Los historiadores se encuentran con el hecho que la ciudad de Valparaíso, a diferencia de la casi totalidad de ciudades de nuestro país, nunca fue fundada. Cinco siglos después de su surgimiento, volver a pensarla y concebirla se presenta como una tarea ineludible a nuestro tiempo.
El incendio que hace pocas semanas afectó a Valparaíso pasó a engrosar la larga lista de catástrofes y siniestros que ha sufrido la ciudad en las últimas dos décadas. Coincidentemente, debido a la ausencia de una mirada y accionar político-estratégico por parte del Estado de Chile, han sido los años en que la ciudad ha experimentado su mayor atraso y abandono.
Es que catástrofes de esta envergadura -no sólo las de Valparaíso- desnudan una vez más lo feble y estéril que es nuestra institucionalidad para responder a sus consecuencias devastadoras y realizar una reconstrucción que en lo medular sólo considere los intereses de los afectados. ¿Sabía usted que aún existen compatriotas que indignamente siguen viviendo en la calle luego del terremoto del 2010? Y, como contrapartida, lo eficiente que ha sido para propiciar todas las condiciones necesarias para transformar estas catástrofes en suculentas oportunidades de negocios para el gran empresariado.
Pero también es posible escuchar a esas mismas autoridades, a propósito de estos mismos sucesos, señalar pomposamente que “se abren oportunidades para responder a los problemas de fondo que la gente sufre”. Sin embargo, el discurso público no es acompañado con hechos. Precisamente la tragedia porteña nos ofrece una nueva versión de este guión repetido, ya que las señales dadas por el gobierno en los últimos días, particularmente la designación de un delegado presidencial para Valparaíso que ha sido investigado criminalmente por fraude al fisco, nos adelantan un seguro desenlace. En definitiva, una institucionalidad que no da el ancho, autoridades que están más preocupadas de figurar que de solucionar problemas, temáticas regionales que se resuelven desde algún edificio céntrico capitalino, hará una vez más que los problemas estructurales de Valparaíso, reflejo a su vez de los que tiene nuestro país, no sean abordados concretamente.
La profundidad y complejidad de los problemas de Valparaíso pueden hacer pensar que sus soluciones son inconmensurables. En efecto, en una columna anterior, hacíamos referencia a que uno de los temas a enfrentar era el de la desigualdad, la cual se expresa de múltiples formas: 1) una economía regional que hace décadas no es capaz de generar empleos estables y dignos y ofrecer oportunidades a mujeres y jóvenes; 2) una educación y salud pública endeudada a causa de la estratosférica deuda que mantiene el municipio porteño que tiene quebrada a la ciudad, respecto de la cual los políticos guardan un silencio cómplice hace años; 3) la ausencia de oportunidades para el desarrollo de los jóvenes, pese a existir una alta población estudiantil, el capital humano prefiere emigrar a otras zonas que desarrollarse en Valparaíso; 4) la nula relación puerto-ciudad, que hace que parte alguna de los recursos que genera la actividad portuaria se inviertan en obras de desarrollo regional; y 5) la profunda segregación territorial, que transforma a “la punta del cerro”, pese a no existir condiciones básicas para la vida digna como agua potable o alcantarillado, en el único lugar posible donde habitar.
Como señalamos, la catástrofe porteña evidencia no sólo la ineficiencia del Estado de Chile y de los sucesivos gobiernos para responder ordenada y coordinamente a la situación de emergencia y hacer frente a la reconstrucción, sino que también su falta visión y voluntad política para hacerse cargo del abandono de Valparaíso. No hay espacio para soluciones pirotécnicas o de corto plazo, no obstante esto no puede ser un impedimento para comenzar a enfrentarlo decididamente.
Para hacerlo es fundamental, que en primer lugar, los actores políticos con voluntad de cambio, por un lado, y las organizaciones sociales y la ciudadanía por otro, acordemos la forma de encarar estos desafíos, frente a los dos caminos contrapuestos que existen para abordarlos: o dejamos una vez a la ciudad en manos de que aquellos que han hecho de la política una red clientelar, que han saqueado los dineros regionales a propósito del escándalo de la Intendencia y que han quebrado las arcas municipales o, nos jugamos por generar reales condiciones de participación para sea la ciudadanía de Valparaíso la protagonista de las soluciones y las transformaciones por años postergadas.
Creemos que en este caso la participación real de la ciudadanía no es un fetiche o concepto vacío contemplado en algún incendiario panfleto, sino una herramienta absolutamente necesaria. En este contexto, la sola solicitud de destitución del alcalde Castro, uno de los fieles exponentes de las nefastas formas de hacer política antes expuestas, no asegura que los temas de fondo de la ciudad sean abordados. Porque de lo que se trata no es sólo de cambiar al más averiado de los pernos de una antigua maquinaria, sino que cambiarla total y complemente.
Por eso, marcando un claro contrapunto frente a los juegos de poder en los cuales se encuentra inmerso el sistema de partidos regional, la ciudadanía y las organizaciones sociales pueden en lo inmediato dar un decidido paso para apropiarse del desafío de transformar Valparaíso, a propósito de la elaboración del nuevo plan de desarrollo comunal de Valparaíso, instrumento de organización territorial de la ciudad, de actual tramitación en el Concejo Municipal.
Así, debe convocarse a un consejo ciudadano por Valparaíso, que esté integrado por académicos de las universidades regionales, dirigentes sociales, vecinales y estudiantiles, actores políticos, colegios profesionales, entre otros, que tenga como objetivo la creación de una propuesta de plan de desarrollo comunal, la cual deberá ser posteriormente sancionadas por los y las vecinos de Valparaíso a través de la convocatoria a un plebiscito comunal (la LOC de municipalidades contempla esta posibilidad).
Los historiadores se encuentran con el hecho que la ciudad de Valparaíso, a diferencia de la casi totalidad de ciudades de nuestro país, nunca fue fundada. Cinco siglos después de su surgimiento, volver a pensarla y concebirla se presenta como una tarea ineludible a nuestro tiempo. Este desafío histórico demanda de la ciudadanía porteña no sólo un rol fiscalizador y denunciativo respecto del comportamiento de las autoridades locales y nacionales, sino que también una actitud activa para hacerse cargo de su realidad individual y colectiva, para así establecer los nuevos cimientos de la fundación de Valparaíso.
* Entrada escrita por Daniela López y Jorge Sharp, militantes de Izquierda Autónoma.
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Foto: El Mote / Licencia CC
Comentarios
02 de mayo
típico de siempre,a cada nueva desgracia aparecen los diagnosticologos con la claridad estadista que falto antes. guion repetido en el futuro de Chile.
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02 de mayo
dani: convoca a la plaza publica a una asamblea a todos los vecinos, a todos,a todas las instituciones y que exijan por decreto ciudadano a las autoridades para que obliguen por ley al empresariado y al Estado a elaborar el plan de desarrollo inclusivo y definitivo contra la desigualdad de la región. trae tu propuestas te esperamos.
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