La aprobación hace algunas semanas en la Cámara de Diputados, del cambio al sistema electoral binominal por uno proporcional moderado, es sin duda una buena noticia para nuestra democracia. El binominal es un modelo electoral único en el mundo; pese a las supuestas bondades expuestas por sus creadores, en 25 años de aplicación no ha sido exportado a ningún otro país, y una vez suprimido, esperemos que pase a los libros de historia como una simple anécdota.
Sin embargo, no resolveremos el problema de nuestra democracia eliminando solo esta ley. El cambio al sistema electoral nos ubica en un nivel de mínima razonabilidad, pero no nos exime de la crisis de representación que las democracias liberales vienen teniendo en casi todo el mundo. Bien lo sabe Brasil, país que con un sistema proporcional en su cámara baja y uno mayoritario en el Senado, vive una profunda ruptura entre la ciudadanía y sus instituciones, no muy distinta a la desafección que vivimos en Chile.
Esta reforma, como todo cambio, puede transformarse en una gran oportunidad de “airear” nuestro sistema político, o bien en una reproducción de la crisis ya existente; dependiendo de si como país somos capaces de abordar, en paralelo, otras modificaciones al sistema de partidos y a los mecanismos de participación ciudadana. En efecto, si consideramos que lo más probable es que los 12 nuevos escaños del Senado sean ocupados por diputados actualmente en ejercicio, el cambio en la cámara baja será de proporciones: sumando los nuevos escaños a las vacantes de los diputados que competirán en la cámara alta, se abrirán 47 espacios, una renovación de un 40% respecto a la actual Cámara de Diputados.
¿Serán estos nuevos escaños una reproducción de la actual clase política y la “maquinaria” partidista, o serán ocupados por una nueva generación de líderes jóvenes, mujeres, indígenas, trabajadores y representantes de la diversidad de nuestra sociedad?
Las reformas a los modelos electorales ocurren con muy poca frecuencia, por lo que no aprovechar esta oportunidad para corregir los distintos vicios del sistema sería un profundo error.
Por lo pronto, el debate en el Senado deberá abordar temas excluidos en el mensaje original. La introducción de la ley de cuotas de género es un avance, pero las mujeres no son el único grupo con altas barreras de entrada al Congreso Nacional; igualmente lo somos los jóvenes y los representantes de etnias originarias, para quienes también se debe legislar una ley de cuotas.
Las reformas a los modelos electorales ocurren con muy poca frecuencia, por lo que no aprovechar esta oportunidad para corregir los distintos vicios del sistema sería un profundo error.
Otra de las prioridades es crear una nueva Ley de Partidos Políticos. La Ley N° 18.603, actualmente vigente y también promulgada en dictadura, establece un nivel de rigidez estructural y limitaciones para formar y mantener partidos, que no se condicen con las formas de organización y participación que han impuesto las nuevas tecnologías junto al auge del “movimiento social”; más dinámicas, horizontales y funcionales.
Prueba de lo anterior es que, según datos de la Séptima Encuesta Nacional de la Juventud publicada por el INJUV, sólo un 1,1% de los jóvenes hemos participado de un partido político en los últimos doce meses, cifra que dista del 49,9% que participa de organizaciones que defienden alguna causa social, y el 22,6% que ha participado de alguna manifestación en el mismo período.
La buena democracia tiene un costo, que debe ser asumido por el Estado si no queremos que aumente la injerencia de intereses privados en la toma de decisiones públicas, condición que además haría posible una mayor fiscalización de la contabilidad y el uso de los recursos de los partidos políticos. En la actualidad, incluso un almacén de barrio se maneja de forma más ordenada que varios de los partidos llamados a conducir nuestra democracia.
Sin duda, muchos actores abrazarán la posición mezquina que implica asumir que el cambio del sistema electoral es el último paso de la democratización del país, escondiendo en sus palabras el deseo de conservar sus cuotas de poder a cambio de seguir condenándonos a una política de castas, desconectada de la sociedad.
Es labor de quienes aún militamos en las juventudes políticas -junto a la sociedad civil y a los movimientos políticos emergentes- incidir dentro de nuestros partidos para promover estas otras reformas en el segundo trámite de la ley y en las posteriores legislaturas. De lo contrario, seguiremos en la absoluta irrelevancia en la que hoy nos encontramos, y habremos desechado la oportunidad histórica de aportar a la construcción de una democracia de la cual nos podamos sentir realmente orgullosos.
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Foto: Cooperativa.cl
Comentarios
02 de septiembre
Saludos al columnista, claro q no basta, la lucha por la igualdad es permanente, y a quienes la damos tus palabras nos acompañan.
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03 de septiembre
Los que buscamos cambios reales, profundos y radicales no somos reformistas porque es esa la estrategia que en todos estos años mejor ha resguardado los intereses de la patronal. Por eso no podemos apoyar al gobierno de Bachelet ni aceptar la actual institucionalidad. Ocurre que esta legalidad es quien se encarga de evadir, frustrar e impedir cualquier cambio sustancial en las estructuras de la dictadura del capital. De hecho, les queda el Tribunal Constitucional como último recurso en la defensa de sus privilegios de clase derivados de una sociedad capitalista de producción. Por otro lado, la falaz tesis refundacional, trabajada desde la derrota del 2009 por los mismos ideólogos de la vieja Concertación para presentarse hoy ante los trabajadores como «Nueva Mayoría», se deforma hasta llevarnos al oscuro patrimonio político de los 90, lo que a su vez nos muestra que las prácticas «en la medida de lo posible» están plenamente vigentes.
Dado lo anterior la única vía de cambio consistente es la insurreccional en el sentido de que toda auténtica manifestación democrática de los sectores populares lo es al negar la vialidad política, social y económica de un régimen neoliberal increíblemente irracional, poco objetivo, ineficiente a más no poder, reaccionario desde todo punto de vista, demencial y espantosamente fundamentalista cuando se trata de reivindicar el afán desmedido de acumulación privada de capitales. El objetivo debe ser la organización política del movimiento social para en ese contexto construir una agenda y proyecto propio que nos encamine hacia las reivindicaciones impulsadas por la calle que indudablemente nos conducen a la lucha por la Asamblea Constituyente Autoconvocada.
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07 de septiembre
el problema son los electores, que votan por el partido, por quien tiene buena pinta o por el mejor slogan. Si no que alguien me explique por que salieron elegidos el Sen. Girardi y el diputado Farcas.
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