Si miramos hacia atrás, y analizamos qué pasó con la oposición durante el primer año de gobierno de Piñera (2010-2014), es evidente que la Concertación de ese entonces estuvo prácticamente todo el año 2010 paralizada, sin ningún nivel de articulación y respuesta frente a la agenda de la derecha.
En comparación a ese escenario, hoy el contexto es distinto, y hay dos factores importantes que se cruzan: la irrupción del Frente Amplio como nueva fuerza política y la defensa de la obra de un gobierno reformista. Sobre el segundo factor, la diferencia se hace más grande entre pasado reciente y presente, porque sin una agenda transformadora, la población no pudo generar un rayado de cancha entre proyectos políticos diferentes, en el marco de una política de consensos que pretendía soslayar contradicciones en el desarrollo de la política chilena. En cambio, ahora ciertas barreras fueron rotas por la actual correlación de fuerzas, a pesar del retorno de Piñera.
No obstante, el escenario actual no deja de presentar dificultades, porque, por un lado, contamos con una oposición más diversa, producto de una maduración de movimientos políticos y también por reformas como el fin del sistema binominal, que terminó con la exclusión de fuerzas políticas en la Cámara de Diputados. En ese sentido, el Frente Amplio busca posicionarse como alternativa política, disputando el espacio político a lo que fue la Nueva Mayoría, y generando una puesta escena “outsider” en los espacios en los cuales va sumando fuerzas. Quizás su mayor desafío es poder desarrollar y generar una pedagogía de cuál es su proyecto país, tomando en cuenta la gran diversidad de visiones de la sociedad (desde la izquierda hasta liberales), y también con cierto grado de humildad, ya que hay referentes y líderes del bloque que inconsciente y conscientemente expresan que la historia partió con ellos, y por tanto esa perspectiva debilita la proyección de los organismos de la sociedad civil y la institucionalidad política de la que son parte.Es imperativo profundizar un proceso de conversaciones, que establezca un marco programático común unitario mínimo, en base a la realidad actual de Chile y a una proyección de aquí al largo plazo
Por otra parte, la ex Nueva Mayoría se debate entre los esfuerzos de los nostálgicos de la Concertación, varios de los cuales boicotearon el proceso de reformas con Bachelet, y aquellos que buscamos una profundización de la democracia, a través por ejemplo de una Constitución Política democrática, y construyendo un país que termine con el mito que fuera del neoliberalismo no hay caminos. En esa línea, desde la Democracia Cristiana han surgido voces emplazando al PS a retomar el “eje histórico” PS-DC: al parecer para algunos no es un estado de ánimo, sino una vocación el dividir, primero en el gobierno y luego en la oposición en su esfuerzo por articularse.
La derecha ha sabido moverse bien, a pesar de sus constantes tropiezos en la instalación del gobierno, pudo sumarse a los esfuerzos que desde dentro de la oposición pretenden su fragmentación. Mariana Aylwin liderando una mesa del MINEDUC (ya no es DC, pero la elite ensalza los apellidos), Correa Sutil defendiendo al Ministro Santelices en la fallida acusación constitucional, la ex Ministra Aurora Williams como Secretaria Ejecutiva de la Corporación Municipal de Desarrollo Social de Antofagasta (con una Alcaldesa de derecha que recientemente fue formalizada por fraude al FISCO) y Gabriel Boric en la mesa de infancia del gobierno, con una disposición de diálogo mucho mayor que demostró hacia el gobierno de Bachelet.
La articulación de la oposición sin duda toma en consideración aspectos como la fuerza propia de un partido o de un conglomerado, y en base a las coincidencias programáticas y el reconocer que para avanzar en un conjunto de ideas se requiere unidad con otras fuerzas sociales y políticas, porque no fueron sólo los partidos quienes impulsaron la gratuidad en educación por ejemplo, sino que a través de la movilización social lograron transformar una demanda social en política pública. Es imperativo profundizar un proceso de conversaciones, que establezca un marco programático común unitario mínimo, en base a la realidad actual de Chile y a una proyección de aquí al largo plazo. Aunque para ello, se requiere que dentro de los mismos partidos que no tienen una doctrina y/o programa lo definan, porque ya no son tolerables los personalismos y corporativismos de ciertas personas y grupos que sólo buscan intereses mezquinos basados en su propia ambición.
Para lograr lo anterior, es importante revisar los discursos y acciones implementadas. Es preocupante que en el Frente Amplio haya representantes que utilicen el concepto de vieja política, que además de ser ahistórico coincide con palabras utilizadas por ejemplo con José Antonio Kast. Es una necesidad el diferenciarse del otro, pero ello se realiza en base a aspectos ideológicos y programáticos, no a lugares comunes. Asimismo, hay que terminar con la concepción excluyente y binominal de algunos sectores de la ex Nueva Mayoría, porque deben entender que no hay regreso a la Concertación. Toda la oposición debe generar una plataforma base que permita una articulación, no por ello perdiendo renunciando a cada impronta e identidad, pero ser capaces de en base al diálogo y a la acción colectiva desde lo social y lo político, construir un proyecto nacional de desarrollo alternativo al neoliberalismo y al programa de la derecha.
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