La vida ha cambiado con la rapidez e inexorabilidad de una avalancha. Las avalanchas empiezan suavemente hasta que son exponenciales en su crecimiento y potencial destrucción. Esta vez llegó en forma de pandemia, y aún no desata todo su poder. La política ha cambiado porque hoy es la vida de los ciudadanos la que está en juego.
Al darse a conocer la noticia del coronavirus, surgieron dudas muy fuertes sobre su veracidad, tanto en términos de alcance como de peligrosidad, especialmente en la oposición y los partidarios del apruebo en el plebiscito del 26 de abril.Tenemos que resolver esta enorme crisis sanitaria sin generar en el camino una crisis de legitimidad de nuestra democracia. No hay otra opción que remar todos juntos
Se planteaba, desde esa mirada, en una exageración comunicacional mal intencionada desde el Gobierno para suspenderlo, frente a la evidencia de todas las encuestas, que daban a esa opción como ganadora prácticamente segura.
Obviamente, esto refleja el nivel de desconfianza entre las partes de este proceso y se hace eco de los niveles de popularidad y credibilidad del Gobierno y concretamente del Presidente. Esto se vio agravado por los fuertes cuestionamientos respecto al manejo comunicacional del Ministro de Salud Jaime Mañalich.
Es clave mejorar este punto, especialmente transparentando la información que la ciudadanía necesita recibir. La percepción de opacidad y ocultamiento de información clave es fuerte
Manejar estratégicamente una crisis de este nivel inédito no es fácil para ningún gobierno. Se debiera esperar mucho profesionalismo y una autoridad central con un gran liderazgo, basado en al menos dos pilares: conocimiento y credibilidad. Esperemos avanzar rápidamente en esa dirección.
El Gobierno comenzó a ordenarse y tomar las medidas correctas, dadas la experiencia de países donde el virus atacó antes. Eso nos permitiría no cometer los mismos errores y lograr lo que se ha llamado “aplanar la curva” de crecimiento.
Sin embargo, no es posible que las medidas correctas funcionen sin la colaboración de la ciudadanía. Esto no se ve tan obvio en sectores de la población y Gobierno que parecen privilegiar las diferencias entre ellos sobre cualquier otra consideración. Y en la necesaria participación de la sociedad civil en el acceso a la información y toma de decisiones técnicas.
Hay momentos en que hay que dar una tregua a las diferencias por grandes que estas sean y alinearse frente a las decisiones de la autoridad correspondiente. Hoy el Gobierno tiene la pelota hirviendo en sus manos y hay que apoyar ya que ahora- realmente- tenemos al frente un enemigo poderoso.
Esto no implica perder la capacidad de crítica ni de ser oposición en lo político, pero el juego debe cambiar y ajustarse mientras sea necesario. Plebiscito habrá y será seguramente ganado por el Apruebo para que el proceso democrático continúe como corresponde. Al igual que si ganara el Rechazo.
No olvidemos que en estos meses la gente ha demostrado una inmensa capacidad de auto gestión y desarrollo de muchas iniciativas ciudadanas, alejada del control político habitual. Hoy los partidos no son quienes canalizan esa enorme energía que será necesaria para superar esta crisis.
Esto es un desafío por sí mismo. Lograr encauzar por los caminos de la solución comunitaria, solidaria a quienes se sienten hoy más libres antes de reconocer autoridad, pero al mismo tiempo necesitan directrices claras.
Tenemos que resolver esta enorme crisis sanitaria sin generar en el camino una crisis de legitimidad de nuestra democracia. No hay otra opción que remar todos juntos. Hay que entender y algunos privilegiados parecen no entenderlo, que esto es una pandemia real, no una película y por definición mata y seguirá matando. Cuidarse con las medidas dadas por la autoridad es lo mínimo que un ciudadano consciente puede hacer. Y cuidar a lo otros es un imperativo ético.
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