la educación, que es en último término es donde se cultiva la palabra, donde se interpreta el mundo a partir de la individualidad, que dicho sea de paso te recuerda que  perteneces a una unidad que es diversa, pero por ahora  desigual.
* Académico de la Escuela de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano
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Comentarios

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27 de abril

La pregunta en el título me genera algunas dudas, porque la igualdad no necesariamente implica suprimir diferencias. De lo contrario podemos caer en el mito de Procusto y con ello pasar a llevar derechos básicos.

No olvidemos que la pretensión de igualdad basada en la supresión de las diferencias se encontraba en los proyectos totalitarios del siglo XX.

27 de abril

Sin embargo el «relato» no apunta ni insinua la idea de totalitarismo, eso nunca. Gracias por tu comentario…

27 de abril

certero!!

27 de abril

Gracias por su comentario

27 de abril

Estimado Pablo, puede que el relato no apunte a eso, incluso que no mencione la idea de totalitarismo, no obstante, nunca un relato muestra explícitamente su carácter totalitario…

Por eso, es importante definir y establecer bien los conceptos, partiendo por qué entendemos por igualdad, por diferencias, por ejemplo.

Saludos

29 de abril

Estimado Jorge, me parece bien que dudes de la precisión de los conceptos que se usen porque ya no son conceptos sino contructos. Es hacerse cargo de qué implica decir una cosa. Sin embargo habría que se run poco extremos como para creer que por igualdad se asume absoluta ausencia de diferencias. Yo el título lo entiendo como un intento de enfatizar ese contraste, -o mejor, contradicción- entre el discurso que parece que quisieramos (igualdad) y compramos a quienes nos ‘representan’ y las prácticas cotidianas donde subjetivamente tenemos incrustadísima la lógica de diferenciarse compulsivamente del resto. La pregunta del título grafica bien ese amorfismo paradójico de la mayoría «que no importa». Y la idea de compulsivo le da el toque ‘patológico’… o sea que sería preferible un equilibrio o más bien una flexibilidad entre el polo de igualdad absoluta o diferenciación absoluta.

Saludos

30 de abril

Estimado Jorge, la igualdad o la lucha por ser diferentes a mi juicio está basada en las aspiraciones individuales y colectivas de cada persona, se me viene a la mente un típico ejemplo:
Cuando uno va apurado en su auto, todo el resto se merece nuestros insultos por su estilo de conducción lento; sin embargo, cuando vamos tranquilos con la familia disfrutando un paseo en el auto y nos elevan a bocinazos les decimos «pasa por arriba po…». Esto es una clara muestra que la perspectiva de ser iguales o diferentes cambia dinámicamente y depende del contexto. Muchas veces queremos diferenciarnos porque pensamos que esto nos da un «status», segregamos a quienes piensan o actuan de forma distinta, pero cuando el tema se trata de igualarse queremos siempre igualar pero hacia arriba, donde esta la diferencia que me nos conviene.

Saludos,

01 de mayo

Estimada Javiera, cuando dices “habría que ser un poco extremos como para creer que por igualdad se asume absoluta ausencia de diferencias” das en punto exacto al cual me refiero.

El concepto de igualdad sin más ni más, no sólo es un concepto abierto a la necesaria controversia, sino que conlleva el riesgo de convertirse en el discurso en igualitarismo extremo, y en la práctica en totalitario. A ese riesgo apunto.

De hecho, la igualdad implica necesariamente el reconocimiento de la diferencia y de la individualidad de cada uno, de su valor en sí mismo, en cuanto reconocida como un elemento que se respeta para establecer un cierto nivel de igualdad en cuanto a valor en sí mismo de cada individuo. Por ejemplo, la gente tiene distinto color de pelo, piel, estaturas, modos de pensar, vestir, de relacionarse, y no obstante, se debe respetar su igualdad ante la ley, su vida, su propiedad.

De hecho, esa igualdad implica que no haya privilegios relativos al origen, la raza, el credo religioso o político, por ejemplo. Es decir que ningún privilegio se considere como natural. Concuerdo en que no se respeta, pero por lo mismo es necesario definir bien qué entendemos por igualdad y qué implica la defensa de tal principio.

Defender la igualdad implica defender el derecho a la diferencia entre las personas.

Estimado Pablo, no sé si tu ejemplo del conductor tiene relación con la idea de igualdad y la diferencia.

Sí creo que los seres humanos siempre actuamos como individuos y por tanto, siempre queremos ser tratados con mayor privilegio en comparación a otros y eso tiene relación con una definición ambigua de los conceptos, entonces muchos creen que la igualdad y la libertad se pueden establecer pasando a llevar los derechos básicos de otros, incluso sus vidas.

Quizás les parezca extremo el planteamiento, pero las pretensiones de igualdad costaron muchas vidas en el siglo XX.

02 de mayo

Estimado Jorge: Como tu muy bien señalas el planteamiento parece extremo, y las pretensiones de igualdad, al igual que las dictaduras y la defensa de libertades han costado vidas humanas..todas son vidas por igual. Por tanto el ejemplo del conductor así como muchos otros apunta a que el ser humano lleva consigo intereses que son cambiantes, dependiendo del contexto o el marco en el que se encuentre. La igualdad y la diferencia representan por si solas, sin analizar su contexto, un debate inerte. El proposito de querer ser iguales se centra mejor dicho en la igualdad de acceso a beneficios primarios, que no tiene que ver con la diferencia que podemos tener en cuanto de estos beneficios los considero justos para mi o si debo o no diferenciarme mediante estos beneficios obtenidos del resto. Creer que el deseo de igualdad solo se entiende como un anhelo totalitario, es un poco extremo ya que el «riesgo» se entiende como probabilidad y no como hecho.

03 de mayo

Estimado Pablo: Efectivamente el ser humano tiene lo que algunos economistas llaman la preferencia temporal. Por lo mismo, y tomando en cuenta esa característica, la igualdad “indefinida” se plantea irrealizable e incluso riesgosa. ¿Por qué?

Porque tal como dices, se presta para ser analizada según contextos, según necesidades o preferencias temporales. Es decir, de un modo utilitario. Pero ahí está el riesgo, porque en base a eso, los esclavistas decían que no era el momento de dar libertad a los esclavos; o los conservadores de otorgar el sufragio universal; o los comunistas de permitir a los campesinos producir de manera privada; o los dictadores militares de entregar el poder a los civiles.

Ese problema se presenta, incluso aún cuando dices que “El propósito de querer ser iguales se centra mejor dicho en la igualdad de acceso a beneficios primarios”. ¿Por qué? Porque olvidas la preferencia temporal y que en la implantación de tales accesos, surgirá una casta privilegiada.

Esta discusión es la que tiene Rawls con Nozick.

En mi opinión el foco de la igualdad está centrado en otorgar privilegios, pero creo que el foco debería ser negar privilegios. En otras palabras, es más difícil convertir a todos en monarcas que impedir que haya monarcas.

04 de mayo

Estimado Jorge: Al parecer sabes bastante de historia, sólo una consulta ¿En qué civilización humana no existe en algun grado la monarquía o diferencia entre humanos? El problema que planteas, a juicio del comentario, es en la «intensidad» y «magnitud» de los efectos de la desigualdad, del acceso a beneficios, la repartición de estos, etc. llamelo como quiera. Lo de los esclavos y todos eso, no tiene relación con la igualdad, tiene relación con el sentido de supervivencia descontrolado que acompañado con herramientas de poder mantiene a la fuerza las diferencias entre seres humanos. Entiendase la diferencia o la igualdad como un resultado, no como una causa.

Saludos,

04 de mayo

Estimado Pablo, en cuanto a tu pregunta, la diferencia entre seres humanos ha existido siempre. No es algo creado por el ser humano. No obstante, los órdenes políticos o regímenes políticos, como la monarquía, no tienen un origen necesariamente “natural”. Aunque a lo largo de la historia se les ha tratado de dar ese sentido. Que mejor ejemplo de esa pretensión que el derecho divino.

El problema que planteo tiene relación con pretender la igualdad sin establecer cuáles son sus límites o que es necesario igualar y qué no. Pero sobre todo de qué modo. ¿Dando más poder de discreción a los políticos, es decir, al poder político y las élites que lo controlan? O ¿Atomizando el poder, devolviendo más poder de decisión a las personas?

¿Podemos hablar de establecer la igualdad desde un sentido elitista, tal como siempre se ha planteado y se ha hecho?

Lo de los esclavos, el voto universal y el voto para las mujeres, sí tiene relación con la igualdad. Y mucho. ¿Acaso las demandas de Luther King y Gandhi no tenían relación con la igualdad? Creo que lo mínimo es que aclares por qué no tendrían relación con eso.

También deberías explicar a qué refieres con el instinto de supervivencia descontrolado, porque todos tenemos ese instinto y no defines qué es descontrolado.

Ahora bien, cuando dices “El sentido de supervivencia descontrolado que acompañado con herramientas de poder mantiene a la fuerza las diferencias entre seres humanos”.

Pregunto, ¿Cuál o cuáles herramientas de poder han sido esas? ¿Acaso no ha sido el mismo Estado y su monopolio de la fuerza, a través del cual pretendes establecer la igualdad? ¿Acaso la desigualdad no es resultado de la presencia del Estado mismo?

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